martes, 11 de septiembre de 2018

Licenciatura en Danza: ¿qué, cómo, por qué, con quién, dónde?



Licenciatura en Danza: ¿qué, cómo, por qué, con quién, dónde?

Resumen:
A partir de la invitación a pensar la formación en danza en América Latina, este texto busca reflexionar sobre la experiencia colectiva y universitaria de inserción de la danza en la universidad que se encuentra en proceso en Uruguay.
El objetivo es aportar y provocar a la reflexión, compartiendo desde mi rol docente en la conformación de la Licenciatura en Danza en IENBA - UdelaR así como desde experiencias vividas como activista de la danza, en diálogo con el contexto local y regional desde el presente.

Resumo:
A partir do convite a pensar a formação em dança na America Latina, este texto procura refletir sobre a experiência coletiva e universitária de inserção da dança na universidade em processo atualmente em Uruguai. O intuito é contribuir e provocar a reflexão, compartilhando desde meu fazer docente no processo de criação da Licenciatura em Dança - IENBA, UdelaR - assim como desde experiências em tanto ativista da dança em diálogo com o contexto local e regional desde o presente.

Palabras clave: danza, subjetividades, democratización, universidad, política
Palavras chave: Dança, subjetividades, democratização, universidade, política.


Camino al bailar

Hoy me toca participar de este debate y ser al mismo tiempo parte de Transincorporados. Me toca hablar desde mi rol como docente en Licenciatura en Danza (IENBA-UdelaR) y al mismo tiempo hablar desde mi activismo político y académico; todo un desafío de polifonía. Hoy lo intentaré. Empezar por el hoy es urgente porque nos encontramos en un terreno social y políticamente crítico, donde pensar la internacionalización desde la danza no es pensar en aumentar el flujo entre artistas y festivales integrantes del circuito. Pensar la internacionalización ante el panorama actual implica pensar en cómo crear redes de resistencia y de solidaridad en una región cada vez más dominada por fuerzas represivas neoliberales. Desde su título, Transincorporados me parece necesario y urgente en el presente, en el que las identidades están en crisis - y pensar desde lo trans abre puntos de fuga para liberar potencialidades - y en el que la internacionalización tiene este otro sentido, menos relacionado a cierta endogamia propia de los corredores de circulación de élites artísticas y más implicado en el campo de luchas sociales en que nos encontramos.

La Licenciatura en Danza de UdelaR abrió su primer año en este 2018, pero se empezó a gestar hace ya casi 14 años, es decir un período lo suficientemente largo como como para que algunas de quienes la anhelabamos y militábamos en busca de un espacio universitario de formación, somos hoy sus profesoras. En este texto intentaré compartir algunos lineamientos pedagógico políticos que la orientan, dejando fuera por cuestiones de tiempo y espacio, una descripción detallada de las unidades curriculares que integran el plan de estudio. Propondré también algunas preguntas que vengo planteándome a partir de mi práctica docente - en tanto responsable de los ejes de Historia, teoría y metodologías de la investigación - y de la experiencia en proceso y colectiva de creación de la licenciatura.

Los antecedentes para la emergencia de la Licenciatura son extremadamente relevantes para comprender la forma que toma al iniciarse su primera generación; más de una década de intentos, un Plan Piloto discontinuado luego de su única edición, un campo dancístico que atravesó cambios profundos en los últimos años en lo que hace a su realidad artística y formativa, un campo independiente maduro con muchas personas con formación universitaria y no universitaria en el exterior; habituado al trabajo en colectivo y con fuertes vías de colaboración con campos vecinos como Argentina y Brasil pero también España, Alemania y otros. La Licenciatura nace también en un momento en que la oferta (y la demanda) educativa en danza se multiplicó gracias a la existencia de Bachilleratos Artísticos (2007), de la División Contemporánea de la Escuela Nacional de Danza (2013) y de la reciente creación de la carrera de Profesorado en Danza del Instituto de Profesores Artigas (2016).

