viernes, 22 de diciembre de 2017

Marea alta. Sobre las ¡Alertas Feministas! y una ola que crece

Marea alta
Sobre las alertas feministas convocadas por la coordinadora de feminismos
La manifestación como denuncia y como ritual de transformación colectiva


* Versión expandida de la publicada en Brecha el 22/12/2017





Es jueves 14 de diciembre y para las 19.30 se convocó una ¡Alerta feminista! Pasó muy poco tiempo desde la última vez que los carteles, los parlantes y la gente llegaron a la plaza Cagancha, punto de encuentro y de partida. Otra vez la noticia desgarradora. Otra vez el nudo en la panza, la asfixia en la garganta y el llanto en los ojos. Otra vez nos roban la vida. Otra vez una mujer.”1

Araceli Umpiérrez, de 53 años, asesinada a puñaladas por su ex pareja Víctor Cruz, que luego se suicida.”2 Las alertas feministas nombran sus muertas, hacen vivo al grito, nombran los asesinos, escrachan a la indiferencia. Por su dramaturgia y sus características son una mezcla de manifestación de rechazo, denuncia, expresión guerrera y ritual en femenino de duelo colectivo. A unas cuadras de la plaza, media hora antes del inicio, un grupo de mujeres levantan los materiales que luego se utilizarán: carteles con los rostros y los nombres de las mujeres asesinadas este año, cuerdas, bombos, hojas con la proclama, pinturas para la cara, parlantes. La alerta es convocada uno o dos días luego de que sucede el asesinato de una mujer. Este año van 34 en Uruguay, la gran mayoría a manos de sus parejas. La temporalidad de las alertas sigue el ritmo de los asesinatos y al mismo tiempo exige de los participantes abrirse a la interrupción, suspender lo planificado para ese día, salir a la calle en vez de cambiar de canal para ver alguna otra crónica roja no tan sangrienta o quizás menos “familiar”.

Al comienzo de las alertas feministas, mientras la gente se va juntando, suena música, como diciendo: esta lucha también necesita de canciones en voces de mujeres. Mujeres y también algunos hombres se van arrimando, otros pasan curiosos y llegan a dilucidar algo al ver los carteles. Algunas se pintan, otras comentan sobre el poco tiempo que pasó desde la última vez, otros fuman en círculos sentados en el piso. Los asistentes son mayoritariamente jóvenes. Son las 20.30 y el caudal de gente ya es suficiente para cortar una de las sendas de 18 de Julio. Armadas de dos cuerditas, cuatro mujeres se plantan en medio de la avenida para cortarla. La caminata empieza y se acelera a un ritmo casi urgente, que diferencia a las alertas de otras marchas en las que la cadencia del tranco se torna sinónimo de la seriedad de la causa.

Y otra vez desde el dolor y la rabia, desde la necesidad de estar juntas, de apretar los puños, de construir confianza, de estar alerta.”3 Durante la caminata se escuchan canciones: Y tiemblan y tiemblan y tiemblan los machistas, América Latina va a ser toda feminista”, Mujer, escucha, únete a la lucha”, o ¡Tocan a una, tocan a todas!”, ¡Pija violadora a la licuadora”, Se va a acabar, se va a acabar esa costumbre de matar”, Y ahora que estamos juntas y ahora que sí nos ven... Abajo el patriarcado, se va a caer, se va a caer”, Ay si te agarro, ay si te agarro. Ay si te agarro violentando, te escracho; autodefensa feminista contra los machos”, Alerta ¡aleeeeerta, aleeeeerta, alerta!, alerta que caminan mujeres feministas por América Latina. Y tiemblan, y tiemblan, y tiemblan los machistas, que toda Abya Yala va ser feminista”. Algunas de ellas son acompañadas de acciones como acostarse en el piso y levantarse despacio, acelerar el paso o parar de golpe, gritar al unísono, el ¡Uuuuuu!” tribal, o el Tocan a una...” de una, respondido por el tocan a todas”.

El trayecto va hasta la Plaza de los Treinta y Tres y ahí los cuerpos cobran otra organización, como de acto pero sin acto, como de discurso pero de cuerpos. El colectivo de las alertas ha inventado su ritual y es tan político como coreográfico. Aún en la avenida, entre la explanada del Brou y la plaza, todo un guión de acciones se sucede. Lo primero es la apertura de un círculo, disposición poco frecuente en las marchas, donde tanto el punto hacia el que se avanza como hacia donde se mira propone un frente único. La circularidad es un rasgo femenino presente en las alertas. La danza también. Una vez la marcha convertida en ronda, una cuerda se tiende en el piso delimitando un área central hacia la que todas miramos. Comienza la lectura de los 34 nombres y las formas de muerte de las mujeres asesinadas en lo que va del año: quién la mató, cómo, con qué arma, había denuncias que adelantaban que eso sucedería, mató también a sus hijos, se mató después, mató con su arma de reglamento, mató porque lo había denunciado, la mató aunque lo había denunciado. A cada nombre y muerte una mujer entra al círculo y se tira al piso, poniendo el cuerpo por esa otra que no está. El círculo se llena. Una vez concluida la lista, las mujeres del piso toman la cuerda que hasta entonces sirvió de cinta delimitadora tipo forense (o símbolo de la sujeción) y se van poniendo de pie y convirtiéndola de cadena a lazo que une, mientras repetidamente se recita: Que el dolor se vuelva rabia, que la rabia se vuelva lucha, y nuestra voz grito”. Las voces se organizan para pronunciar juntas este mantra político de transmutación de la fragilidad en fuerza, y luego para la lectura de la proclama que, a diferencia de un acto tradicional, no es hecha por una vocera sino por todos los participantes al unísono. Aunque participan hombres de la marcha, el protagonismo de este acto es femenino. La voz se vuelve grito.

Tras la lectura empieza el abrazo caracol, otro icono de las alertas: Somos las nietas de todas las brujas que nunca pudieron quemar”; la frase es repetida incansablemente como un eco del pasado que nunca va a parar de sonar. De la mano y de a una se suman mujeres a una danza circular concéntrica que termina apretándose en un centro lleno, donde la proximidad permite apoyarnos en los cuerpos de las otras, sentirnos el olor, el llanto y la voz quebrada en el grito. Con las manos dadas y en alto la frase se repite: Somos las nietas de todas las brujas que nunca pudieron quemar”. El canto explicita la ancestralidad de la opresión a las mujeres, los eufemismos dados para justificar la muerte: desde la Inquisición contra las brujas hasta la denominación “crimen pasional”, la historia está llena de intentos de blanquear el asesinato de mujeres que no acataron las formas y obligaciones del universo patriarcal. Somos las nietas de todas las brujas que nunca pudieron quemar.” Este instante dura como máximo un par de minutos pero se siente como un rito de transformación vital-vitalicia, sobre todo si se vive desde adentro. Desde adentro pienso que nunca antes experimenté la comunidad política en femenino. Miro a las compañeras cantando, algunas con los párpados entornados, otras con los ojos bien abiertos, algunas apretando fuerte las manos de las otras, otras llorando; en este círculo sólo somos mujeres. Todas libres, todas juntas, todas libres, todas juntas”; este canto sucede al anterior y su aceleración agita los puños y despega los pies del piso para dar lugar a un pogo feminista, apretado, abrazado, algo torpe y brusco como es el amor resistiendo al odio. Nos sostenemos y agarramos, nos pasamos las lágrimas de mejilla a mejilla. Desde ese dolor aquí estamos otra vez, y estaremos mil veces hasta que seamos libres.”4

LAS MOVILIZACIONES Y SUS TIEMPOS. Las alertas feministas tienen como característica una temporalidad ceñida a los asesinatos de mujeres. A diferencia del 25 de noviembre o del 8 de marzo, ni su planificación ni su convocatoria pueden ser hechas con antelación. Las alertas apelan a cierta percepción de urgencia, de interrupción, de desvío de los acontecimientos, de que es imposible seguir la vida “normal” mientras mujeres mueren a manos de sus parejas.

