Publicada en Abril de 2014 en Revista Lento 13.
A quien le interese sigue el texto completo a continuación:
[El supuesto boom de las clases de danza ][ Lucía Naser
T] Máquinas bailantes
Txt] Casi todos conocemos a alguien que toma o tomó
clases de danza si es que nosotros mismos no lo hemos hecho. Al aumento de la
oferta privada se suma la creciente incorporación de la danza a ámbitos de
educación formal y no formal, públicos y privados. Salsa, rumba, zumba, ritmos
latinos, samba, reggaeton, bachata, cha cha cha, ballet, tango, danza del
vientre. La impresión de que hay más danza encuentra asidero en hechos (y
estadísticas) concretos aunque aún casi inexplorados. A la baja producción de
investigación en el área se suma que aspectos como el impacto económico de la
danza tienden a estudiarse fundidos en la categoría de “artes escénicas”,
haciendo imposible desglosarla de manifestaciones como títeres, teatro, circo
(un ejemplo de esto es la Cuenta Satélite de Cultura). No por eso deja de ser
un fenómeno complejo en el que factores culturales, socioeconómicos y hasta
(bio) políticos se entrelazan en la mutación de los hábitos de consumo y
prácticas de la danza entre los uruguayos.
¿Qué fenómenos se relacionan a este boom? Hay un universo
de diferencias según la danza a la que nos refiramos. Gypsy, rusa, persa,
andalusí, lubna shakti, flamenco, turca,
bollywood, break dance. Relacionándose con culturas y comunidades específicas,
y proponiendo diferentes mundos de experiencia y pensamiento sobre el cuerpo,
resulta compleja la distribución de consumos y prácticas asociadas. Por otra
parte estas danzas tienen diferentes grados y tipos de visibilidad según su
exposición mediática, los beneficios asociados a su práctica, las
características de los espacios y ambientes donde se practican (no es lo mismo
un estudio de danza que una milonga o una peña folclórica), el histórico de
apoyos o marginaciones públicos y particulares.
Danza árabe, pas de deux, ballet, ballet neo-clásico ,
jazz, “acondicionamiento físico” a través de danza, barra, barra á terre, tap,
videodanza, armonización y danza, danza aérea, danza expresiva, pilates para la
danza, improvisación, danza aeróbica, batuka, aerodance, biodanza, danza
teatro, dance&gym. Cada una (re)produce diferentes modelos, concepciones,
experiencias sobre el cuerpo y concomitantemente sobre el género, el
movimiento, el aprendizaje, la salud o
la “belleza”.
En 2011 un estudio sobre consumo cultural y desigualdad
de clase en Argentina, Chile y Uruguay observaba el proceso de privatización de
las prácticas culturales mediante un repliegue hacia los espacios domésticos y
una creciente presencia de nuevas tecnologías asociadas, advirtiendo sobre el
modo en que consumos culturales diferenciados tienden a reforzar distancias de
clase. El análisis afirma que “las prácticas artísticas revelan una importante
diferenciación entre sectores socio-económicos. Los sectores populares optan
por el aprendizaje de danzas exóticas y baile en general mientras los sectores
de mayor nivel socio-económico reproducen prácticas tradicionales más ligadas a
las bellas artes como el ballet y mantienen una alta dedicación –por años- al
aprendizaje de instrumentos musicales. (…) El aprendizaje de una destreza
artística como la danza o un instrumento musical es un interesante mecanismo de
distinción social”[1].
Existen diferentes públicos, abordajes y estrategias de
promoción para las danzas. Triana Fernández, docente de danza contemporánea de
Melo, señalaba que “el asunto del consumo de los estilos de danza son relativos
al contexto socio cultural de la persona. Y en esto habría que ver entonces en
qué sectores sociales hay más gente. Y ahí podría haber una posible respuesta a
qué danza es más exitosa. Lo económico, lo educativo, lo cultural están muy
entrelazados. Y los porcentajes también son relativos a la cantidad de gente
que hay en cada sector. Sin ir más lejos carnaval explota, hay mucha
competencia, tienen otros modos de funcionamiento…para algunos sectores
sociales es la meca”. Las que tienen más éxito según Triana son “aquellas que
se acercan más a eso que se entiende por bailar todos juntos siguiendo una
música” y observa que “por ejemplo los ritmos latinos, jazz y otros por el
estilo se dan muchas veces en gimnasios y gimnasios hay uno por esquina. Habría
que pensar en eso; ¿dónde se da ballet?, ¿en qué espacios se da danza
contemporánea?, ¿folklore?, y así con todas las danzas, creo que estas danzas
de gimnasio son más accesibles que otras y no siempre apuntan a una formación,
más bien a la Gimnasia propiamente dicha y esta sí es muy consumida por el
uruguayo en general. En todos los sectores de la sociedad. Para hacer ejercicio
y de paso bailar”.