¿Qué hay y qué se necesita?

La Licenciatura surgió de un proceso colectivo de ensayo y error que a través de años de análisis de planes de estudio, consultas con profesionales y avances y frenos, que logró generar entre el año 2015 y el 2017 un Plan de Implementación para los dos primeros años, del Plan de Estudios del 2008. Más allá de las personas que ingresamos como docentes a los diferentes concursos realizados, se trató y se trata de un proceso colectivo donde si bien la comunidad de la danza contemporánea tuvo una gran impronta, nos fuimos cuestionando el sentido de elaborar una carrera de grado universitaria acotada a un lenguaje o paradigma dancístico. Fue así que llegamos a conceptualizar la necesidad de una Licenciatura en la que las danzas (con las dificultades y las complejidades que esta pluralidad supone) estuvieran enfocadas desde la contemporaneidad. Esto nos permitía ampliar el foco, comprendiendo a la contemporaneidad como un tejido de convivencia entre muchísimas danzas y al mismo tiempo expandir el campo de conocimiento “danza” más allá de las fronteras del arte, integrando fenómenos sociales, históricos, filosóficos, biopolíticos, fenomenológicos que hacen a los saberes de nuestro campo. El movimiento de Licenciatura en Danza contemporánea a Licenciatura en danzas en la contemporaneidad - que aún no se refleja en el título de la carrera pero pronto lo hará - también habilitaba abordar lo contemporáneo no como una técnica o un estilo estético de danza sino como un marco filosófico y político para comprender el presente; es decir ni como un concepto aparadigmático ni como un estilo, sino como un marco para estudiar y analizar la realidad social en la que danzas, cuerpos y experiencias se inscriben y reinscriben.

De esto nace una Licenciatura con foco en las subjetividades, en los cuerpos, en los fenómenos sensoperceptivos, en la crítica y la reflexión, en las danzas dentro y fuera de sus manifestaciones escénicas y espectaculares, es decir, las danzas como parte de las formas de vida de toda la sociedad. El abordaje implica entonces a una danza pensada junto y también más allá de la comunidad de profesionales de la danza, que representa un núcleo importante pero no único de quienes practican, investigan y aman la danza. Una danza pensada en comunidad, resulta un enfoque pertinente y coherente para desarrollarse en un espacio como la Universidad de la República y más específicamente en el Instituto Escuela Nacional de Bellas Artes y en el Área social y artística. Nos ubicamos entonces en ambientes permeados por tradiciones democratizadoras de los saberes y ya no en el ámbito privado en el que las formaciones en danza quedan a menudo reservadas para una pequeña élite de individuos capaces de costearselas y al mismo tiempo de dedicarse a una tarea cuyos niveles de remuneración rozan con el amateurismo (incluso en personas con décadas de dedicación a este arte).

El programa se piensa entonces como una formación de grado de carácter generalista con el foco puesto en la investigación - tanto artística como académica - comprendiendo a la danza como tanto trabajo intelectual incorporado, o en otras palabras, como formas de pensar y conocer con el cuerpo. Esto nos coloca al mismo tiempo en estrecha relación con el campo expandido de las artes escénicas- sin diferenciación de los subgéneros que lo integran - así como con otros saberes y campos de conocimiento con intereses, objetos de estudio y metodologías próximas.