En Uruguay la ola feminista viene creciendo. La adhesión multitudinaria al paro y las marchas del pasado 8 de marzo, caldeadas por el fallo de la jueza Pura Book; la potencia de la del 3 de junio convocada por Ni una menos y con la noticia reciente, por entonces, del caso de las niñas muertas quemadas en un incendio en Guatemala, la internacional y festiva del 25 de noviembre por el Día Contra la Violencia hacia las Mujeres, la ¡Alerta Feminista! por Brissa que se organizó de urgencia ese mismo día, son hitos de una serie que, si por un lado es trágica, intolerable y necropolítica, por otro expresa una lucha cuyas apariciones son cada vez más fuertes y frecuentes en el espacio público y privado de nuestras vidas.

Además y solo en 2017: el 3 de octubre el senado sancionó por unanimidad el delito de femicidio; el 12 de setiembre se realizó el Encuentro de Feministas Desorganizadas, convocadas por redes sociales;  del 3 al 5 de noviembre se hizo el primer Encuentro de Mujeres del Uruguay (EMU); del 23 al 25 de noviembre montevideo fue sede del 14º Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe (EFLAC); el 13 de diciembre se aprobó la ley del gobierno sobre violencia de género contra las mujeres; al 19 de diciembre murieron por violencia de género 34 mujeres. Los colectivos feministas también se multiplican: Mujeres en el horno, Coordinadora de Feminismos, Célica Gömez, Minervas, Mizangas, Feministas en Alerta y en las Calles, Paro Internacional de Mujeres, Cotidiano Mujer, MISU, Mujeres de Negro, Ni una menos, La caída de las campanas, Decidoras desobedientas, Feministas antiespecistas.

Sin duda el movimiento feminista crece en Uruguay, aunque no es nuevo ni estrictamente nacional. La lucha feminista por América Latina no es sólo una canción sino una red que crece y se expande, que involucra a perspectivas ideológicas y tácticas diferentes, que consiguió hacer parar y sacar a la calle a millones de mujeres el 8 de marzo pasado; que sale de negro o de violeta; que consiguió hacer un paro masivo con adhesión de los “machirulos” del Pit-Cnt (señalando esas comillas las no menores polémicas que generó en la interna del movimiento); que busca todo el tiempo formas de manifestar, de prevenir, de dar herramientas a otras mujeres en situaciones jodidas.

Las diferencias entre los feminismos no son menores e involucran desde la relación con el sistema político hasta las posturas con relación al punitivismo. Los feminismos que rechazan toda forma de violencia y los que quieren “jugar al ahorcado”, los que planifican acciones y alianzas y los que rechazan toda forma de institucionalización y estabilización de las formas de lucha, los que creen en el lobby político y los que proponen la acción directa, los que buscan “educar” o sensibilizar a los hombres y los que quieren castigarlos, los que entienden que hay que rechazar sí o sí toda forma de violencia y los que creen que estamos inevitablemente atravesadas por ella. Estas tensiones hacen parte del movimiento y su heterogeneidad y plantean al feminismo como un campo que también está en disputa, aunque intentando articular sus diferencias. Diversas pero no dispersas”, como decía el lema del Encuentro Feminista de América Latina y el Caribe (Eflac). Evitar la dispersión quizás sea uno de los principales desafíos del feminismo, para que su multiplicidad no disminuya sino que alimente su potencia.

Alerta antes; antes del primer grito, del primer acoso, antes de que el cerco de violencia y muerte se cierre.”5 Lo cierto es que no podemos evitar la próxima muerte ni la próxima violencia, pero sí podemos sentir que la vida se intensifica al estar juntas, al gritar que si tocan a una nos lastiman a todas y a todos. No podemos evitar la próxima puñalada ni la próxima alerta, pero podemos percibir que el movimiento crece. Se habla de “marea”, y en vez de puños en alto se alzan manos haciendo olas. El feminismo no es sólo cosa de vaginas: nos metemos de lleno en la disputa por la vida, por los cuerpos. Nuestra violencia es decir no a la tentativa permanente de avasallamiento del poder. Las alertas feministas son hechas para impactar sobre la opinión pública pero sin duda su singularidad está en la capacidad de producir subjetividad militante, empoderamiento y solidaridad femenina, un mundo político donde la territorialidad machista es desplazada por flujos colectivos que aparecen y desaparecen, que encienden fogatas en la calle, que bailan para espantar a la muerte, que inventan sus propias canciones y ritos, que lloran a sus muertas abrazándose, sabiendo que la rabia es autodefensiva y que la búsqueda es de amor.

El feminismo lucha inherentemente en múltiples planos a la vez: no puede elegir entre la micropolítica o la macropolítica. Ni las movilizaciones ni la toma de conciencia ni la articulación colectiva ni las leyes pueden evitar el próximo asesinato (¿o sí?). Sin embargo son imprescindibles, y juntas promueven transformaciones que impactan en las formas de vivir, de amar, de hacer política, de coger, de salir a la calle, de pensar nuestras diferencias y nuestros horizontes en común. Las Alertas son una coreografía de movilización que anima a despertarse a un tipo de política que hace cosas que aún no sabemos.

Alerta para estar, para cuidar a la que se cae, para abrazar a la que no está pudiendo. Alertas para saber que juntas somos fuertes.”6 No todos festejan esta fortaleza; el feminismo es visto como peligroso por quienes adhieren al sistema actual de desigualdades y/o se incomodan con la exposición de sus privilegios. Pero no hay privilegio sin sometimiento y es por eso que el feminismo tiene también una contrarrevolución enfrente. Muestra de ello es el ataque constante desde el frente de los (y las) “incorrectos”, o la presencia de infiltrados policiales en las últimas dos alertas montevideanas, o la represión sufrida en Argentina y Brasil por manifestaciones feministas durante este año. Las dos últimas alertas tuvieron una particularidad. En la del jueves 7/12 - por el asesinato de Alison Patricia Pachon Toranza de 20 años por parte de su pareja apodado "kiqui" en el barrio Tres ombúes de Montevideo y solo dos días después de la realizada en nombre de María Noel Bourdín Díaz, de 30 años, asesinada por su ex pareja Miguel Maldonado, en la ciudad de Dolores. - unas algunas de las manifestantes declaran haber visto una mujer que portaba un arma y retrataba permanentemente a lxs manifestantes con su celular, acercándose también de tanto en tanto a un auto blanco que acompañaba a la marcha. El 14 nuevamente una mujer rubia, alta y de pelo corto se hizo presente sin dejar por un instante de filmar y fotografiar a las asistentes a menudo fingiendo sacarse selfies o cantar canciones que visiblemente no conocía. No es raro si consideramos que recientemente se conocieron listas de activistas fichados por redes de espionaje secreto del propio estado uruguayo.

