Licenciatura
en Danza: ¿qué, cómo, por qué, con quién, dónde?
Resumen:
A
partir de la invitación a pensar la formación en danza en América
Latina, este texto busca reflexionar sobre la experiencia colectiva y
universitaria de inserción de la danza en la universidad que se
encuentra en proceso en Uruguay.
El
objetivo es aportar y provocar a la reflexión, compartiendo desde mi
rol docente en la conformación de la Licenciatura en Danza en IENBA
- UdelaR así como desde experiencias vividas como activista de la
danza, en diálogo con el contexto local y regional desde el
presente.
Resumo:
A
partir do convite a pensar a formação em dança na America Latina,
este texto procura refletir sobre a experiência coletiva e
universitária de inserção da dança na universidade em processo
atualmente em Uruguai. O intuito é contribuir e provocar a reflexão,
compartilhando desde meu fazer docente no processo de criação da
Licenciatura em Dança - IENBA, UdelaR - assim como desde
experiências em tanto ativista da dança em diálogo com o contexto
local e regional desde o presente.
Palabras
clave: danza, subjetividades, democratización, universidad,
política
Palavras
chave: Dança, subjetividades, democratização, universidade,
política.
Camino
al bailar
Hoy
me toca participar de este debate y ser al mismo tiempo parte de
Transincorporados. Me toca hablar desde mi rol como docente en
Licenciatura en Danza (IENBA-UdelaR) y al mismo tiempo hablar desde
mi activismo político y académico; todo un desafío de polifonía.
Hoy lo intentaré. Empezar por el hoy es urgente porque nos
encontramos en un terreno social y políticamente crítico, donde
pensar la internacionalización desde la danza no es pensar en
aumentar el flujo entre artistas y festivales integrantes del
circuito. Pensar la internacionalización ante el panorama actual
implica pensar en cómo crear redes de resistencia y de solidaridad
en una región cada vez más dominada por fuerzas represivas
neoliberales. Desde su título, Transincorporados me parece
necesario y urgente en el presente, en el que las identidades están
en crisis - y pensar desde lo trans abre puntos de fuga para liberar
potencialidades - y en el que la internacionalización tiene este
otro sentido, menos relacionado a cierta endogamia propia de los
corredores de circulación de élites artísticas y más implicado en
el campo de luchas sociales en que nos encontramos.
La
Licenciatura en Danza de UdelaR abrió su primer año en este 2018,
pero se empezó a gestar hace ya casi 14 años, es decir un período
lo suficientemente largo como como para que algunas de quienes la
anhelabamos y militábamos en busca de un espacio universitario de
formación, somos hoy sus profesoras. En este texto intentaré
compartir algunos lineamientos pedagógico políticos que la
orientan, dejando fuera por cuestiones de tiempo y espacio, una
descripción detallada de las unidades curriculares que integran el
plan de estudio. Propondré también algunas preguntas que vengo
planteándome a partir de mi práctica docente - en tanto
responsable de los ejes de Historia, teoría y metodologías de la
investigación - y de la experiencia en proceso y colectiva de
creación de la licenciatura.
Los
antecedentes para la emergencia de la Licenciatura son extremadamente
relevantes para comprender la forma que toma al iniciarse su primera
generación; más de una década de intentos, un Plan Piloto
discontinuado luego de su única edición, un campo dancístico que
atravesó cambios profundos en los últimos años en lo que hace a su
realidad artística y formativa, un campo independiente maduro con
muchas personas con formación universitaria y no universitaria en el
exterior; habituado al trabajo en colectivo y con fuertes vías de
colaboración con campos vecinos como Argentina y Brasil pero también
España, Alemania y otros. La Licenciatura nace también en un
momento en que la oferta (y la demanda) educativa en danza se
multiplicó gracias a la existencia de Bachilleratos Artísticos
(2007), de la División Contemporánea de la Escuela Nacional de
Danza (2013) y de la reciente creación de la carrera de Profesorado
en Danza del Instituto de Profesores Artigas (2016).
¿Qué
hay y qué se necesita?
La
Licenciatura surgió de un proceso colectivo de ensayo y error que a
través de años de análisis de planes de estudio, consultas con
profesionales y avances y frenos, que logró generar entre el año
2015 y el 2017 un Plan de Implementación para los dos primeros años,
del Plan de Estudios del 2008. Más allá de las personas que
ingresamos como docentes a los diferentes concursos realizados, se
trató y se trata de un proceso colectivo donde si bien la comunidad
de la danza contemporánea tuvo una gran impronta, nos fuimos
cuestionando el sentido de elaborar una carrera de grado
universitaria acotada a un lenguaje o paradigma dancístico. Fue así
que llegamos a conceptualizar la necesidad de una Licenciatura en la
que las danzas (con las dificultades y las complejidades que esta
pluralidad supone) estuvieran enfocadas desde la contemporaneidad.
