Entre
el 13 y el 20 de setiembre tendrá lugar en Montevideo el primer
Festival Internacional de Circo de Uruguay. Esparcido por diferentes
espacios y salas de Montevideo, el FIC es organizado por El Picadero,
referente en el área circense local y uno de los agentes claves en
el rápido desarrollo que ésta ha tenido en los últimos años. En
entrevista a Virginia Alonso – organizadora junto a Patricia
Dalmás, Juan Maldini, Luis Musetti, Gabriel Rousserie e Irene Willat
-, la artista e investigadora nos contó sobre la propuesta del
festival, su organización, el lugar del circo en el mapa de las
artes escénicas uruguayas y las expectativas para esta primera
edición.
FIC
afirma que “busca contribuir en el desarrollo, la consolidación y
la profesionalización de las artes circenses en Uruguay, fomentar el
intercambio con artistas de la región y facilitar al público
montevideano el acceso al circo como expresión emergente de las
artes escénicas.” ¿Cuál es el lugar del circo en el campo de
las artes escénicas uruguayas desde el punto de vista de sus
organizadores?
Es
un lugar marginal. Creo que tiene que ver con el poco tiempo que
lleva este proceso de reinstalación del circo en el país. El circo
es un fenómeno popular en el mundo y en el Río de la Plata tuvo su
época de popularidad con los circos criollos y tradicionales que
recorrían el país instalando sus carpas en terrenos baldíos. Este
estilo de hacer circo fue desapareciendo, esta tradición no se
continuó entre las nuevas generaciones aunque todavía quedan
algunos circos familiares recorriendo el interior.
A
diferencia de países cercanos como Brasil y Argentina, donde los
viejos cirqueros decidieron transmitir sus conocimientos abriendo
escuelas de circo, en Uruguay los jóvenes que comenzamos a
relacionarnos con las disciplinas circenses no tuvimos contacto con
estos artistas. Digo que el circo se reinstala porque desde finales
de los años 90 quienes tomamos contacto con las acrobacias, los
malabares o el clown
lo hicimos de forma muy distinta, aprendiendo en el exterior,
investigando por nuestra cuenta, recibiendo mucha influencia de
artistas que trabajaban formas novedosas de componer con el lenguaje
circense. Ya no solo enfocado a la realización de trucos difíciles
como el fin último de la actuación sino intentando pensar las
creaciones desde un lugar más conceptual.
Escena
local y marginalidad /estigmatización (?)
¿Cómo
cambió la escena circense local en los últimos años?
Hace
ya 10 años se pueden ver varietés,
como
espectáculos de variedades, donde los artistas muestran números o
creaciones cortas y un presentador, en general un clown,
hace de hilo conductor de todas ellas. Pero recién en los últimos 5
años se empiezan a ver obras de circo montadas en distintos
espacios, ya sea en la calle, en espacios independientes o en salas
de teatro del circuito oficial. Pese a que en general este tipo de
obras tiene buena recepción por parte del público, estamos hablando
de un tiempo muy corto como para que el circo ocupe un lugar
comparable al de otras artes escénicas, con mayor trayectoria e
institucionalización en Uruguay. Otro aspecto que contribuye a la
marginalidad es el hecho de quedar asociados con la mendicidad en los
semáforos. A partir de la crisis del 2002, el semáforo se convirtió
en una salida laboral fácil y rápida utilizada por artistas pero
también por niños y jóvenes que sin ningún vínculo con el campo
aprenden un truco para pedir dinero. La saturación de este recurso
terminó colaborando con cierta estigmatización del circo.
¿Cómo
caracterizarían a la comunidad nucleada en torno al circo en Uruguay
y a quienes esperan convocar al FIC?
El
perfil es bastante amplio. Esto tiene que ver con los distintos
estilos de hacer circo, con la forma de organización de los grupos,
con la manera de dimensionarlo como ingreso económico y con los
espacios de intervención. De un lado tenés al artista callejero que
trabaja solo o en pareja haciendo presentaciones a la gorra en
semáforos, plazas o siendo contratado para eventos públicos y
privados. Son en general los que logran vivir de este trabajo, con
actuaciones regulares que les permiten un ingreso económico más o
menos estable. En el otro extremo tenés a quienes se embarcan en
procesos creativos largos con grupos más numerosos, que buscan
montar espectáculos en una dinámica similar a la del teatro o la
danza. Estos procesos implican inversión de tiempo y de dinero por
lo que no es una opción laboral redituable. En nuestro medio son
muchos los artistas que circulan por estas formas de hacer y trabajar
con el circo. Por otro lado hay un grupo cada vez mayor de gente que
practica disciplinas de circo no como opción artístico-profesional
sino como práctica de tiempo libre, como una actividad lúdica o
como ejercicio físico para después del trabajo. El circo ha
generado en los últimos años un público bastante diverso en
relación a edad y nivel sociocultural. Sin embargo el hecho de que
los espectáculos en general están restringidos a espacios
alternativos, fuera del circuito comercial, restringe el alcance de
las propuestas artísticas.