Salimos a la calle porque sabemos que no son hechos aislados, porque sabemos que esta violencia es estructural y nos violenta todos los días.”7 Nombrar a los muertos, nombrar las luchas, escrachar al poder. En un momento en que el continente vive una afrenta neoliberal, autoritaria, represiva que muestra que nos atraviesan luchas en algún punto semejantes, el feminismo emerge como una lucha trasnacional e interclasista, en la que sin embargo son las mujeres pobres las más oprimidas por un capitalismo en alianza con el patriarcado.

La articulación internacional es clave para la construcción de feminismos latinoamericanos que dialoguen con otras luchas que actualmente atraviesan el continente, dándonos cuenta de que nuestra desintegración ha sido aprovechada por un poder neoliberal dispuesto al extractivismo más salvaje de nuestras vidas. Ante esto la relación entre el feminismo uruguayo y el argentino y el brasileño resulta clave. Ni Una Menos es uno de los focos de irradiación de este intento de internacionalización, y desde dicha organización ya se han comenzado a pensar acciones para los meses que vienen.

En conversación con Verónica Gago vocera del movimiento destacaba algunos ejes que está teniendo esta planificación. En primer lugar sobre el 8 de marzo de 2018 se maneja un “concepto del paro como proceso; se va tejiendo el paro a partir de acciones en distintas escalas, en distintos lugares, con organizaciones, muy diversas. La idea de pensar el paro con esta temporalidad supone correrse del paro como acontecimiento aislado y espectacular. Esto pone la pregunta de cómo se conectan modalidades de organización y de visibilización que tienen una fase más callejera y más masiva, con una dinámica organizativa que es más cotidiana y que tiene otra economía de visibilidad”. Sobre la internacionalización del movimiento Gago comentaba que en el presente “se está organizando y ampliando la red internacional y actualizando a partir de las coyunturas concretas en que los distintos países están luchando o protestando u organizándose. En el caso de Argentina, pero hemos constatado que no solo acá, la cuestión del ajuste, la crisis y el papel que están teniendo las finanzas en ese ajuste y en esa crisis es un tema que intentaremos profundizar. Nos interesa vincular la cuestión financiera con el precio de los alimentos y de los medicamentos y cómo estas cuestiones afectan de manera especial a las economías populares, en particular al modo en que esas economías tienen como protagonistas a las mujeres”. Otro de los ejes fuertes en torno a los que se están construyendo articulaciones tiene que ver con “la conflictividad que se organiza alrededor de lo que se viene llamando cuerpo-territorio y eso incluye conflictos sobre la cuestión de neoextractivismo y conflicto de tierras, la cuestión del aborto que es una problemática aún muy presente para toda américa latina, hasta las nueva formas de violencia que organizan estos conflictos por el cuerpo territorial”.

El deseo y la necesidad de luchar es enorme y se mueve como el gas: se mete en todos lados, traspasa los cerramientos y junta a los cuerpos, mueve plazas y contingentes, llega a la casa de quien nunca se pensó feminista ni oprimida, llega a los whatsapps y a las camas, es invisible pero igual pega, y fuerte. Somos los hijos de todas las luchas que nunca pudieron quebrar. Somos hijas de una historia de luchas y de un presente de sublevación y revuelta en América Latina. Por un momento imagino que contamos hasta 34 como en las marchas por los 43 normalistas desaparecidos en Iguala; me imagino en el congreso de Rio de Janeiro, donde hace poco grité y lloré con mujeres por la legalización del aborto y por el cuerpo de las mujeres pobres, y en cómo llegó la policía a intentar dispersar con gases pero tuvo que replegarse al ser enfrentada (verbalmente) por mujeres (algunas acompañadas de sus hijos); pienso en las mujeres indígenas de Bolivia o Ecuador con su ancestralidad revolucionaria corriendo en las calles y en las venas, en las mujeres palestinas y kurdas, en la lista de femicidios de este año en Paraguay y cómo al leerla aparece un macabro parecido de los casos entre sí y con los uruguayos, me recuerdo con la garganta ahogada por una angustia que al principio no me dejaba ni cantar pero que se ha ido volviendo fuerza en la sucesión de alertas, al ver que no estoy sola y que ellas tampoco lo están. La capacidad de cuidado que siempre está para otros la estamos disponiendo también para nosotras mismas. La solidaridad también. “Sororidad” es la palabra que viene a revertir demasiados siglos de vivir en función de un mundo organizado por y para los hombres. Estamos alertas y en las calles, estamos aquí y ahora, estamos para transformar. El amor nos guía y la rabia es la manifestación de su instinto de supervivencia. Vivas y juntas nos queremos. Dicen que el feminismo es violento: nuestra violencia es existir.

Lucía Naser





1. Consigna repartida y leída en la alerta feminista del 14 de diciembre en la plaza Cagancha, con motivo del asesinato de Araceli Umpiérrez.
2. Facebook de la Coordinadora de Feminismos Uy.
3. Consigna repartida y leída el 14 de diciembre en la plaza Cagancha.
4. Ídem.
5. Ídem.
6. Ídem.
7. Facebook de la Coordinadora de Feminismos Uy.




TEXTO EN BRECHA:




miércoles, 20 de diciembre de 2017

Violencia de navidad (visperas de mierda)

