Sobre
Acto II: Resistencia de Tamara Cubas
en
el Florencio Sánchez
El
Cerro es un barrio con mucha, demasiada mística como para poder
ignorar como se plasma en los murales y mosaicos y en la sensación
de alerta que este otro espacio nos genera. En esa obsesión por
recordar la historia. Siempre lo pensé con admiración y un poco de
miedo en el cerro, quizás a través del fútbol, ya que el hincha de
cerro ante una camiseta de peñarol es como un perro rabioso.
Les
tememos a los perros rabiosos. Les tememos por su potencial
destructivo pero sobre todo por no poder prever su acción y
reacción. Algo de esto tiene este acto dos. Un perro ladrando cuya
próxima acción no podemos prever. Un suelo que hace difícil
imaginar cualquier solución para los cuerpos que van a transitar en
él. Nos confrontamos con lo posible imposible: que ese mar de tablas
sueltas, irregulares y amenazantes como puntas afiladas saliendo
desde el suelo, ES el escenario.
Los
bípedos son más torpes para moverse en suelos irregulares, quizás
de ahí la obsesión de esta civilización por alisarlo todo,
ordenarlo todo, domesticarlo, buscar suelos donde la individuación
sea posible y recta.
Al
desarmar el eje y la perpendicularidad el suelo de Acto II hace a los
cuerpos interdependientes, borra sus límites, hace a unos el apoyo
de los otros en una relación de fuerzas siempre cambiante. Vibrante.
Que emociona por su humanidad extrañada.
Los
gestos que cobran forma en experiencias extremas tienen ciertos
rasgos en común. En Acto II la resistencia es desesperada, enérgica,
da esperanza, da ritual, da energías que se levantan y reciclan a
fuerza de aliento, de grito, de ESTAMOS JUNTOS CARAJO, de aire siendo
movido y volviendose casi visible. Ir arriba para ir abajo. La proeza
del cuerpo no está en la finalidad sino en la continuación, en
empujar al suelo.
Y
si no nos dejan movernos vamos a mover el mundo abajo de nuestros
pies.
Y
de repente como público estamos todos siguiendo el ritmo de este
desborde desparejo, de este despilfarro de aquello que no puede
guardarse, que se multiplica al desbordarse en forma de sudor para
afuera de los poros y las camisetas.
Resistir
no es luchar contra la gravedad sino usarla hasta sus últimas
consecuencias. A veces sale mal. Resistir no constituye un plan
estratégico sino ir haciendo para insuflar vida a lo que aún está
vivo. Algo de ATP está vivo en esta obra: quizás el músculo
tanteando sus zonas de máximo esfuerzo, quizás la presencia de
Santiago y Mariana. Quizás otra vez Tamara atrás de la cámara,
vibrando en la obra como quien tiembla al ver su mundo imaginado
volverse realidad. Al Lape y la Chichi desde sus consolas
respectivas, con alguna astilla clavada probablemente en la piel o en
el zapato. La manada puede también adoptar el nombre de colectivo
artístico, o de familia.
Igual
que un perro que ladra atado puede asustar pero no morderte (salvo
que escape siguiendo su raza y su instinto) una obra de arte no puede
cambiar al mundo pero puede ponerlo entre paréntesis. Al menos eso
decía un video el otro día.
El
viaje del grupo empieza en una esquina y no tiene un instante de
repetición. Es todo insistencia y ahora. Lo que tiene furia no se
mueve necesariamente rápido en el espacio pero vibra su relación
con el suelo. La intensidad demanda tiempo y sudor.
Qué
es esa sensación de YA NO IMPORTA NADA
que
nos conecta con una dimensión tan simple y profunda de la
existencia?
Acto
II es eso. Es lo básico mostrandose fundamental. Es trogloditizar la
existencia. Perder la forma humana para comerse al otro. Humanos. Ni
sé que mierda quiere decir ni si definirlo valdría la pena. El
humano sin cultura es animal te enseñan en el liceo.
Acto
II. Quise más sexo. Quise entrar a sumar energía al ritual, a
ofrecerme como carne. Quise entrar a esa rave con música de los
cuerpos. Me imaginé un enorme incendio hecho de carne huesos y
maderas. La luz final fue azul y mesiánica. Fue el inicio de una
digestión. Del reposo necesario.
Me
reí de mí como ellos se reían de quien no está dispuesto a creer.
La transformación exige creencia, necesita de disposición a la
muerte y al ridículo (que es no dar cuenta de nuestra propia muerte
y finitud y no lo contrario). La transformación necesita amar la
vida y entregar el yo para la alquimia de una potencia mucho más
poderosa: la colectiva.
Resistir
es hacer lo que se pueda mientras se pueda con quien estemos.
Haciendo sonar al mundo. Conjurando las presencias de otros mundos
para que hagan ruido y materia en este.
El grito es más que una consecuencia, la causa. Sigo llorando un poco las consecuencias del banquete.
El grito es más que una consecuencia, la causa. Sigo llorando un poco las consecuencias del banquete.