Esto nos permitía ampliar el foco, comprendiendo a la
contemporaneidad como un tejido de convivencia entre muchísimas
danzas y al mismo tiempo expandir el campo de conocimiento “danza”
más allá de las fronteras del arte, integrando fenómenos sociales,
históricos, filosóficos, biopolíticos, fenomenológicos que hacen
a los saberes de nuestro campo. El movimiento de Licenciatura en
Danza contemporánea a Licenciatura en danzas en la contemporaneidad
- que aún no se refleja en el título de la carrera pero pronto lo
hará - también habilitaba abordar lo contemporáneo no como una
técnica o un estilo estético de danza sino como un marco filosófico
y político para comprender el presente; es decir ni como un concepto
aparadigmático ni como un estilo, sino como un marco para estudiar y
analizar la realidad social en la que danzas, cuerpos y experiencias
se inscriben y reinscriben.
De
esto nace una Licenciatura con foco en las subjetividades, en los
cuerpos, en los fenómenos sensoperceptivos, en la crítica y la
reflexión, en las danzas dentro y fuera de sus manifestaciones
escénicas y espectaculares, es decir, las danzas como parte de las
formas de vida de toda la sociedad. El abordaje implica entonces a
una danza pensada junto y también más allá de la comunidad de
profesionales de la danza, que representa un núcleo importante pero
no único de quienes practican, investigan y aman la danza. Una danza
pensada en comunidad, resulta un enfoque pertinente y coherente para
desarrollarse en un espacio como la Universidad de la República y
más específicamente en el Instituto Escuela Nacional de Bellas
Artes y en el Área social y artística. Nos ubicamos entonces en
ambientes permeados por tradiciones democratizadoras de los saberes y
ya no en el ámbito privado en el que las formaciones en danza quedan
a menudo reservadas para una pequeña élite de individuos capaces de
costearselas y al mismo tiempo de dedicarse a una tarea cuyos niveles
de remuneración rozan con el amateurismo (incluso en personas con
décadas de dedicación a este arte).
El
programa se piensa entonces como una formación de grado de carácter
generalista con el foco puesto en la investigación - tanto artística
como académica - comprendiendo a la danza como tanto trabajo
intelectual incorporado, o en otras palabras, como formas de pensar y
conocer con el cuerpo. Esto nos coloca al mismo tiempo en estrecha
relación con el campo expandido de las artes escénicas- sin
diferenciación de los subgéneros que lo integran - así como con
otros saberes y campos de conocimiento con intereses, objetos de
estudio y metodologías próximas.
Desde
la creación de los programas de unidades curriculares como Historia
y Teoría y Metodología de la Investigación, me he planteado el
objetivo de deconstruir el europeocentrismo de la danza “escénica”
(y de la cultura) uruguaya, donde tanto los lazos con América Latina
como la historia de poblaciones y culturas originarias fueron
borradas para ser sustituidas por un juego de espejamientos
colonizadores por el cual nuestro país ha estado permanentemente
mirando a Europa y eventualmente a Estados Unidos. Uruguay es un país
que se autorepresenta como país blanco, de clase media y de
inmigrantes europeos. Si esto es cuestionable para nuestro pasado, es
necesario revisar estas ideas a la luz de un presente en el cual cada
vez más estas historias se prueban como falsas y en el que
inmigrantes centro y latinoamericanos habitan nuestro país; donde
vivimos un período de “reemergencia” charrúa y en el que se
hace urgente repensar el aislacionismo que hemos tenido respecto a AL
como fruto directo de los procesos coloniales cuyos dispositivos
siguen operativos hasta hoy. Otro obstáculo a abordar lo presenta el
carácter excesivamente capitalino de nuestra identidad cultural, que
deja por fuera la enorme cantidad de manifestaciones dancísticas - y
sus concomitantes colectivos artísticos, docentes, escuelas,
espacios de práctica y creación - que viven en los múltiples
departamentos del país. Este europeo y capital-centrismo se plasman
en la Universidad donde tímidamente empiezan a estudiarse culturas
populares, literatura afrouruguaya, danzas folklóricas y tradiciones
locales que han sido por muchas décadas apropiadas y por ende
simplificadas por el nacionalismo, o bien ruralizadas,
antropologizadas, anacronizadas y relegadas a un lugar secundario y
marginal.