2017. No hay ni habrá felicidades ni felices fiestas.
Este diciembre está teñido de violencia que se multiplica cada vez que una vieja, un periodista, un senador o un joven facho le echa la culpa a "lxs revoltosos", esos eternos desconformes.
Nuestra historia de disconformidad: no nos adaptamos. Ni lo haremos.
Nuestra violencia es existir
Es querer existir.
Es negarnos al despojo actualizado. Las carabelas contemporáneas y sus especies financieras.
Nuestra violencia es poner nuestras cuerpas neoliberalizadas adelante de las reformas y de los búnkeres donde a puertas cerradas se define nuestro destino.
Son las compras de navidad a precios rebajados, los que compran la maqueta pasajera de un mundo colorido con olor a sidra y nuez. Nuestra violencia es que no podemos pensar en otra bengala que no sea la de la manifestación, la que viene con el grito y encuentra la bala como respuesta.
Nuestra violencia es saber que no podemos evitar la próxima violencia pero que la vida se intensifica y cobra sentidos al estar juntxs resistiendo. Nuestra violencia es que la calle ya no tiene nada que ver con lo “común” y que lo público se transformó en espacio sujeto a control y reglamentación policial.
La violencia no es una elección sino la condición de nuestra existencia. Nuestra violencia es salirnos del eje yoico y empatizar con los dolores que nos llenan de violencia. Nuestra violencia es odiar la injusticia; que nos duela la bala y también el dedo que gatilló siguiendo alguna orden o peor, siguiendo un deseo.
Es nuestra la violencia de que ya no haya un nosotros donde reconocernos y también que la existencia tenga cada vez más forma de mercadería.
Nuestra violencia es.
Nuestra violencia es que el silencio firma el pacto implícito que manda a los más vulnerables a la primera línea de fuego. Son los aromatizadores de la conciencia, el gas lacrimógeno del que inflan sus globos. Nuestra violencia es que en vez de transformación llegó cambiemos.
Nuestra violencia es creer que tenemos tanto más que perder; son hombres blancos vendiéndonos la libertad mientras se tocan la pija erecta por fantasías de poder. Nuestra violencia es la perversión de los mecanismos de visibilidad que nos exhibe logrando instantáneamente volvernos invisibles. Nuestra violencia es la semiosis del mundo devorando a lenguajes y traductorxs para cagar imágenes.
Nuestra violencia es la incapacidad de las imágenes de cruzar la frontera de la retina en un resplandor que nos mantiene encandilados. Es no haber aprendido a hacer política con el cuerpo; es la representación; es que nuestra producción de imágenes está encapsulada por un cerco invisible.
Nuestra violencia son los infiltrados, la desconfianza, el golpe bajo, la mentira oficial, las vísperas de lo que nunca llega, el gobierno por simulacro, los decretos de realidad.
Nuestra violencia es encontrarnos en la disyuntiva entre la insistencia ciega o la rendición con lucidez.
Son los titulares de los diarios, la tergiversación incontestable, la centralidad del centro, la forclusión del deseo, la censura de imaginarios sofocados por la realidad (imaginaria), la cartelera de fracasos que nunca nos margina. Violencia es la abstracción de las contradicciones, las soluciones liberales, la cultura para el trabajo, la unidad nacional y sus símbolos con manchas antiguas de sangre nueva, el odio al parecido, el miedo al diferente.
La gente que sale de las iglesias universales, el olor a meo de las veredas de las iglesias, el olor a nada de los chirimbolos de navidad, los préstamos en efectivo, los 50 minutos de informativo dedicados al shopping de la señora, al ritual de El señor.
Nuestra violencia es el miedo a nosotros mismos, son las cifras que nuestros presupuestos no- comprender, es quedarnos en casa cercando nuestra existencia en los metros cúbicos que el sueldo consiguió privatizar, es la privatización de la existencia, el sálvese quien pueda, es el "feliz navidad".
La violencia es. Percibirlo da un indicio de que queda amor abajo de alguno de los tejidos que la bala perforó, que el gas hizo temblar, que el grito convirtió en rabia, que el mantel de navidad intenta tapar pero aún así sangra.
Este diciembre el rojo de la navidad es el de la sangre de lxs compañerxs que están matando, acá al lado, muy cerca de tu país y quizás cerca de tu barrio.
¿Cómo vas a celebrar?

martes, 12 de diciembre de 2017

Comernos lo que somos: "Trilogía Antropofágica" de Tamara Cubas

Comernos lo que somos
Versión expandida de la publicada el 12 de diciembre de 2017 en la diaria Cultura