Desde la creación de los programas de unidades curriculares como Historia y Teoría y Metodología de la Investigación, me he planteado el objetivo de deconstruir el europeocentrismo de la danza “escénica” (y de la cultura) uruguaya, donde tanto los lazos con América Latina como la historia de poblaciones y culturas originarias fueron borradas para ser sustituidas por un juego de espejamientos colonizadores por el cual nuestro país ha estado permanentemente mirando a Europa y eventualmente a Estados Unidos. Uruguay es un país que se autorepresenta como país blanco, de clase media y de inmigrantes europeos. Si esto es cuestionable para nuestro pasado, es necesario revisar estas ideas a la luz de un presente en el cual cada vez más estas historias se prueban como falsas y en el que inmigrantes centro y latinoamericanos habitan nuestro país; donde vivimos un período de “reemergencia” charrúa y en el que se hace urgente repensar el aislacionismo que hemos tenido respecto a AL como fruto directo de los procesos coloniales cuyos dispositivos siguen operativos hasta hoy. Otro obstáculo a abordar lo presenta el carácter excesivamente capitalino de nuestra identidad cultural, que deja por fuera la enorme cantidad de manifestaciones dancísticas - y sus concomitantes colectivos artísticos, docentes, escuelas, espacios de práctica y creación - que viven en los múltiples departamentos del país. Este europeo y capital-centrismo se plasman en la Universidad donde tímidamente empiezan a estudiarse culturas populares, literatura afrouruguaya, danzas folklóricas y tradiciones locales que han sido por muchas décadas apropiadas y por ende simplificadas por el nacionalismo, o bien ruralizadas, antropologizadas, anacronizadas y relegadas a un lugar secundario y marginal.

La Licenciatura se plantea así muchos desafíos a recorrer durante un percurso de 4 años y a través de 5 los ejes que dan forma al plan de estudios: 1) creación artística en relación con la danza; 2) investigación; 3) Historia y teoría - estudios epistémico históricos; 4) Estudios del cuerpo; 5) Procesos de mediación artística (danza y sociedad); 6) Optativas y electivas (integrando y expandiendo el intercambio con otras facultades y espacios intra y extra universitarios).

Concebimos a todos los ejes como teórico-prácticos, comprendiendo que la “práctica” no sólo involucra experiencias corporales sino también escritura, investigación, análisis. Y simultáneamente que la “teoría” está presente también en los procesos y herramientas de creación así como en los abordajes sistematizados del cuerpo y del movimiento (por ejemplo las técnicas de danza son consideradas aquí como teorías sobre el cuerpo y el movimiento). A su vez el Plan de Estudios y los acuerdos que el equipo docente viene realizando y experimentando proponen una concepción no lineal ni progresiva del conocimiento, sino una apertura desde el inicio a la complejidad de los fenómenos que integran el campo de la danza. Este abordaje es coherente con la orientación de los cambios propuestos por la nueva Ordenanza de grado que se encamina hacia Planes de Estudio sin previaturas, donde las estudiantes pueden componer el recorrido por las UC según sus intereses, criterios y posibilidades.

El habitar y ser parte del proceso de consolidación de la Facultad de Artes, y ser una de las Licenciaturas de IENBA nos pone además en contacto con una filosofía pedagógica que ya está presente en el campo independiente de la danza, donde el rol activo de las estudiantes, la toma de decisiones y la libertad para decidir cómo y para qué se adquieren diferentes conocimientos relacionados a la danza, han sido claves para la formación de profesionales por fuera de curriculas institucionalizadas de formación. Podríamos decir que ingresar a la Universidad desde adentro del IENBA supuso un encuentro que estaba esperando para producirse, entre filosofías pedagógicas que aún existiendo en ámbitos diferenciados, tienen mucho en común en cuanto a su forma de pensar el arte, la creación, la investigación y la formación artística. En resumen una formación que valora las diferentes técnicas y saberes específicos, tanto como la comprensión que el/la artista existe y vive en comunidad, inmersa en un mundo con el que dialoga e intercambia permanentemente.

El puntapié inicial de la Licenciatura estuvo dado por otro enorme desafío que se sumaba a los ya planteados: ser una carrera cuyo ingreso es libre, gratuito, sin cupos, ni requisitos, ni selección. Esto implicaba la incertidumbre hasta el momento de la inscripción, de cuántas estudiantes compondrían la primera generación, mientras que teníamos una certeza: contábamos con un cuerpo docente de 6 personas (a propósito, todas mujeres en una UdelaR y IENBA cuyo cuerpo docente tiene una saliente mayoría de hombres), y unos 3-4 salones para darles la bienvenida y coreografiar nuestra convivencia. La respuesta fue tan feliz como impactante: 330 inscriptas. Un número que superaba en ⅓ nuestras predicciones más magnánimas de unas posibles 200.

