jueves, 16 de mayo de 2019

De la imaginación al poder: desfondando ideas.



Hoy que ya estamos en esa etapa del año en que los fondos concursables abren y todo el mundo se pone a “crear” (proyectos para conseguir guita) me puse a pensar si yo también entro en la vorágine una vez más. 

Hoy que mi sindicato (el de la danza) da señales de no dar señales, que la comunidad artística a la que pertenezco está diezmada por rivalidades personales o por competencias profesionales;

Hoy a algunos meses de la misma disyuntiva que hace 5 y 10 años, es decir votar o no a un partido de gobierno que da muestras de cagarse no solo en les trabajadores de la cultura sino también en el poder simbólico del arte y la cultura como si fueran – y lo están convirtiendo en - una industria más que hay que ayudar a dinamizar bajando su costo para el estado;

Hoy me puse a imaginar. Porque dicen que eso sabemos hacer quienes nos llamamos de artistas. 

Y me imaginé qué pasaría si en vez de competir como locas por fondos estuviéramos pensando en como dar vuelta la maquinita sensible que la derecha se montó y en la que estamos pataleando como hamsters en-ruedados. 

Me imaginé que el gobierno hubiera tenido una política cultural que fortaleciera la relación entre luchas sociales y arte, arte en vez de intentar disolverlas para inculcar un habitus diciplinante de adaptación al mercado y las industrias culturales. 

Me imaginé si el estado hubiera encontrado dispositivos de fortalecimiento del campo cultural sin que su presencia tuviera el efecto de disolver las organizaciones y redes autónomas de artistas y actores culturales. 

Y que el modelo desarrollista y el modelo de negocios que buscó hacer de uruguay una marca exitosa globalmente más que un enclave de articulaciones internacionales contrahegemónico, hubiera dejado sin explotar el terreno cultural por entender que es demasiado lo que está en juego y que no se puede vender el campo simbólico al bajo precio de la necesidad. 

Y que no nos hubiéramos comido tanto la pastilla, aunque declararse "engañada" es un poco más hipócrita que reconocer la complicidad que nos corresponde. Aún con la excusa de la precariedad, aún con la excusa de amor al arte. 

Y me imaginé que nos metiéramos desde el arte con la marginalidad y la lucha de clases, en vez de hacer de la otredad o de lo popular un objeto de estudio al que señalamos con snobismo, nos distanciamos con condescendencia, o nos sacudimos junto a la culpa posmoderna para que nunca jamás se nos vea intentando representar, hablar o bailar con el subalterno.

Me imaginé todo esto. 

En una de esas un par de amigues con un buen cv se cuelgan y nos financian el proyecto.



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