foto Nacho Correa
El viernes y el sábado de la semana pasada, el teatro Solís presentó la Trilogía antropofágica, dirigida por Tamara Cubas y creada por ella junto a Santiago Turenne, Leticia Skrycky y un colectivo de artistas. Considerada única obra, tiene una duración de cinco horas y propone un recorrido por tres verbos (permanecer, resistir, avasallar), tres salas y tres configuraciones escénicas. Conviene detenerse primero en su descripción y abordar luego su marco conceptual.
Permanecer se realizó en la sala Zavala Muniz y es, como adelanta su nombre, una performance duracional de cuatro horas en la que el público es invitado a “permanecer de pie en una plataforma cubierta de carbón y en constante movimiento”. El folleto explica que el tiempo de esa permanencia y exposición dura hasta que otra persona ingresa al espacio, y que “descalzos, en silencio y con la mirada hacia los otros, la yuxtaposición de nuestras singularidades hará a la identidad de nuestro colectivo”. Así, la obra se devora al público y lo vomita en el centro del escenario, convertido en intérprete voluntario. La decisión de ingresar pone a quienes lo hacen en estado de alerta, observando el espacio y a los demás, intentando anticipar otra iniciativa de pasar al frente, siendo sorprendidos por la vulnerabilidad de ponerse en escena sobre un piso difícil de transitar y que tiembla en forma ensordecedora. De los tres actos, este es el más bello, huyendo de la espectacularización y desarrollando un universo de relaciones entre sus materias primas: cuerpos, tiempo y objetos. Esta parte resulta también, al ser gratuita (para las otras dos se cobraba entrada) y sucia como sólo puede serlo una tonelada de carbón, la que menos respeta el espacio simbólico y la institución cultural que es el Solís y a todo lo que representa en la historia “uruguaya”, término que también es avasallado, como veremos luego, por esta Trilogía.
El acto II, Resistir, tuvo lugar en la sala Delmira Agustini, a la luz de un sol que rebotaba, amarillo, sobre tablas de madera ordenadas caóticamente por toda la superficie escénica. Resistir es repetir y respirar; la repetición amaga significados que hacen resplandecer a la hinchada, al sexo, al deporte, al combate, a la violencia, al clown, a obras como Mordedores, de Marcela Levi y Lucía Russo; What they are instead of, de Jared Gradinger y Angela Schubot; o Desde, de Vera Garat, Tamara Gómez y Lucía Valeta, entre otras imágenes de cuerpos desbordados de insistir. Hay algo en común entre permanecer y resistir; los verbos y los actos de Cubas se hacen colectivamente, en la escena de lo humano. Los cuerpos del acto II transitan con dificultad entre las tablas que sobresalen agudas mientras está fresca la experiencia de Acto 1, la planta de pie desnuda sobre el carbón, la búsqueda del punto fijo donde hacer una pausa para permanecer y mirar siendo mirado, el abrazo de ojos lanzado desde la butaca a quien tembló en ese suelo y compartió el desequilibrio en un juego simple pero intenso experiencialmente. ¿Al final qué hay de malo en lo simple?
En la coreografía, de inicio calmo y suelo intransitable, los intérpretes se sostienen en la respiración y en las articulaciones, en el humor y en el grotesco, en el sudar de lo otros, en la autoarenga, en nuestros ojos y cuerpos que, con el correr del tiempo, oscilan también. La metaquinesis mueve al estómago antropofágico, que es un órgano vibrátil.
La espectacularización del aguante, la ridiculización del aguante, la transformación que produce la resistencia, el hambre de carne que emerge del cuerpo en máximo esfuerzo, la ambigüedad entre los gestos de aliento, sofocamiento, excitación sexual, las manos que buscan los órganos de los otros, pequeños toques de zonas erógenas y los mismos toques pero sin ropa, cuadros repetitivos que se van transformando por la transformación de los cuerpos que los ejecutan, estructuras lineales que presentan a la vez algo de circular. El agotamiento adelanta la lógica del tercer acto: el avasallamiento.
Avasallar se montó en la sala principal, y es el acto en el que la madera ya no aparece hecha carbón ni desperdigada, sino formando una estructura que a modo de pared atraviesa el escenario. Al lado de ella, una pila de otras maderas, aún en fase de deconstrucción. Comienza con una calma a la que sigue una avalancha de cuerpos energizados al máximo; como deportistas furiosos y escapados de una jaula, que solitariamente repiten una rutina de entrenamiento o prueba física, desde el campo abierto a una orgía y a una obra del Bosco, el acto presenta cuadros siempre en movimiento hacia nuevos momentos.
Esta parte es –ayudada por la sala grande– la más clásica como obra coreográfica, con personajes, iluminación acorde a una dramaturgia unificada, momentos de virtuosismo y manejo de los clímax y pausas. Su sonoridad está estudiada y compuesta a partir de voces, golpes, gritos individuales y colectivos, con un vestuario que se acerca a lo deportivo-pop, y escenas organizadas desde una lógica formal cuya visualidad es predominantemente rítmica.
Sólo me interesa lo que no es mío”*
El proyecto cultural antropofágico nació en Brasil en 1928, con la publicación del “Manifiesto Antropófago”*, de Oswald de Andrade, que delineaba algunas ideas ya presentes en la “Semana de arte moderno” de San Pablo (1922). Demandaba la reevaluación y reformulación de la identidad brasileña, basándose en la metáfora del acto caníbal. En los textos de De Andrade (1928), esa metáfora indica cómo lo primitivo, el hombre amerindio, el caníbal-civilizado y actual brasileño, devora la cultura ajena y se apropia de ella, transformándola y haciéndola suya sin culpa. Así señala las raíces históricas de civilizaciones destruidas de América; los nuevos significados de la relación humana con la naturaleza y con su propio cuerpo, la sexualidad, los afectos y la comunidad; y el deseo de transformar miedos y odios tradicionalmente ligados a los relatos europeos sobre el canibalismo americano en el reconocimiento artístico de un estado de libertad sin límites y una visión poética de renovación cultural. Voceros del Movimiento como Mario de Andrade - para quien el movimiento modernista fue esencialmente destructor (hasta de “nosotros mismos”) -, consistía en la fusión de tres principios: “el derecho permanente a la investigación estética; la actualización de la inteligencia artística brasileira; y la estabilización de una conciencia creadora nacional" (MA citado en Mendonça Teles 447). Esta nueva consciencia buscará crear otras bases para el pensamiento brasilero, proponiendo un balance entre pensamiento retrospectivo (pasado cultural) y actualidad (arte contemporáneo). ¿Qué devora y qué propone esta Trilogía antropofágica?
Salvo que se conozca a los artistas o se decida investigar en profundidad su proceso creativo, el título y los procedimientos que dan lugar a esta obra permanecen como un misterio para el espectador. La Trilogía presenta una continuidad interna que tiene que ver con los materiales empleados en cada acto –madera y cuerpos en diversos estados–, y cierta contigüidad estética respecto de las obras devoradas, que pertenecen a tres coreógrafos brasileños de moda: respectivamente, en cada acto, Vestigios, de Marta Soares; Matadouro, de Marcelo Evelin; y Pororoca, de Lía Rodríguez. Por la selección de las coreografías y coreógrafos, y por su intento de inscribirse en la tradición del Movimiento Antropofágico, podríamos decir que la obra dialoga, más que nada, con la cultura pasada y presente de Brasil, por cierto un presente en grave crisis política y social con miras a agravarse. 
Sin embargo, y haciendo eco a los cuestionamientos de los propios antropófagos a las identidades nacionales, quizá la elección de Cubas ponga en problemas a la identidad, y entre ellas a la “uruguaya”.
La danza contemporánea –como casi toda la danza escénica en Uruguay– ha ocupado un rol de transculturación, trayendo al país estéticas y técnicas en boga en lugares centrales de la cultura mundial como Europa o Estados Unidos. La selección de Cubas da cuenta de su deseo de ese “otro cuerpo” brasileño, pero al devorar a tres coreógrafos exitosos de la danza contemporánea internacional, pone en su plato las expresiones más vanguardistas de una cultura como la brasileña, cuya historia está marcada por fisuras entre lo popular y lo erudito, lo “moderno” y lo “atrasado”, las ciudades y el interior, lo “civilizado” y lo “salvaje”. Las obras devoradas –y el propio movimiento antropofágico– ponen en cuestión esas divisiones, y es necesario recordar que ese movimiento fue fundado por modernistas de San Pablo que intentaban esas asimilaciones (como antes lo hizo el mestizaje), y no por indígenas o sertanejos que trataban de valorizar culturas precoloniales. Estos datos sitúan a la Trilogía en un espacio de conflictos geopolíticos e histórico-culturales que, al igual que aquel movimiento, no es para nada ingenuo, sino el objeto y resultado de su propia provocación.
La lógica de devorar obras de otros está presente en Cubas más allá de esta trilogía y de los artistas del menú. Es posible reconocer en la obra ingredientes de otras ollas y otros cocineros: Historia natural de la belleza, de Andrea Arobba; Otro teatro, de Luciana Achugar; La masa, de Federica Folco; Multitud o Puto Gallo Conquistador, de la propia Cubas; algo de Constanza Macras con Guillermo Gómez Peña, de Ann Liv Young con Miguel Gutiérrez, cuerpos que podrían haber sido incorporados, sin nombrarlos, a este banquete.
Uno de los rasgos que caracterizan a la danza contemporánea es el uso de discursos metacoreográficos que expanden los sentidos de una obra, orientan procesos conceptuales, ofician como traducción de un lenguaje caracterizado por su iconicidad o antiliteralidad, y ponen a la danza en relación con otros modos de pensamiento. Sin embargo, esa utilización de marcos teóricos y conceptuales de alto vuelo filosófico y político para presentar –o legitimar, o “vender”– obras de danza necesita ser repensado, a la luz de los efectos de la mediación que ellos generan. Y también para diferenciar los discursos que expresan las intenciones e inspiraciones de los autores de lo que las obras efectivamente hacen o expresan. Es distinto decir que el Movimiento Antropofágico influyó a una obra y que esta es antropofágica; señalar que la resistencia ha inspirado a los cuerpos de esta creación coreográfica, en la que se destacan especialmente los desempeños de Alina Folini, Vera Garat y Turenne, y afirmar que es resistencia; ocupar el Solís programando tres obras simultáneamente en una gran producción (teatral y económica) y decir que el Solís efectivamente se está ocupando en el sentido político de toma del teatro. Devorarse al otro para transformarse es diferente de inspirarse en su estética y crear en relación con él. En la tensión entre las palabras y los actos, es difícil ver cómo lo anunciado en los textos se hace carne en las propuestas escénicas, y una llega a desear no haber leído (o escrito), sino simplemente haber visto y pisado.
Los actos de la Trilogía toman lógicas coreográficas de las obras devoradas, pero más que antropofagia la obra hace pensar en lo que Haroldo de Campos llamaba una transcreación; una forma de traducción que no busca ser fiel al original, sino que asume como premisa la transformación inherente a todo proceso de llevar algo de un lado a otro. La apuesta y las puestas de Cubas están quizá más cerca de ser adaptaciones, pero aun así manifiestan sus cuerpos, como decía el propio Manifiesto Antropófago, “contra todos los importadores de conciencia enlatada. La existencia palpable de la vida”.