Si en términos cuantitativos este número nos deparó con un diagnóstico por un lado feliz y por otro desafiante; en términos cualitativos esto abrió un universo de posibilidades y la necesidad de crear estrategias no sólo pedagógicas sino políticas para la coexistencia.

En términos cualitativos - porque el libre ingreso no es solo un tema de números - el libre ingreso implicó que esta generación no está integrada por “los elegidos”; que cualquiera puede optar por formarse en danza en la UdelaR y que no es necesario tener determinado cuerpo para poder ser profesional de la danza, lo que busca y contribuye a deselitizar la formación y la profesión dancística.

El elevado ingreso implicaba también una masificación que desde el inicio sienta las bases para procesos de conocimiento que necesitan aprender a producirse en multitud; conjugando autoconocimiento con flexibilidad y generosidad con el colectivo. Moverse entre y con muchxs, moverse entre una diversidad de experiencias, de intereses, de recursos, de posibilidades e imposibilidades, moverse desde la singularidad y simultáneamente desarrollando la escucha colectiva; salirse del eje y practicar la flexibilidad no sólo de músculos y tendones sino afectiva y relacional; son estas herramientas que confiamos fortalecen a la formación de un profesional de la danza desde el ámbito universitario.

¿Cómo hacerlo? Ante tantas preguntas, una primera respuesta puede darla el diverso perfil de personas que ingresaron a la primera generación: desde profesionales con años de trayectoria en el campo, jóvenes recién egresados del ciclo secundario, estudiantes de otras carreras (desde teatro a magisterio, educación física, ciencias sociales), practicantes de contact, bailarines freelance, personas provenientes del campo de la gestión, quienes perdieron la prueba de ingreso en otras instituciones, o ya habían superado la edad requerida para entrar a la END, quienes venían bailando y formando a otres bailarixs hace años.

La escasez económica por un lado y la abundancia de estudiantxs por otro nos daba como saldo la necesidad de experimentar y explorar creativamente una danza ya no para pequeños colectivos y en estudios cerrados, sino en clases de media centena o doscientas personas, entre bastidores de pintura, hornos de cerámica y sonidos de piano y trompeta. Esto nos enriqueció, creo yo, tanto como lo haría el crecimiento de un presupuesto que esperamos con el tiempo pueda también potenciar lo que ya no espera para suceder.

En comparación con los campos dancísticos de otros países que han ingresado ya hace mucho tiempo a la Universidad y a circuitos de profesionalización ya muy avanzados, nos encontramos también en un medio universitario que es por un lado notablemente más pobre - si consideramos el acceso a becas, salarios docentes, posibilidades intercambios internacionales, premios dados por mecanismos de evaluación, etc - pero por otro resiste la neoliberalización y mercantilización que algunos procesos de “modernización” universitaria han impulsado. Estar en esta bisagra (que sin duda no estará exenta de transformaciones a mediano y corto plazo) nos plantea un desafío y la necesidad de pensar crítica y proyectivamente nuestros posicionamientos políticos pedagógicos desde dentro de la UdelaR y en diálogo con el contexto.

La experimentación es entonces palabra clave, para la política pedagógica y para el proceso de construcción de la Licenciatura. Y traficamos una hipótesis que practicamos frecuentemente en el campo artístico: sentirse parte de un experimento no tiene porque ser algo malo, sino todo lo contrario. Ser partícipes de una construcción colectiva en proceso es parte del saber y la experiencia artística. En otras palabras, si el arte es una mezcla de experiencia con experimento, que la Universidad también lo sea.

Entrenarse en qué

La Licenciatura busca formar investigadoxs sin cerrar una pregunta que creemos crucial explorar: ¿qué es investigar?.