La
Licenciatura se plantea así muchos desafíos a recorrer
durante un percurso de 4 años y a través de 5 los ejes que dan
forma al plan de estudios: 1) creación
artística en relación con la danza; 2) investigación; 3) Historia
y teoría - estudios epistémico históricos; 4) Estudios del cuerpo;
5) Procesos de mediación artística (danza y sociedad); 6) Optativas
y electivas (integrando y expandiendo el intercambio con otras
facultades y espacios intra y extra universitarios).
Concebimos
a todos los ejes como teórico-prácticos, comprendiendo que la
“práctica” no sólo involucra experiencias corporales sino
también escritura, investigación, análisis. Y simultáneamente que
la “teoría” está presente también en los procesos y
herramientas de creación así como en los abordajes sistematizados
del cuerpo y del movimiento (por ejemplo las técnicas de danza son
consideradas aquí como teorías sobre el cuerpo y el movimiento). A
su vez el Plan de Estudios y los acuerdos que el equipo docente viene
realizando y experimentando proponen una concepción no lineal ni
progresiva del conocimiento, sino una apertura desde el inicio a la
complejidad de los fenómenos que integran el campo de la danza. Este
abordaje es coherente con la orientación de los cambios propuestos
por la nueva Ordenanza de grado que se encamina hacia Planes de
Estudio sin previaturas, donde las estudiantes pueden componer el
recorrido por las UC según sus intereses, criterios y posibilidades.
El
habitar y ser parte del proceso de consolidación de la Facultad de
Artes, y ser una de las Licenciaturas de IENBA nos pone además en
contacto con una filosofía pedagógica que ya está presente en el
campo independiente de la danza, donde el rol activo de las
estudiantes, la toma de decisiones y la libertad para decidir cómo y
para qué se adquieren diferentes conocimientos relacionados a la
danza, han sido claves para la formación de profesionales por fuera
de curriculas institucionalizadas de formación. Podríamos decir que
ingresar a la Universidad desde adentro del IENBA supuso un encuentro
que estaba esperando para producirse, entre filosofías pedagógicas
que aún existiendo en ámbitos diferenciados, tienen mucho en común
en cuanto a su forma de pensar el arte, la creación, la
investigación y la formación artística. En resumen una formación
que valora las diferentes técnicas y saberes específicos, tanto
como la comprensión que el/la artista existe y vive en comunidad,
inmersa en un mundo con el que dialoga e intercambia permanentemente.
El
puntapié inicial de la Licenciatura estuvo dado por otro enorme
desafío que se sumaba a los ya planteados: ser una carrera cuyo
ingreso es libre, gratuito, sin cupos, ni requisitos, ni selección.
Esto implicaba la incertidumbre hasta el momento de la inscripción,
de cuántas estudiantes compondrían la primera generación, mientras
que teníamos una certeza: contábamos con un cuerpo docente de 6
personas (a propósito, todas mujeres en una UdelaR y IENBA cuyo
cuerpo docente tiene una saliente mayoría de hombres), y unos 3-4
salones para darles la bienvenida y coreografiar nuestra convivencia.
La respuesta fue tan feliz como impactante: 330 inscriptas. Un número
que superaba en ⅓ nuestras predicciones más magnánimas de unas
posibles 200.
Si
en términos cuantitativos este número nos deparó con un
diagnóstico por un lado feliz y por otro desafiante; en términos
cualitativos esto abrió un universo de posibilidades y la necesidad
de crear estrategias no sólo pedagógicas sino políticas para la
coexistencia.
En
términos cualitativos - porque el libre ingreso no es solo un
tema de números - el libre ingreso implicó que esta generación no
está integrada por “los elegidos”; que cualquiera puede optar
por formarse en danza en la UdelaR y que no es necesario tener
determinado cuerpo para poder ser profesional de la danza, lo que
busca y contribuye a deselitizar la formación y la profesión
dancística.
El
elevado ingreso implicaba también una masificación que desde el
inicio sienta las bases para procesos de conocimiento que necesitan
aprender a producirse en multitud; conjugando autoconocimiento con
flexibilidad y generosidad con el colectivo. Moverse entre y con
muchxs, moverse entre una diversidad de experiencias, de intereses,
de recursos, de posibilidades e imposibilidades, moverse desde la
singularidad y simultáneamente desarrollando la escucha colectiva;
salirse del eje y practicar la flexibilidad no sólo de músculos y
tendones sino afectiva y relacional; son estas herramientas que
confiamos fortalecen a la formación de un profesional de la danza
desde el ámbito universitario.