Si desde sus orígenes el ballet fue en Uruguay un síntoma
de consumo suntuario y una brújula en la impartición de buenas costumbres a las
niñas y adolescentes – con obvias implicaciones moralistas y disciplinantes-,
hoy otros discursos sobre el cuerpo, otras costumbres y otras estéticas han
entrado en escena y aportado grandes cambios que
redefinen el mercado relacionado a la danza así como su alcance más allá
del universo femenino.
En la web 1000 ideas de negocios, un anuncio nos presenta
la academia de danza y baile como un negocio de moda que “representa un mercado
con un alto crecimiento que tiene la ventaja de una gran demanda y una oferta
deficiente que no cumple con las expectativas del cliente para quien es
sumamente importante la presentación de tu gimnasio, así como la preparación de
los instructores”. Su potencialidad está en que “continuamente aparecen nuevos
estilos, ritmos y disciplinas que puedes implementar y que son un atractivo
para hacer crecer tu academia”.
La oferta es amplia y mientras que algunas clases ponen
el foco en la percepción, la relación y la experiencia, otras vertientes más
orientadas a resultados prometen logros concretos a corto plazo:
“cardiovasculares, mejora tu imagen, corrige malas posturas, fortalece tus
músculos, potencia tu coordinación”. Según otro anuncio, la danza tiene también
beneficios “mentales”; “mejora tus relaciones personales, reduce tu estrés,
potencia tu autoestima, fortalece tu confianza”, afirma un anuncio sobre ritmos
latinos. Los beneficios relacionales también son fuente de promoción: “Un
taller intensivo para pasarlo bien, conocer a tu pareja ideal de baile ¡o de tú
vida! posteriormente al intensivo, nos tomaremos algo en el bar próximo a la escuela”.
En este nicho del mercado de clases, la pérdida de
calorías y el “acondicionamiento físico” son de las cualidades más destacadas.
Como señala una publicidad “al ritmo de una canción pegadiza, uno siente que el
cuerpo empieza a moverse solo. Según un estudio de las doctoras Kelly y Kristal
Brooks en el Journal de Fisiología del Ejercicio, la música es un incentivo
para el trabajo aeróbico. En realidad, es el ritmo lo que nos lleva a querer
seguir y seguir moviéndonos”.
Muchas veces en estos anuncios, el disfrute que la danza
produce es resaltado como oportunidad para evitar los esfuerzos del ejercicio
físico, sin distinguirla de prácticas corporales que buscan adecuar el cuerpo a
ideales de belleza estética y deseabilidad. Si bien la danza y la “cultura
física” tienen raíces comunes que datan de inicios del siglo XX, el
resurgimiento del interés “resultadista” por la danza puede estar relacionado a
diversos factores.
Quizás la mediatización de la danza - por parte del cine
o programas televisivos como Bailando por un sueño o los
internacionales….”America/Britain,etc got talent”, “So you think you can
dance”-, han reforzado la idea de que los físicos de los bailarines son el
parámetro de lo “deseable” y que una clase de danza puede ser un buen modo de
conseguir buenos cuerpos (propios y ajenos)y de demostrar talento. Al integrar a
“amateurs”, que no obstante logran deslumbrar a público y jurado, estos programas alimentan la ilusión del “yo también
puedo hacerlo” en muchos espectadores con
ánimos dancísticos reprimidos o cohibidos.