Mantener abierta esta pregunta nos relaciona con una enorme pluralidad de herramientas del campo artístico y académico que toman a la danza como objeto, como medio o como campo de estudio. El carácter generalista de nuestra formación de base propone un recorrido panorámico por este mapa, dando pistas a lxs estudiantes para profundizar en aquellas que les resulten más interesantes, indagando desde el saber y también desde el deseo, desmenuzando sus marcos epistemológicos y fenomenológicos, conociéndolos/nos desde la experiencia. Dejando a la incertidumbre y al no saber ser parte de los procesos de aprendizaje e investigación. Proponiendo que la historia no puede ser conocida a distancia de la teoría y viceversa; que ninguna teoría debe estudiarse deshistorizada y des-localizadamente. Entendiendo que la danza es además de un lenguaje artístico un fenómeno que implica de formas complejas a múltiples dimensiones de la vida en sociedad (colectiva e individual). Inventando juntxs modos de compartir saberes y experiencias no sólo desde las docentes a les estudiantes sino entre les estudiantes mutuamente y con las docentes.

La Licenciatura en sus diferentes ejes explora un pensamiento que concibe la necesidad de pasar por el cuerpo lo que investigamos, comprender que la teoría de la danza es también teoría social, integrar herramientas de la coreografía expandida, pensar las identidades que operan sobre los cuerpos y las formas de vida, investigar reflexivamente las performances identitarias y performativamente las identidades, analizar la relación entre danza y política, la relación entre danzas y estado, el rol del disciplinamiento, el rol que han cumplido como elites locales disciplinadoras a través de la importación de danzas europeas y norteamericanas.

La desestabilización de la idea de que un profesional de la danza necesita entrenarse únicamente en las técnicas tradicionales occidentales - ballet, danza moderna, danza contemporánea y un par más - es central para el entrenamiento que proponemos y que entiende al cuerpo no sólo desde la idea de movimiento sino también de la sensopercepción; que entiende al cuerpo no sólo desde el individuo sino desde la interconexión.

¿Qué entrenamos entonces? Entrenamos el deseo, la pregunta, la convivencia en colectivos amplios y diversos, la diferencia y el ser en común, el diálogo con paradigmas que no son el propio para tomar algo de allí, la creación de una danza que transforme la realidad social (Boal 2013), el trabajo sobre, de y a partir de la subjetividad, la curiosidad, la participación e implicación, la fusión y contaminación entre lo académico y lo artístico, la desterritorialización de saberes y de cuerpos, la relación con lo complejo y con lo simple, el intercambio con otros campos de conocimiento, la traducción, la capacidad de experimentar como herramienta fundamental para la comprensión y producción de conocimiento.

Cogobierno y democratización del saber y del poder

Danza y política tienen una estrecha relación no sólo relacionada a las políticas públicas y culturales que la tienen por objeto, sino a que sus formas de pensar y actuar sobre el cuerpo y de crear relaciones son políticas en sí mismas. La danza contemporánea viene hace décadas pensando y explorando posibilidades de crear desde y para un cuerpo democrático (Banes 1993) y en formas de bailar en colectivo que disolvieran o descolocaran las jerarquías y las relaciones que provenientes de marcos como el racionalismo, el cartesianismo o incluso el romanticismo en la danza, han organizado obras, danzas y encuentros. Lo colectivo es parte de la danza porque ésta casi que no puede ser practicada individualmente; ¿qué políticas se ponen en juego al crear una Licenciatura en Danza?

La UDELAR y su forma de cogobierno - en la que estudiantes, docentes y egresadas están a cargo de todas las decisiones no sólo educativas sino institucionales de la Universidad - resulta un ejercicio democrático al interior de una institución que se concentra en el desarrollo de tres funciones: enseñanza, investigación y extensión. Esto la hace peculiar porque desestabiliza las tradiciones pedagógicas verticales, dando voz y también voto a todes les participantes en los procesos de formación (y no sólo a quienes se encuentran en roles docentes o de dirección). Su singularidad también proviene de esta triple función que coloca a la enseñanza en permanente relación con la producción de conocimiento y con la relación con el medio y contexto social por otro, concibiendo a la Universidad como actor social y pensando en sus aportes no sólo puertas adentro sino en relación con una cultura y sociedad en permanente transformación. La dinámica del cogobierno pone a los procesos de enseñanza y de aprendizaje en permanente contacto con la política evidenciando lo que intenté plantear hasta aquí; que ellas son labores constitutivamente políticas.