¿Cómo
hacerlo? Ante tantas preguntas, una primera respuesta puede darla el
diverso perfil de personas que ingresaron a la primera generación:
desde profesionales con años de trayectoria en el campo, jóvenes
recién egresados del ciclo secundario, estudiantes de otras carreras
(desde teatro a magisterio, educación física, ciencias sociales),
practicantes de contact, bailarines freelance, personas provenientes
del campo de la gestión, quienes perdieron la prueba de ingreso en
otras instituciones, o ya habían superado la edad requerida para
entrar a la END, quienes venían bailando y formando a otres
bailarixs hace años.
La
escasez económica por un lado y la abundancia de estudiantxs por
otro nos daba como saldo la necesidad de experimentar y explorar
creativamente una danza ya no para pequeños colectivos y en estudios
cerrados, sino en clases de media centena o doscientas personas,
entre bastidores de pintura, hornos de cerámica y sonidos de piano y
trompeta. Esto nos enriqueció, creo yo, tanto como lo haría el
crecimiento de un presupuesto que esperamos con el tiempo pueda
también potenciar lo que ya no espera para suceder.
En
comparación con los campos dancísticos de otros países que han
ingresado ya hace mucho tiempo a la Universidad y a circuitos de
profesionalización ya muy avanzados, nos encontramos también en un
medio universitario que es por un lado notablemente más pobre - si
consideramos el acceso a becas, salarios docentes, posibilidades
intercambios internacionales, premios dados por mecanismos de
evaluación, etc - pero por otro resiste la neoliberalización y
mercantilización que algunos procesos de “modernización”
universitaria han impulsado. Estar en esta bisagra (que sin duda no
estará exenta de transformaciones a mediano y corto plazo) nos
plantea un desafío y la necesidad de pensar crítica y
proyectivamente nuestros posicionamientos políticos pedagógicos
desde dentro de la UdelaR y en diálogo con el contexto.
La
experimentación es entonces palabra clave, para la política
pedagógica y para el proceso de construcción de la Licenciatura. Y
traficamos una hipótesis que practicamos frecuentemente en el campo
artístico: sentirse parte de un experimento no tiene porque ser algo
malo, sino todo lo contrario. Ser partícipes de una construcción
colectiva en proceso es parte del saber y la experiencia artística.
En otras palabras, si el arte es una mezcla de experiencia con
experimento, que la Universidad también lo sea.
Entrenarse
en qué
La
Licenciatura busca formar investigadoxs sin cerrar una pregunta que
creemos crucial explorar: ¿qué es investigar?.
Mantener
abierta esta pregunta nos relaciona con una enorme pluralidad de
herramientas del campo artístico y académico que toman a la danza
como objeto, como medio o como campo de estudio. El carácter
generalista de nuestra formación de base propone un recorrido
panorámico por este mapa, dando pistas a lxs estudiantes para
profundizar en aquellas que les resulten más interesantes, indagando
desde el saber y también desde el deseo, desmenuzando sus marcos
epistemológicos y fenomenológicos, conociéndolos/nos desde la
experiencia. Dejando a la incertidumbre y al no saber ser parte de
los procesos de aprendizaje e investigación. Proponiendo que la
historia no puede ser conocida a distancia de la teoría y viceversa;
que ninguna teoría debe estudiarse deshistorizada y
des-localizadamente. Entendiendo que la danza es además de un
lenguaje artístico un fenómeno que implica de formas complejas a
múltiples dimensiones de la vida en sociedad (colectiva e
individual). Inventando juntxs modos de compartir saberes y
experiencias no sólo desde las docentes a les estudiantes sino entre
les estudiantes mutuamente y con las docentes.
La
Licenciatura en sus diferentes ejes explora un pensamiento que
concibe la necesidad de pasar por el cuerpo lo que investigamos,
comprender que la teoría de la danza es también teoría social,
integrar herramientas de la coreografía expandida, pensar las
identidades que operan sobre los cuerpos y las formas de vida,
investigar reflexivamente las performances identitarias y
performativamente las identidades, analizar la relación entre danza
y política, la relación entre danzas y estado, el rol del
disciplinamiento, el rol que han cumplido como elites locales
disciplinadoras a través de la importación de danzas europeas y
norteamericanas.