“X.got.talent” es un show
televisivo que exhibe a los niños de su
nación compitiendo en un género que podría asociarse al de dancesport[2]. En el mismo virtuosas y
pequeñas parejas con cuerpos infantiles y actitud adulta performan coreografías
complejas y sexualizadas mientras la cámara alterna el bizarro espectáculo
con primeros
planos del jurado que - fingiendo una mezcla
de sopresa,
admiración y miedo - debe decidir
si los
niños “lo
tienen”, o
no, al talento.
Sumada a la exotización, la intensidad
emocional depositada
en la
sentencia es
otro de
los ganchos
de esta
emisión dancística
de alcance
global.
El debate sobre qué es “danza” y cuánto se parece a la gimnasia o al deporte
y viceversa enfrenta a profesionales y filosofías de ambas áreas, tornándose complejo cuando se descarta el
argumento artístico para implantar otros más vinculados a lo anatómico-funcional.
En efecto ambas trabajan desde el cuerpo, pero ¿para qué y cómo? En la cadena de asociaciones que en la
contemporaneidad liga lo bello a lo saludable y lo saludable a la delgadez,
la nueva obscenidad no es el descontrol o los excesos, sino la fealdad, la
gordura. Es así que trastornos como la vigorexia (asociado al exceso de
ejercicio) indican algunas consecuencias de la obsesión por el cuerpo. Sí, es saludable hacer ejercicio, pero los
resultados de esa “salud” deben poder ser visibles. Bajo este paradigma el
creciente interés por la danza y el movimiento del cuerpo podría tener que ver
menos con inquietudes artísticas/sensibles y más con dispositivos culturales y
hegemónicos tendientes a la producción de cuerpos bien adaptados en una economía más regulada por la lógica de la
apariencia que la de la experiencia.
Técnica limón, danza moderna, danza contemporánea,
contact-improvisación, baile africano, candombe, ritmos latinos, sevillanas,
flamenco fusión, biodanza, danzas circulares, axé, pole dance (baile del caño),
chair dance, “booty beat” routines, danza teatro, reléase, fly low. ¿Qué se
enseña? En algunos casos la ejecución de una técnica, en otros modos de
relación, en otros modos de percepción y de movimiento, en otros un pensamiento del/con el cuerpo, que deja de tratarse como una
extensión a mover y ejercitar para investigarse como el medio de nuestra
experiencia en el mundo.
Este abordaje parece ser bastante compartido por varios
docentes de danza moderna y contemporánea cuyos intereses tienen un foco
artístico, más que deportivo o de entrenamiento técnico. La artista y docente Federica
Folco contaba que sus clases se han transformado en un espacio de
investigación: "El que va tiene que estar muy afín de trabajar con mis
intereses del momento, los encuentros tienen un abordaje físico intenso pero
están lejos de pensarse como danza desde la perspectiva de entrenamiento o
técnica”. También docente e investigadora, Carolina Silveira afirma que da
clases para todo el mundo como si fueran artistas: “El trabajo se vuelve más
investigativo, experimental y personal gracias a un público más abierto y más
informado. Concebir a priori el interés de los alumnos no ayuda a desarrollar
el trabajo. Hasta hace un tiempo las clases que estaban más llenas eran las de
lo que llamamos técnica y que
consistía en repetir fraseos de movimiento, en la idea de entrenamiento. Hoy la
improvisación ha ganado terreno, y entre los bailarines con inquietud de
creadores también se han vuelto importantes los talleres de creación, de
composición, que cada vez son más numerosos”.
Triana comentaba que en los lugares donde trabaja con
niños y adolescentes “en general son llevados por los padres para que hagan
algo extra a la escuela. En el trabajo comunitario, zonas de contexto o en
territorio, como lo llaman ahora, el interés es variado. Pero en general llegan
acompañados de alguna ilusión alimentada, supongo yo, por el boom de la danza
en la tv…. Un dato es que llegan con una botella de agua, sin que yo se los
pida”. Pablo Muñoz, docente de danza moderna y contemporánea señalaba que “Los
que vienen con intereses pseudo-deportivos buscan 'embellecer` su práctica
física, mientras que los otros están en un trayecto de estudio, no les importa
tanto equivocarse, que les salga mal o verse 'feos`”. Para Tania Quintana el no saber abre múltiples posibilidades
pues “al no tener la información corporal que manejan los bailarines; los
principiantes resuelven situaciones mostrando la sabiduría corporal que todas
las personas tienen, una forma instintiva de articulación y organización del
cuerpo. Observarlo desde el lugar de docente ha colaborado mucho a encontrar
lugares distintos o nuevos en el movimiento”.
