Entre
el en
dehors
y la causa abierta
Sobre Sinfonietta, Without words y La consagración de la primavera por el BNS. Auditorio del SODRE.
Sinfonietta (1978) Jirí Kylián (Praga, 1947)
Without words (1998) Nacho Duato
La consagración de la primavera (, Igor Stravinsky - Oscar Araiz (La Plata, 1940)
Está
parado en la esquina y calculo que podría tener 25 o 35 años.
Evidentemente arreglado para la ocasión sostiene una bolsa de nylon
blanca como de super pero sin comida adentro. Su apariencia cuidada
combina más con el resto del público que la mía, que vengo de ropa
de ensayo y por cierto, bastante sucia. Al final fui sola y como me
dejaron 2 invitaciones deambulo entre los grupitos de espectadores
tempraneros, buscando alguien sin entrada para regalarle una. No
abunda la gente sola. Me acerco a él y le pregunto si quiere una
entrada. Me dice que en el refugio le dijeron que viniera, que podía
ver a la sinfónica si estaba 7.30 en la puerta. Le aclaro que es el
ballet del SODRE y acepta la entrada medio incrédulo y preguntándome
si soy asistente social (omito mis antecedentes sociológicos). En
ese momento me doy cuenta de que seremos compañeros de butaca y que
más allá de darle una entrada, él iba a darme su compañía. La
“gala” ya promete desde su título mucho glamour para el que el
público vino preparado y predispuesto. Entramos.
La
primera obra es Sinfonietta,
de J. Kylian, con música de Leoš Janáček. La irregularidad y
asimetría de la música del checo ya anticipan algo de la estética
de La Consagración de la Primavera. Sin embargo el paisaje
impresionista y la armonía coreográfica se parecen más a un estilo
clásico y abstracto. Piernas se elevan en máxima tensión y
estiramiento y me acuerdo de ese texto que habla de la rigidez de los
miembros en el ballet desde un punto de vista fálico. Me llama la
atención la profunda oscuridad en la que estamos sumidos. Somos
dejados sin luz para favorecer la ilusión escénica. Yo
no le encuentro ningún sentido... pero bailan bien,
me dice Pablo. A esta altura tuvimos unos minutos para conversar e
intercambiar nombres y profesiones. ¿Qué
escribís ahí?,
me pregunta relojeando mis notas. Me dedico a la danza, digo. Y
explico mi uso de una libretita ridícula contándole que me gusta
escribir sobre las obras que veo. Le digo que lo que escribo no tiene
mucho de interesante y que él recién describió algunas impresiones
que yo también tenía y que intentaba escribir de modo más complejo
(o quizás sólo más complicado). Él me cuenta que tiene 25 años y
7 entradas. 4 en Montevideo y 3 en el interior. La última fue en
Salto donde la cosa es mucho mejor. Acá en Montevideo se ve mucha
maldad… ¿Del
muro?.
me pregunta levantando las cejas, cuando le pido que me cuente más
de la vida allá adentro. Dice que la próxima tiene que tener
cuidado porque si cae en Montevideo lo engloban. Me explica que eso
significa que le cobren todo lo que debe. Pablo tiene varias salidas
por buena conducta. Y así como sabe perfectamente qué fue que lo
llevó a “caer” también está seguro de que la última no fue la
última. Tengo causa abierta me dice con cara de preocupación pero
también un poco divertido. Mientras se apaga la luz pienso que ese
teatro, con todas sus convenciones, formalismos y vigilancias (de las
que generalmente reclamo), es el que en parte está habilitando que
esta conversación suceda.
Empieza
la segunda obra. In
the middle somewhat elevated, de W. Forsythe, con música de Thom
Willems. Entran
cuerpos usando (por fin) el piso del enorme escenario. A diferencia
de la obra anterior en ésta vemos cuerpos pesando y pensando.
Experimentando y preparando su próximo movimiento, gesticulando
despreocupadamente. Las pausas y niveles bajos son usados de manera
poco frecuente en el ballet y el eje de los bailarines no es
perpendicular al suelo sino excéntricamente inestable. Mientras
tanto la música, que aportó un quiebre interesante al inicio, luego
de 15 minutos se ha tornado bastante estridente. Como el mal techno,
si no te atrapa te mata. Ésta
tiene más carácter,
me dice Pablo. Y yo me doy cuenta de que estoy más ansiosa de que
llegue el segundo intervalo para continuar la conversación, que
concentrada en la coreografía.
Adentro
es cuanto tienes cuanto vales; depende mucho de cómo entras. Hay
mucha discriminación y es peor entre los presos que con los
policías que nos pasan encomiendas de porro por 600 pesos. Ahora
tengo que cuidarme. Porque la verdad es que es difícil resistir la
tentación si una buena oportunidad se presenta. Sino ¿cuál es la
otra? ¿Ganar 9000 pesos y volverte un esclavo? Yo para sobrevivir …
ya sobreviví en los lugares en donde estuve. En la calle es otra
cosa.
Pablo
quiere otra cosa. Se va al baño y respiro. Rodeada de otredad – la
de ya conocida del ballet y la desconocida de Pablo - desbordo de
preguntas e impulsos pero me quedo en la butaca. Tengo mil cosas para
decir y pensamientos que se chocan con la atmósfera armónica,
plácida y cálida de la Gala de Julio Bocca. A veces es mejor
escuchar. No más. Ya
que me quedé a estas dos me quedo a la tercera, me
dice al volver.
La
Consagración de la Primavera – versionada abundantemente desde
Nijinsky a Pina Bausch, Mathew Bourne, Eduardo Ramirez – es ahora
trabajada por Oscar Araiz. Con música de Igor Stravinsky, ésta fue
la última obra que el BNS presentó antes del gran incendio del 71.
Al menos eso dijeron en la charla informativa que como política de
formación de público ofrece el SODRE antes de cada función.
La
obra cuenta la historia de un ritual de sacrificio de una virgen al
inicio de la primavera. Mientras se representa el evento tribal y se
elige quien morirá. Me distancio del escenario y por un momento
pienso en la coreografía social que interpretamos como público en
esta sala. Como en un zoom in llego a las butacas 22 y 24. De lejos
Pablo y yo podríamos parecer una pareja o quizás una cita. ¨Pero
ambos sabemos que estamos en realidad buceando en la diferencia. Él
ajeno a ese ambiente geronte y emperifollado, de gente aplaudiendo
frenéticamente a cuerpos sin gravedad ni defectos visibles. Yo
curiosa, y quizás hasta impulsada por mi propio fetiche de clase,
cruzando algunas convenciones para conocer - en el medio de su
directa antítesis - la vida de Pablo.
El
ritual comienza y el increscendo
terrenal de la Gala encuentra su punto más alto (o bajo). Colores
marrones y mugre artificial vuelan en el escenario. La propuesta de
Araiz no aporta mucho a la serie de versiones famosas de este clásico
de la música y la danza. Lo que sí sirve es para reafirmar que “sí,
ha mejorado el cuerpo de baile. Los muchachos están mucho mejor.”
El público aplaude enardecido. Las caras de satisfacción expresan
que han obtenido lo que vinieron a buscar. El ballet es una apuesta
segura para quien quiere pagar para deslumbrarse. Pablo y yo salimos
y el espacio que separaba a las dos butacas se va agrandando hasta
hacerse invisible. Lo veo por última vez cuando me doy vuelta. Toma
Mercedes y me saluda a la distancia. Quizás me agradece por la
entrada. Yo me quedo pensando en otras entradas.
Inédita