La
desestabilización de la idea de que un profesional de la danza
necesita entrenarse únicamente en las técnicas tradicionales
occidentales - ballet, danza moderna, danza contemporánea y un par
más - es central para el entrenamiento que proponemos y que entiende
al cuerpo no sólo desde la idea de movimiento sino también de la
sensopercepción; que entiende al cuerpo no sólo desde el individuo
sino desde la interconexión.
¿Qué
entrenamos entonces? Entrenamos el deseo, la pregunta, la convivencia
en colectivos amplios y diversos, la diferencia y el ser en común,
el diálogo con paradigmas que no son el propio para tomar algo de
allí, la creación de una danza que transforme la realidad social
(Boal 2013), el trabajo sobre, de y a partir de la subjetividad, la
curiosidad, la participación e implicación, la fusión y
contaminación entre lo académico y lo artístico, la
desterritorialización de saberes y de cuerpos, la relación con lo
complejo y con lo simple, el intercambio con otros campos de
conocimiento, la traducción, la capacidad de experimentar como
herramienta fundamental para la comprensión y producción de
conocimiento.
Cogobierno
y democratización del saber y del poder
Danza
y política tienen una estrecha relación no sólo relacionada a las
políticas públicas y culturales que la tienen por objeto, sino a
que sus formas de pensar y actuar sobre el cuerpo y de crear
relaciones son políticas en sí mismas. La danza contemporánea
viene hace décadas pensando y explorando posibilidades de crear
desde y para un cuerpo democrático (Banes 1993) y en formas
de bailar en colectivo que disolvieran o descolocaran las jerarquías
y las relaciones que provenientes de marcos como el racionalismo, el
cartesianismo o incluso el romanticismo en la danza, han organizado
obras, danzas y encuentros. Lo colectivo es parte de la danza porque
ésta casi que no puede ser practicada individualmente; ¿qué
políticas se ponen en juego al crear una Licenciatura en Danza?
La
UDELAR y su forma de cogobierno - en la que estudiantes, docentes y
egresadas están a cargo de todas las decisiones no sólo educativas
sino institucionales de la Universidad - resulta un ejercicio
democrático al interior de una institución que se concentra en el
desarrollo de tres funciones: enseñanza, investigación y extensión.
Esto la hace peculiar porque desestabiliza las tradiciones
pedagógicas verticales, dando voz y también voto a todes les
participantes en los procesos de formación (y no sólo a quienes se
encuentran en roles docentes o de dirección). Su singularidad
también proviene de esta triple función que coloca a la enseñanza
en permanente relación con la producción de conocimiento y con la
relación con el medio y contexto social por otro, concibiendo a la
Universidad como actor social y pensando en sus aportes no sólo
puertas adentro sino en relación con una cultura y sociedad en
permanente transformación. La dinámica del cogobierno pone a los
procesos de enseñanza y de aprendizaje en permanente contacto con la
política evidenciando lo que intenté plantear hasta aquí; que
ellas son labores constitutivamente políticas.
La
Licenciatura nace además en el Instituto Escuela Bellas Artes, cuya
historia y presente representan una tradición de resistencia,
involucramiento con movimientos sociales y politización del arte. Si
estudiamos su historia - cuyos primeros antecedentes datan de 1833 -,
son llamativas las relaciones de la Escuela con sindicatos, con el
movimiento anarquista, con colectivos sociales y culturales de
diversas zonas de montevideo y del interior del país (Cultelli
2013). La intensidad con la que se vivieron en el siglo pasado las
diferentes rebeliones y levantamientos (desde el ´18 al ´68 y la
resistencia a la dictadura) dejó una huella que se siente en el
presente y que hace contaminarse a prácticas artísticas y
filosofías sobre la acción política desde el arte. Habitar el
IENBA invita a la danza a preguntarse cómo conjugar las herramientas
propias de la posmodernidad - afianzadas en este campo artístico y
en nuestra propia perspectiva político-estética - con la
imaginación política y la implicación social que estalló en los
60s y que se encuentra muy viva entre sus docentes, Talleres y Áreas.
En resumen el contexto de emergencia de la Licenciatura nos convoca
a pensar desde el presente sin despreciar el pasado, un convite
pertinente en un contexto que señala que cosas que creímos que ya
no volverían, ya están aquí de nuevo.