¿Qué objetivo se propone FIC en ese sentido?
El
festival tiene un doble propósito. Ofrecer a un gran púbico
espectáculos de calidad de una disciplina poco frecuente en el país,
y dar una inyección a los artistas locales que tendrán la
oportunidad de asistir a los espectáculos así de como relacionarse
y formarse con artistas extranjeros.
Malabaristas
de la gestión
¿Cómo
es la organización de un festival de este tipo?
El
festival lo organiza El Picadero, una asociación montevideana de
artistas de circo con 10 años. La organización de esta primera
edición nos está llevando un trabajo enorme. Somos un subgrupo de 6
personas del Picadero que producimos el Festival de forma voluntaria.
Venimos trabajando desde hace un año. Luego algunos roles
específicos se hicieron necesarios y contratamos a los diseñadores
gráficos y a las encargadas de prensa y difusión y un compañero
asumió la tarea específica de captar fondos privados. Ninguno de
nosotros tenía una perspectiva real del trabajo que implica
organizar un evento de tal magnitud, con tanta gente involucrada, con
tantos espacios paralelos de actividades distintas. El fondo que nos
otorgó Iberescena fue bastante menor al solicitado. Ahí salimos a
golpear puertas al Municipio C y la Intendencia de Montevideo que a
través del Programa Esquinas de la Cultura nos apoyaron para que el
proyecto saliera igual. Y en la marcha se fueron sumando otros apoyos
tanto públicos como privados.
En
el aire
¿Cómo
conformaron la programación y qué destacarían de ella?
Para
esta instancia hicimos un primer contacto con compañías y
espectáculos conocidos que queríamos que participaran y luego una
convocatoria abierta que pasó por una selección de propuestas en
función de los espacios disponibles para la exhibición.
Intentamos
que la programación fuera variada, tanto en términos de disciplinas
(que hubiera clowns, malabaristas, acróbatas, equilibristas,
aerealistas), como de formatos (números cortos y espectáculos) y
también de estilos (propuestas tradicionales y más volcadas hacia
el nuevo circo). Supongo que por ser el primer festival peca de
amplio, de querer representar un poco toda la movida del circo.
En
relación a los espectáculos extranjeros, apostamos a traer una
compañía grande de Colombia, La Gata Cirko, con mucho despliegue
acrobático y un muy buen montaje. Traemos a un malabarista
brasilero, Otavio Fantinato, que hace un unipersonal lleno de
sutilezas que genera un ambiente muy íntimo. El Grupo, de Argentina,
presenta una propuesta muy vinculada a la danza.
Entre
los espectáculos de calle, se detacan los argentinos. Ellos vienen
desarrollando esta veta callejera hace muchos años. En particular
nos interesaba traer a Chacovachi, uno de los primeros payasos en
salir a la calle a finales de los 80, con mucha experiencia y con una
línea particular de laburo, de payaso que no se conforma solo con
entretenerte un rato. Las demás compañías de calle argentinas se
destacan por el humor y el vínculo que establecen con el público
(Circo Da Vinci, Los Tarantela, Maku Jarrak…).
Otro
muy buen espectáculo de calle lo trae la Microbanda - tres chilenos
y una argentina - que integra el clown, la acrobacia y los aéreos en
una propuesta de muy buen nivel técnico.
Como
la producción local aún es poca, pudimos programar a la mayoría de
los espectáculos nacionales que se vienen presentando y que están
en actividad, como El itinerante Circo Sonante, XYZ Circo, Las
incómodas Margaritas, De nudos y sirenas, El idilio circus y Circo
Rosketi. Una novedad para el festival fue la postulación de una obra
de teatro, Zapatos Andaluces de María Dodera con Susana Anselmi
sobre una ilusionista de circo. Y como hay muchos números
(presentaciones
cortas en la jerga circense), se armaron varias Varietés
tanto en sala como en calle.
¿Qué
expectativas tienen respecto al festival que comenzará en X días?
Que
haya buena recepción y la gente se acerque a las salas y a la calle
aprovechando una instancia única para el país. Se van a estar
presentando espectáculos de muy buen nivel a precios muy económicos,
incluso a la gorra los que son en el Jardín Botánico. También
esperamos que sea una contribución significativa para la comunidad
circense local. Que los artistas aprovechen para ver obras, conocer
otros artistas, tomar talleres, participar de discusiones en mesas
redondas. El circo se caracteriza por ser un arte muy ligado al nivel
de lo práctico y de lo técnico. Se piensa poco a sí mismo en
términos conceptuales y teóricos. Son pocos los artistas que
valoran una formación artística más allá del entrenamiento
técnico. Si podemos movilizar algo en este sentido es un gran paso.
Y por último esperamos que nos cierren los números. De eso depende
la viabilidad de futuras ediciones.
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