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viernes, 8 de diciembre de 2017

Ofensiva sensible (Diego Sztulwark)


Ensayo sobre neoliberalismo
Ofensiva sensible

Diego Sztulwark*
publicado en Brecha y Lobo Suelto!


Imagen: Fede Murro

En este 2017 en que se cumplen 100 años de la revolución rusa y un siglo de obsesión con la revolución, nos encontramos en un momento de repliegue1. Replegarse no es desbandarse o desorganizarse, no es entrar en esa zona de lamentos en la que muchas veces nos encontramos. Replegarse es reconocernos dentro de una fuerza, dentro de una historicidad y pensar sobre qué lugar ocupamos en esta coyuntura como fuerza. Es dar un paso atrás para revisar estrategias. Para esto propongo que pensemos en cinco cuestiones.

DEL NEOLIBERALISMO. La idea de neoliberalismo que tenemos fue impuesta por la dictadura mediante el terrorismo de Estado y luego mediante los votos, durante el menemismo. Esa idea fue derrotada en las calles en 2001. Durante el kirchnerismo tuvimos un período sin retórica neoliberal. Sin embargo, el neoliberalismo está hoy entre nosotros; es más que aquella coyuntura de los años 90. Una reevaluación crítica de la última década puede ayudarnos a entender mejor en qué consiste su eficacia.
Foucault describe al neoliberalismo como un gobierno de las conductas, de las almas, cuya premisa es que la potencia individual y colectiva se maximiza adoptando la forma empresa. Y que todo aquello que obstaculice esta diáfana forma empresarial del ser es patológica. El discurso actual del oficialismo considera peligroso –corrupción, mafia terrorismo– a todo lo que opaque mínimamente estas formas de hacer sociedad a partir de la forma empresa asociada a la libertad y al progreso.
El neoliberalismo, según Foucault, es la aplicación del cálculo económico a todo lo extraeconómico. Es decir, la ampliación del modelo de la racionalidad de la economía política hacia todos los aspectos no económicos de la vida. Ser neoliberal es calcular todos los aspectos de la existencia como si estuviésemos en el mercado. A la larga esta forma de cálculo nos condena a la obediencia de la coacción de la valorización neoliberal. Y la comprensión del mundo se moraliza.
El neoliberalismo es diferente del liberalismo del siglo XVIII en el cual el Estado se abstiene de actuar para dejar actuar a los mercados. Lo neoliberal no tiene esa concepción naturalista de los mercados. Al contrario: el neoliberalismo es un fenómeno fuertemente estatal. Se trata de producir y sostener el medio como mercado y la vida como empresa. La concepción que opone Estado a mercado es demasiado simple y caricatural. Lo que vemos hoy es un estado neoliberal presente y ultra activo.
Como forma de gobierno, el neoliberalismo pone en el centro a la libertad: se trata de una experiencia ambigua de la libertad que proviene de la libertad de mercado. Es una libertad (“nadie me dice lo que tengo que hacer, yo me valorizo a mí mismo”) que a cada paso se revierte como obediencia. La crítica meramente ideológica del neoliberalismo cae en la impotencia cuando se moraliza y pierde su carácter estratégico. Antes que un sistema de ideas, el neoliberalismo es un diagrama de poder sin afuera. Necesitamos pensarnos dentro y contra el neoliberalismo. El afuera del neoliberalismo se construye en luchas concretas, no preexiste. Más que demostrar su falsedad quizás haya que ver si somos capaces de desplazar sus reglas en base a otras estrategias.
Autores contemporáneos como Franco Berardi, Rita Seagato señalan que el neoliberalismo (semiocapitalismo, patriarcal) es un régimen de “desensibilización”. La desensibilización es la incapacidad general de comprender lo no dicho, de ir más allá de lo codificado, de tener empatía con los otros más allá de la norma, es la inaptitud para introducir la ironía en un código explícito estructurado. La desensibilización surge tanto de las exigencias de actualización empresarial de la vida (desposesión subjetiva) como del terror y la violencia que subyacen al régimen de la propiedad privada concentrada (desposesión objetiva).

DE LAS MICROPOLÍTICAS. Para indagar sobre estas cuestiones es importante pensar el espacio de las micropolíticas que el neoliberalismo coloniza. Félix Guattari sostiene la tesis de que el capitalismo es micropolítico (macro y micro, ambas cosas a la vez) en la medida en que como régimen de producción no se ocupa de las mercancías sin apuntar más profundamente a la producción de subjetividad. Cada vez más, producción económica y producción de subjetividad se equivalen. ¿Qué implica esto para nosotros?
Simplemente que nosotros: docentes, terapeutas, trabajadores sociales, artistas, periodistas, intelectuales, en la medida en que trabajamos con el lazo social estamos de lleno plantados en el terreno de la producción de subjetividad. Subjetividad, es decir, producción de modo de ser, modo de vida. Estamos en el centro del campo de batalla. En otras palabras, la creación de subjetividad se da en un campo polarizado. El polo propiamente neoliberal trabaja estandarizando la vida. El polo disidente singulariza, abre a nuevas experiencias y sentidos. Guattari fue sobre todo un inventor de cartografías, un investigador de los vectores de singularización.
Las micropolíticas designan una dimensión de la existencia en la que podemos experimentar –cartografiar y descubrir– procesos y líneas de singularización. Suely Rolnik afirma que la micropolítica es el espacio donde se producen nuevas percepciones y sensibilidades. Un campo de experiencias donde –es lo que propongo– podemos aprender a inventar nuevas estrategias. Si la micropolítica ha sido colonizada por el neoliberalismo, estamos, a nivel de modos de vida, ante una colonización de las estrategias de existencia en términos de obediencia: cuánto más libres somos más obedecemos. Se trata de la constitución de una obediencia voluntaria.