Lo
contemporáneo - o la idea de danzas en la contemporaneidad -
necesita por ende ser pensado no como una sincronización y puesta al
día con los “centros” o el intento de convertirnos en uno nuevo
“aggionandonos”, sino desde la articulación de redes desde los
márgenes, desde el sur, desde saberes periféricos y potentes para
desarmar relaciones de poder que a menudo el campo artístico puede
contribuir a reproducir acríticamente. Esto nos coloca en tensión -
es decir en una relación crítica y reflexiva - respecto a
instituciones y lógicas provenientes del mercado, del estado y
también de las transformaciones que viven las Universidades de todo
el mundo. Nos propone el desafío de un pensamiento situacionista
(tomando palabras de Guy Debord), y de una danza situacionista. Nos
expone a la tarea, creo necesaria, de convertir el culto a la
diferenciación (propio de la posmodernidad neoliberal) en amor a la
diferencia (propio de un tiempo que aún está por venir).
Para
ello contamos con los cuerpos y el pensamiento coreográfico como
lenguaje expresivo pero también como marco para entender y actuar en
sociedad. Y es con ellos bajo la piel que nos metimos a este proceso
creativo de una Licenciatura en danza en una Universidad pública,
gratuita, cogobernada y sin restricciones en el acceso, en un momento
en que la crisis social y política nos rodea - y afecta directamente
a los cuerpos y a las Universidades - por todos los flancos de
América latina.
Si
hemos pasado las últimas décadas hablando de la política de lo
sensible hoy quizás llegó el tiempo de crear una sensibilidad para
la política. Una política donde palabras como militarización,
golpe y saqueos han vuelto a aparecer; y en la que ya no es posible
guardar la distancia entre micro y macro, entre arte y vida, entre
saber y poder. Un presente donde la lucha por presupuesto para la
educación pública se entremezclan con otras luchas (un ejemplo lo
vimos en el agosto verde que acaba de pasar donde el reclamo de 6+1%
para la educación y la lucha latinoamericana por la legalización
del aborto se fundieron cromáticamente en una misma consigna).
Habitar
nuestro ahora, hacer historia del presente hacia atrás, tejer redes
urgentes de resistencia y solidaridad entre países de América
Latina, profesionalizarnos sin volvernos mercenarias del mundo de las
becas y los proyectos concursables, desactivar la competencia como
dispositivo que cada vez más organiza las instituciones y actores
abocados a la producción de arte y de conocimiento, apostar a la
autonomía universitaria (que no significa estar airladxs de todo y
todos), no temerle a la politización, confiar en la capacidad
crítica de lxs estudiantxs y ejercerla desde la docencia, apostar al
latinoamericanismo (contra la mirada anti populista que emana fuerte
desde el norte), desconfiar de las miradas “neutrales”. Es decir:
estamos llenas de desafíos. Pero también de herramientas y deseo.
Se
vienen tiempos de profundizar la democratización de los saberes y
más que nunca recordar que como propuso la Reforma de córdoba hace
100 años “toda la educación es una larga obra de amor a los que
aprenden“ (de Córdoba 1918).
Y
si de aprender se trata, desde este rol docente aprendemos y también
desaprendemos todos los días y eso multiplica los sentidos de estar
aquí. Porque
La
juventud ya no pide. Exige que se le reconozca el derecho a
exteriorizar ese pensamiento propio en los cuerpos universitarios por
medio de sus representantes. Está cansada de soportar a los tiranos.
Si ha sido capaz de realizar una revolución en las conciencias, no
puede desconocérsele la capacidad de intervenir en el gobierno de su
propia casa.
Quizás
parece que hablé poco de danza y demasiado de crítica. Pero creo
que todo esto es hoy la danza que necesitamos, y la que queremos hoy.
Lucía Naser para Transincorporados
Montevideo
- Río de Janeiro
Agosto-Setiembre
2018
Trabajos
citados:
Banes,
S. (1993). Democracy's
Body: Judson Dance Theater, 1962-1964.
Duke University Press.
Boal,
A. (2013). Teatro del
oprimido. Alba
Editorial.
Cultelli,
Marina. Experiencias y concepciones pedagógicas en el IENBA.
Contextos, resistencia cultural, identidades y vigencias. Tesis
presentada con el objetivo de obtener el título de Magíster en
Enseñanza Universitaria, 2013.
Debord,
G. (1999). Internacional
situacionista, vol. I: La realización del arte.
Madrid: Literatura Gris..
de
Córdoba, F. U. (1918). La
Juventud Argentina de Córdoba a los Hombres Libres de Sudamérica.
Manifiesto Liminar. En:
La Gaceta Universitaria. Órgano de la Federación Universitaria de
Córdoba, Edición Extraordinaria, 1.
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