La Licenciatura nace además en el Instituto Escuela Bellas Artes, cuya historia y presente representan una tradición de resistencia, involucramiento con movimientos sociales y politización del arte. Si estudiamos su historia - cuyos primeros antecedentes datan de 1833 -, son llamativas las relaciones de la Escuela con sindicatos, con el movimiento anarquista, con colectivos sociales y culturales de diversas zonas de montevideo y del interior del país (Cultelli 2013). La intensidad con la que se vivieron en el siglo pasado las diferentes rebeliones y levantamientos (desde el ´18 al ´68 y la resistencia a la dictadura) dejó una huella que se siente en el presente y que hace contaminarse a prácticas artísticas y filosofías sobre la acción política desde el arte. Habitar el IENBA invita a la danza a preguntarse cómo conjugar las herramientas propias de la posmodernidad - afianzadas en este campo artístico y en nuestra propia perspectiva político-estética - con la imaginación política y la implicación social que estalló en los 60s y que se encuentra muy viva entre sus docentes, Talleres y Áreas. En resumen el contexto de emergencia de la Licenciatura nos convoca a pensar desde el presente sin despreciar el pasado, un convite pertinente en un contexto que señala que cosas que creímos que ya no volverían, ya están aquí de nuevo.

Lo contemporáneo - o la idea de danzas en la contemporaneidad - necesita por ende ser pensado no como una sincronización y puesta al día con los “centros” o el intento de convertirnos en uno nuevo “aggionandonos”, sino desde la articulación de redes desde los márgenes, desde el sur, desde saberes periféricos y potentes para desarmar relaciones de poder que a menudo el campo artístico puede contribuir a reproducir acríticamente. Esto nos coloca en tensión - es decir en una relación crítica y reflexiva - respecto a instituciones y lógicas provenientes del mercado, del estado y también de las transformaciones que viven las Universidades de todo el mundo. Nos propone el desafío de un pensamiento situacionista (tomando palabras de Guy Debord), y de una danza situacionista. Nos expone a la tarea, creo necesaria, de convertir el culto a la diferenciación (propio de la posmodernidad neoliberal) en amor a la diferencia (propio de un tiempo que aún está por venir).

Para ello contamos con los cuerpos y el pensamiento coreográfico como lenguaje expresivo pero también como marco para entender y actuar en sociedad. Y es con ellos bajo la piel que nos metimos a este proceso creativo de una Licenciatura en danza en una Universidad pública, gratuita, cogobernada y sin restricciones en el acceso, en un momento en que la crisis social y política nos rodea - y afecta directamente a los cuerpos y a las Universidades - por todos los flancos de América latina.

Si hemos pasado las últimas décadas hablando de la política de lo sensible hoy quizás llegó el tiempo de crear una sensibilidad para la política. Una política donde palabras como militarización, golpe y saqueos han vuelto a aparecer; y en la que ya no es posible guardar la distancia entre micro y macro, entre arte y vida, entre saber y poder. Un presente donde la lucha por presupuesto para la educación pública se entremezclan con otras luchas (un ejemplo lo vimos en el agosto verde que acaba de pasar donde el reclamo de 6+1% para la educación y la lucha latinoamericana por la legalización del aborto se fundieron cromáticamente en una misma consigna).