DEL NEOLIBERALISMO Y LAS FORMAS DE VIDA. Consideremos la idea de forma de vida. Hay un filósofo llamado Pierre Hadot, a quien cita Foucault, que habla de la filosofía como forma de vida. Tomo de él la siguiente historia. En un momento de su vida, Hadot rompe con la iglesia católica francesa a la que estuvo muy ligado ya que no toleraba el modo en que la procesaba los casos de pedofilia. Observa que en esos casos la iglesia estaba menos preocupada por el daño comunitario que por la crisis de fe de los sacerdotes. Dado que el problema principal de la iglesia se revela como una desconfianza en los recursos naturales de la vida humana, la salvación sólo es concebible como una experiencia sobrenaturalista. Solo el más allá orienta una vida digna. Hadot no acepta esta idea e investiga en la tradición para descubrir modos de vida que traten la vida sin recurrir a una mistificación trascendente. Y descubre que eso está en los filósofos griegos. Ellos (sus diferentes escuelas) no estaban interesados en armar sistemas conceptuales coherentes, meramente intelectuales, sino en que sus ideas se orientaban a guiar “ejercicios espirituales”, es decir, a articular enunciados teóricos con disposiciones vitales no discursivas (cómo tratar con el miedo o la muerte). Se trata del problema del conocerse y cuidarse a sí mismo.
La filosofía puede ser entendida entonces como fuente de una articulación entre instancias discursivas y no discursivas que pretende modificar la vida, o aprender a vivir. De lo que se desprende que no merecemos ninguna verdad si no tenemos prácticas de transformación. Esta es la idea de forma de vida. Y es justo lo contrario de lo que nos propone el capitalismo. Lo neoliberal dice: la vida es difícil, mejor obedecer, todo puede ser comprado, consumido. Estandarización pura. Es la redundancia de la forma empresa. No merecemos ninguna otra verdad. Toda pretensión de otra verdad nos condena al terrorismo.
El psicoanalista Jean Allouch vio bien todo esto y realiza una pregunta al psicoanálisis: ¿no son estos “ejercicios espirituales” la genealogía más potente del freudismo? Se trataría de desmarcar toda idea terapéutica y analítica de un mandato de adaptación. Al contrario: la teoría de la subjetividad se resuelve como teoría de la transformación. Es interesante que Hadot ironice sobre la idea de Foucault según la cual lo griego enseñaría a transformar la propia de vida, como si se tratase de una obra de arte. El cuidado y el conocimiento de sí, advierte Hadot, no eran separables para los griegos de un cuidado y un conocimiento del cosmos y la comunidad. El problema de la forma de vida viene ligado entonces a la relación entre nuevas verdades y prácticas de transformación.

DE LA COYUNTURA. Intentemos introducir todo esto en la coyuntura regional y argentina. El año 2001 marca una deslegitimación de las políticas neoliberales (y siempre que diga Argentina voy a estar hablando de una buena parte de América Latina); visibiliza unas “subjetividades de la crisis”, nuevos modos de hacer, que son producidos en, para y por la crisis. Los llamaría subjetividades de la crisis. Se trata de un tipo de protagonismo social que liga un momento comunitario desde abajo con la destitución de la salida neoliberal. Y por tanto de experiencias fuertemente estratégicas. Del corte de ruta a la apropiación del plan, a las formas colectivas de hacerse cargo de la salud, del territorio, de la condena social en el caso de los piqueteros, o en el de los escraches, o el modo hacerse cargo de las fábricas, reconstruir mercados. Se trata de figuras cuya potencia surge de saberes populares, de estrategias en y para la crisis, de una potencia popular.
Las estrategias puestas en juego en 2001 podrían ser pensadas como parte de un “ejercicio espiritual” plebeyo. Toda la dimensión comunitaria y de lucha –de la reorganización de una fábrica al corte de ruta, de la condena social a la invención de una moneda de trueque– implica transformaciones subjetivas significativas. Todas esas subjetivaciones fueron muy importantes y pueden marcarse en continuación con una línea roja que comienza en el 77 con las Madres de Plaza de Mayo, con la invención de figuras que a la larga van resensibilizando el campo social. Que van respondiendo una y otra vez a los efectos desensibilizantes de los poderes (que del terrorismo de Estado al neoliberalismo se nos proponen continuamente). Son figuras de la crisis, no son figuras de obediencia. No piden ser gobernadas sino que ponen límites, ensayan mecanismos diferentes de la decisión colectiva, crean estrategias.
El segundo momento al que me gustaría aludir es al kirchnerismo, al ciclo de los gobiernos llamados progresistas en buena parte de la región y que pusieron en juego una Voluntad de Inclusión. Es decir, movilizaron una vocación de reparación, con una idea muy fuerte de incluir a los excluidos en el consumo y en los derechos. Muy importante es, en el caso argentino, la conexión con los derechos humanos y con los movimientos sociales, que son dos creaciones de ese período sobre las cuales nos merecemos un balance desde la izquierda, porque lo que no podemos hacer es tener complicidad con los balances miserables que la derecha hace de estos procesos, destinados aniquilar toda relación positiva futura entre Estado y derechos humanos; Estado y movimiento sociales. La derecha habla de corrupción y moraliza con el objetivo de destruir la historicidad de los movimientos sociales y los derechos humanos.
La conciencia colectiva de las aporías de la llamada “inclusión” por parte de estos gobiernos llegó tal vez demasiado tarde. Los gobiernos “progresistas” que incluyen a la gente en el consumo –algo que desde el punto de vista cuantitativo es enteramente reivindicable– no cuestionaron la calidad de los procesos de consumo. Quiero decir: un consumo es neoliberal por el modo en que subjetiva, en que se articula con determinadas micropolíticas neoliberales. De ahí la amarga reflexión de Álvaro García Linera: ¿cómo puede ser que sectores sociales plebeyos beneficiados con los procesos de inclusión social voten propuestas neoliberales? García Linera se preguntaba hace un par de años: ¿en qué nos equivocamos los gobiernos progresistas que cuando distribuimos riquezas lo que nos surge es un tipo de respuesta que no se puede gobernar en el marco de nuestras ideas y nuestros esquemas?
Arriesgaría que la misma cartografía de incluidos y excluidos implicaba ya un saber y una potencia a los sujetos estratégicos de la fase anterior. Que la idea de excluidos, aun si era verdadera desde el punto de vista del consumo y los derechos, no leía en toda sus posibilidades una cierta potencia popular. Ahí hay algo a revisar: ¿porqué esos sujetos que fueron tan centrales en destituir el neoliberalismo anterior no estuvieron en el centro de la toma de decisiones, en el centro de la nueva imaginación y sobre todo en el centro de la determinación de lo que se llamó consumo? Porque estemos claros que aumentos de consumo en países como el nuestro son fundamentales pero también es imprescindible pensar qué tipo de consumo, quién produce, qué empresas, qué modelos de felicidad, qué estrategias, quién toma las decisiones. No son cosas que estén separadas. La idea misma de “inclusión” es limitada cuando no se está dispuesto a plantear críticamente ese espacio en el cual se pretende incluir a los excluidos.
El kirchnerismo supo tratar con la crisis pero lo cierto es que lo hizo negativizándola. Es decir, restando valor a las potencias de la crisis, estimulando cierta idea de orden. La tesis de que recién con el kirchnerismo vuelve la política es errada. ¿Nadie recuerda cómo eran los piquetes del 2001? ¿No habían jóvenes ahí resistiendo y luchando? Hay un racismo interno que es preciso problematizar ahí. Porque hubo protagonismo popular y ese protagonismo tiene que ser reconocido. Finalmente, el kirchnerismo no se conectó ni escuchó a los intelectuales y movimientos que estaban criticando al neoextractivismo. Ningunear a quienes luchan contra el modo de acumulación es un límite estructural para cualquier proyecto popular democrático.
Finalmente llegamos al macrismo que plantea la ambigüedad que hay entre la instauración de un orden completamente banal. Decir que el macrismo es una banalidad no quiere decir que es un fenómeno trivial, sino que es un fenómeno de extrema redundancia (empresa y policía como receta para todos los problemas!). El macrismo es un problema serio con discurso banal. Es una reforma óptica que conduce todo a la transparencia empresarial. Toda opacidad, todo lo que va por fuera de su régimen óptico es terrorismo. El caso de Santiago Maldonado fue la lección definitiva de lo que es el machismo: una calificación del movimiento social desobediente como terrorista.
El macrismo es un fenómeno que supone un cierto fin de lo político, y de toda comprensión crítica de lo humano. Relacionado al tema Maldonado es también el despliegue de una estética de la crueldad. Rita Segato habla de una pedagogía de la crueldad, que es el tipo de crueldad que se aplica no tanto por fines estratégicos sino sobre todo en términos pedagógicos. En los femicidios se ve con claridad: mostrar la capacidad de crueldad no solamente en lo que va a sufrir la víctima sino en todo lo que van a percibir todos los que están mirando esa escena. Es un espectáculo que comunica un lenguaje, un espectáculo que comunica quién tiene el poder. La estética de la crueldad que puso en juego el macrismo es también para pensar. Recuerden en marzo de este año en el intento de los maestros armar una carpa y haber sufrido una terrible represión; el encuentro de mujeres, la marcha de Ni Una Menos, la represión en el conflicto de trabajadores de Pepsico. Son todas represiones a la luz del día. O en la 9 de Julio, mientras un movimiento piquetero está negociando con el gobierno, la policía reprime frente a las cámaras y en ninguno de esos casos la represión es una necesidad. Es un gobierno que decidió poner en circulación la crueldad como forma de consumo. Me parece bastante difícil de entender lo que pasó con el caso Maldonado si no pensamos que lo que está ocurriendo no es sólo una política represiva sino una pedagogía gigantesca en la crueldad.