El aumento de la presencia masculina y la diversificación
del público que busca clases de danza desde un entendimiento expandido de esta disciplina
es señalado por varios docentes de danza contemporánea. Carolina Besuievsky
comentaba que a sus clases van actores, músicos y bailarines que tienen interés
de incluir el trabajo del cuerpo en su quehacer escénico o pedagógico, ya que
la información que se maneja en las mismas “implica un cuestionamiento y foco
en la relación del movimiento con el cuerpo, el espacio, tiempo y lenguaje de
un accionar escénico”. Próximo a esto, Eugenia Silveira observaba que sus
alumnos: “…dedican parte de su tiempo fuera clase a aplicar o incorporar la
danza a sus profesiones diarias. Son muy pocos los casos que me han tocado
alumnos del tipo pseudo-deportivo, pero los que han venido, vienen una vez y no
vuelven. Será porque la clase no sólo requiere exigencia física, sino que además
exigencia creativa”.
Pero entonces ¿está o no de moda la danza? Más allá de la
respuesta estadística, la afirmación resulta polémica según la evidencia que se
cite para sostenerla y lo que consideremos por “danza”. Según Pablo está de
moda porque que “brinda al cliente la posibilidad de adoptar un estilo de vida
que va de la mano con otras tendencias, como la del diseño y el arte
contemporáneo... siento que a la danza le ha llegado de manera subsidiaria o
tardía la moda del arte contemporáneo y esto combinado con el cuidado del
estado físico, la apariencia, la postura y en el mejor de los casos con la
conciencia corporal a través de las técnicas somáticas, hacen un combo especial
para el público pseudo-deportivo-artístico-cultural de las clases de danza”.
Sin embargo Tania discrepaba: “No estoy de acuerdo con que la danza está de
moda, me parece que en estos años es mucho más accesible estudiar y formarse en
danza, el bachillerato artístico, programas de la Intendencia y el MEC han
colaborado a descentralizar y a despertar el interés de muchas personas, no sólo
los que quieren dedicarse a la danza sino al que lo utiliza como entrenamiento,
recreación incluso el simple espectador.”
A C. Silveira le resulta un poco fuerte hablar de moda “porque me lleva
a un discurso comercial que me parece que no es el caso. Las personas que se
acercan cada vez más al trabajo con el cuerpo (no sólo a la danza) están
buscando algo que no se relaciona con los valores del sistema capitalista, sino
con una especie de búsqueda alternativa, un intento de crear y fortalecer una
especie de contracultura en la que lo corporal tenga un lugar de privilegio. La
gente busca su bienestar. El trabajo corporal es adictivo (esto sucede mucho
con el contact, por ejemplo). Una vez que probás sus beneficios, es difícil
zafarle”.
Desde las miradas más pragmáticas a las más románticas,
será interesante observar el desarrollo de este fenómeno que se encuentra
modificando la tradición de las clases de danza como un universo únicamente
femenino y disciplinante. Lo que fue un campo emergente y sostenido en base al esfuerzo
independiente de las maestras-madres de la danza uruguaya, ha hecho lugar a una
escena atomizada y plural donde conviven múltiples pensamientos, prácticas y tecnologías corporales asociadas a
este arte. Habrá que ver hacia dónde y para qué se mueve la máquina de baile.
[1] Según un informe divulgado en diciembre por el
MEC la
educación no formal ha crecido mucho en Uruguay:
en 2012, 80 mil personas hicieron diversos
cursos por fuera de la educación formal según el Consejo de Educación No Formal
(Conenfor). El registro del MEC
establece que el 79.8% de los cursos se dictan en Montevideo y que las áreas
que reclutan más estudiantes son artes,
artesanías, comunicaciones, electrotecnia y electrónica, gastronomía,
gráficos, servicios
personales, estética y vestimenta. (Fuente:
El observador, 4 de Enero de 2014).
[2] Se trata
de una versión competitiva del baile de salón reconocida en U.S.A, desde la
creación en ese país de la World
DanceSport Federation.
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