Habitar nuestro ahora, hacer historia del presente hacia atrás, tejer redes urgentes de resistencia y solidaridad entre países de América Latina, profesionalizarnos sin volvernos mercenarias del mundo de las becas y los proyectos concursables, desactivar la competencia como dispositivo que cada vez más organiza las instituciones y actores abocados a la producción de arte y de conocimiento, apostar a la autonomía universitaria (que no significa estar airladxs de todo y todos), no temerle a la politización, confiar en la capacidad crítica de lxs estudiantxs y ejercerla desde la docencia, apostar al latinoamericanismo (contra la mirada anti populista que emana fuerte desde el norte), desconfiar de las miradas “neutrales”. Es decir: estamos llenas de desafíos. Pero también de herramientas y deseo.

Se vienen tiempos de profundizar la democratización de los saberes y más que nunca recordar que como propuso la Reforma de córdoba hace 100 años “toda la educación es una larga obra de amor a los que aprenden“ (de Córdoba 1918).

Y si de aprender se trata, desde este rol docente aprendemos y también desaprendemos todos los días y eso multiplica los sentidos de estar aquí. Porque

La juventud ya no pide. Exige que se le reconozca el derecho a exteriorizar ese pensamiento propio en los cuerpos universitarios por medio de sus representantes. Está cansada de soportar a los tiranos. Si ha sido capaz de realizar una revolución en las conciencias, no puede desconocérsele la capacidad de intervenir en el gobierno de su propia casa.

Quizás parece que hablé poco de danza y demasiado de crítica. Pero creo que todo esto es hoy la danza que necesitamos, y la que queremos hoy.


Lucía Naser para Transincorporados
Montevideo - Río de Janeiro
Agosto-Setiembre 2018








Trabajos citados:

Banes, S. (1993). Democracy's Body: Judson Dance Theater, 1962-1964. Duke University Press.

Boal, A. (2013). Teatro del oprimido. Alba Editorial.

Cultelli, Marina. Experiencias y concepciones pedagógicas en el IENBA. Contextos, resistencia cultural, identidades y vigencias. Tesis presentada con el objetivo de obtener el título de Magíster en Enseñanza Universitaria, 2013.

Debord, G. (1999). Internacional situacionista, vol. I: La realización del arte. Madrid: Literatura Gris..

de Córdoba, F. U. (1918). La Juventud Argentina de Córdoba a los Hombres Libres de Sudamérica. Manifiesto Liminar. En: La Gaceta Universitaria. Órgano de la Federación Universitaria de Córdoba, Edición Extraordinaria, 1.

jueves, 6 de septiembre de 2018

De la politización de la danza a la dancificación de la política en 15 páginas / TRANSINCORPORADOS 2017

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De la politización de la danza a la dancificación de la política (Artículo)


Este trabajo parte de un análisis de las formas de politización de la danza contemporánea en el campo cultural brasilero durante los 2000 y culmina en el estudio coreográfico de las movilizaciones de protesta de Junio de 2013, que tuvieron lugar en el espacio público de varias ciudades de este país. Propongo problematizar los modos en que lo coreográfico es o no capaz de interrumpir sensibilidades hegemónicas y crear nuevos espacios de experiencia y relación. El foco está puesto en los marcos artísticos, políticos y culturales que intervienen en los procesos de composición, presentación y decodificación de la danza escénica contemporánea. Atendiendo a las formas teatrales y comunicativas de la danza y del cuerpo, el trabajo busca recuperar la potencia política de la dimensión experiencial de las prácticas dancísticas, así como las herramientas organizativas y
contrahegemónicas de la coreografía. La tensión entre lo experiencial y lo espectacular expone paralelismos entre la danza y la política y abre preguntas que la disertación aborda al analizar el modo en que manifestaciones públicas y masivas de protesta irrumpieron en la escena política brasilera, incidiendo a través de acontecimientos imprevisibles sobre los procesos políticos institucionalizados de la democracia liberal nacional. Para ello analizo brevemente el modo en que ya no propuestas artísticas, sino lo coreográfico en tanto marco de y para la organización social, interviene en lo político a través de la generación de encuentros presenciales de los cuerpos y de experiencias colectivas que disparan procesos de transformación comunitaria e intersubjetiva.

Palabras clave: política, coreografía, protesta, identidad, representación