DEL REPLIEGUE SIN DESARME. Cuatro ideas de las que podemos partir para evitar que el repliegue devenga desbande.

Primero: la unidad del análisis de lo micro y lo macropolítico. Es decir, en 2001 la discusión con muchos compañeros y compañeras era la discusión sobre si era lo macropolítico o lo micropolítico lo que importa. Me gustaría ver si podemos pensar que macro y micropolítico son aspectos inescindibles de una misma realidad. Que son dos maneras de mirar que demandan articulación. Se trata de dimensiones distintas, no de ideologías diferentes. No es posible elegir entre una estrategia macropolítica o una estrategia micropolítica. Si queremos pensar el macrismo veremos hasta qué punto su triunfo se debe a la influencia de micropolíticas neoliberales.

Segundo: ¿cuál es la imagen de potencia que podemos oponer a la imagen de potencia que el neoliberalismo moviliza, que es una imagen contundente, productivista? Es la idea de podemos más podemos todo. Tenemos que estar todo el tiempo presentándonos como sujetos productivos, plenos, creativos, valorizantes. La potencia es todo lo que podemos y podemos siempre y podemos más. Esto niega que la potencia real de la existencia, la capacidad de hacer y pensar de la que habla Spinoza, es siempre una potencia que está atravesada por lo frágil, atravesada por la angustia, por patologías, por no saber. Es una potencia sin imagen previa. No es el sí podemos, es el qué difícil que es todo.
Los que estamos en experiencias colectivas, en militancias, trabajando con los lazos sociales sabemos que no se puede. Sabemos lo que cuesta todo. No estamos como los idiotas cantando sí se puede, estamos todo el tiempo frustrándonos con todo lo que no se puede. Ese punto de la potencia yo creo que es un punto fundamental para restituir. Porque sino el tipo de potencia que está emergiendo es una potencia de compra de mercancía, que simplemente lo que va a hacer es liquidar todo el capital que tenemos para recuperar.

Tercero: la capacidad cartográfica desde abajo. Lo que enseñaron estos años los trabajadores de la economía popular o el movimiento de mujeres. Cartografiar procesos de singularización en la economía, a nivel de los afectos, cartografiar la sociedad, cartografiar las formas de poder, entendiendo que el problema del patriarcado no es un problema de género en sentido literal sino limitado. Que no es un problema de especificidad de una minoría de personas que son llamadas mujeres y que son maltratadas por un problema de formación de algunos hombres, sino que el patriarcado es estructurante de las relaciones, estructurante de las formas de castigo, estructurante de las formas de productividad, estructurante de la idea de premio y castigo. Esta capacidad de mapear desde sensibilidades desplazadas, retoma el problema de la crisis, no como negativa sino como escenario fundamental para armar estrategias, para atacar todos los puntos de desensibilización que el patriarcado va produciendo en nuestra sociedad.

Cuatro: la historicidad. El movimiento de derechos humanos se juega algunas disputas fundamentales de este momento. Es muy necesario ir más allá del papel tradicional de los organismos de derechos humanos porque cambia la naturaleza de la violencia que tenemos que desactivar: la violencia actual es el racismo a los pibes en los barrios, la violencia actual es el femicidio, son los trabajos precarios. Pero más allá de esta crítica posible, hay que retener que en la coyuntura actual está jugando muy centralmente el cuestionamiento que la derecha hace del rol que los organismos de derechos humanos han desempeñado estos años en términos de sostener la historicidad de las luchas en Argentina. Henry Meschonnic opone “historicidad” a “historicismo”. El historicismo es la capacidad de inscribir cualquier cosa en su fecha de origen; la historicidad es la capacidad de entender cualquier creación como manera de escapar a una época. La historicidad se liga siempre con una desobediencia. Traduce desobediencias pasadas en desobediencias actuales. Pero también crea espacios de sensibilidad para traducir luchas diferentes sin un lenguaje común. Ese es su peligro.


* Diego Sztulwark es docente y editor. Coordina grupos de estudio de filosofía y pensamiento político. Es co- editor de la obra completa de Rozichner. Editor del blog Lobo suelto!, participante de la editorial Tinta Limón. Autor de varios libros, algunos de ellos junto al Colectivo Situaciones.

1. Esta es una versión resumida de la charla “Neoliberalismo y formas de vida. Un repaso por la coyuntura argentina” presentada el 10 de noviembre en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso Argentina). El texto recibido por Brecha fue editado por Lucía Naser y es reproducido con autorización de su autor.

Encastres
“La crítica meramente ideológica del neoliberalismo cae en la impotencia cuando se moraliza y pierde su carácter estratégico. Antes que un sistema de ideas, el neoliberalismo es un diagrama de poder sin afuera. Necesitamos pensarnos dentro y contra el neoliberalismo.”

“Si la micropolítica ha sido colonizada por el neoliberalismo, estamos, a nivel de modos de vida, ante una colonización de las estrategias de existencia en términos de obediencia: cuánto más libres somos más obedecemos.”

“¿Porqué esos sujetos que fueron tan centrales en destituir el neoliberalismo anterior no estuvieron en el centro de la toma de decisiones, en el centro de la nueva imaginación y sobre todo en el centro de la determinación de lo que se llamó consumo? (…) Ningunear a quienes luchan contra el modo de acumulación es un límite estructural para cualquier proyecto popular democrático.”

“El patriarcado es estructurante de las relaciones, estructurante de las formas de castigo, estructurante de las formas de productividad, estructurante de la idea de premio y castigo.”