Sobre
OTRO TEATRO de luciana achugar
VERSIÓN COMPLETA DEL TEXTO A CONTINUACIÓN:
OTRO
TEATRO es de esas obras que encantan o espantan al espectador siendo
infrecuentes las reacciones intermedias. Su temporalidad dilatada,
más cercana de un ritual o una conjura que de un espectáculo, así
como el espacio ambiguo donde la coreografía se desarrolla, hacen de
ésta una obra poco convencional, que si ya desafía a los
espectadores más habituados a la danza contemporánea, puede llegar
a encantar o a expulsar a espectadores menos habituados a una
propuesta de estas características, ¿inclasificable?
Al
comienzo poco y mucho sucede en la escena: debajo de los pies del
cuerpo cubierto, jadeante y cantante, un círculo de luz aparece
lentamente, Un canto se repite incansablemente: “un día voy”. Un
canto monocorde que va mutando con el cansancio y que se cierra en
cada ciclo de repetición con un grito estático y en falsete: “un
día voy a ser otra distinta”. Quienes conocen la canción de Juana
Molina (“Un dia”) reconocen la metonímica apropiación que es
cantada y queda resonando y rebotando significados durante toda la
obra. En el escenario una oscuridad casi íntima es habitada por el
mismo cuerpo que nos besó a la entrada, que ahora gira bajo el techo
altísimo, desnudo e hiper-circuitado de la Zavala Muniz. Un cono de
luz se abre hacia ese cielo-techo y la mirada se tienta y pasea,
también recorre los asientos cercanos y los lejanos, desde donde
empiezan a aparecer pistas de que el espacio escénico no termina en
el proscenio.
Al
inicio de la obra, mientras la coreografía aún es claramente un
solo, quienes estamos en la platea performamos una práctica
relacionada al placer y a la voz. Esta práctica genera movimientos y
sonidos no permitidos habitualmente en los códigos de comportamiento
del espectador de teatro. A medida que en el palco el ente gira
circular y concéntricamente, cayendo y recomenzando, perdiendo la
forma humana, en la platea la creciente displicencia de las
respiraciones y de los cuerpos “infiltrados” - performers que
entramos como si fueramos público – afecta los códigos de
comportamiento de todos los presentes. Mientras que algunos se
relajan, otros subrayan la rigidez en una actitud de “acá no pasa
nada”, como para ver si con ella devuelven la normalidad a una
situación que va dejando de serlo. El volumen del público aumenta
su presencia: arcano o irreverente, lo que está sucediendo en escena
despierta reacciones. Sea para expresar impaciencia, duda,
incomodidad, sopor, placer o enojo, las reacciones del público
varían día a día y son también coreografía; una parte de la obra
compuesta colectiva e instantáneamente. Conversaciones en voz casi
alta, comentarios de reproche, suspiros que empatizan. Una
Consagración de la Primavera pero en Montevideo 2014. Pienso que a
OTRO TEATRO se puede entrar en pie de guerra o de hospitalidad: la
relación que se entabla con su propuesta es tan personalizada como
el número de asiento asignado en la entrada, asientos que empiezan a
sentirse demasiado frontales como para asistir a lo que pasa en la
multidimensionalidad de la sala.
Con
el correr de los minutos y las medias horas, el ritual solitario deja
de ser tal. El cuerpo de achugar se descubre y se expone con un
goce no exhibicionista. Se pliega con otros cuerpos que junto a ella
o de forma independiente van tomando el espacio, sumergiéndose en
una coreografía mántrica, sensual, pélvica, carnal, animal,
placentera.
OTRO
TEATRO explora el límite entre experiencia del placer y la
objetualización de un cuerpo en estado de placer. MIentras que esta
objetualización es (al menos en parte) probablemente inevitable y
pasa a ser parte de la obra y de su valor plástico, la búsqueda
estética y anatómica del placer es realizada dentro de los propios
límites de la representación y es en ese forcejeo que la obra pega.
En OTRO TEATRO la dramaturgia performa la imposibilidad de
materializar el concepto de la obra por sus propios medios. El texto
que se da a la entrada extiende la invitación:
“Cultivarse
un cuerpo nuevo…. Devolverles la voz a nuestros cuerpos, con una
práctica del placer… Practicar cultivarse un cuerpo nuevo como se
cultiva una planta… Cultivarse un cuerpo nuevo en placer… cuerpo
utópico, conectado, sensacional, un cuerpo anárquico…. con un
cerebro que se fundió a la carne, la sangre, los huesos, las
agallas, la piel… un cuerpo en placer con ojos que ven sin saber,
ojos que ven sin nombrar. “
El
ingreso también viene acompañado de dos besos, uno en cada pie,
depositados en la puerta del teatro, por una achugar sin rostro
(después se descubre que es ella pero lo suponemos pues la obra es
anunciada como un solo) y arrodillada en el piso.
Del
minimalismo del cuerpo opaco inicial la obra se transforma lentamente
en un paisaje de cuerpos vestidos, desnudos, diversos - un otro
Jardín de las Delicias - diseñando diferentes circuitos que sin
embargo tienen nodos de convergencia común, formas similares. De
modo semejante a un rito de iniciación o de transformación, el
percurso coreográfico que los cuerpos garabatean tiene pasos y
estaciones determinadas.
Aunque
la obra no deje de consistir en una coreografía - entendida como una
determinada disposición de cuerpos en un espacio y tiempo -, la de
OTRO TEATRO trastorna la distribución habitual de roles del contrato
teatral.
OTRO
TEATRO molesta porque no define claramente donde termina la realidad
y donde comienza la ficción. Incomoda porque es una negociación
entre la experiencia del placer y su formalización. Conflictúa
porque no resuelve ni ética ni poéticamente el modo de
relacionarnos con su propuesta. A cada función la obra se transforma
y calibra en relación con el público y sus reacciones. Algunos se
van antes de la primer hora, otros se unen a los cantos coordinados,
otros comentan con sus vecinos de butaca en busca de pistas o de
desahogo, otros disfrutan del pulso vibrátil que el teatro va
adoptando, otros se sienten agredidos y hasta estafados al descubrir
que lo que en un inicio parecían espectadores más relajados que lo
habitual, luego muestran ser “actores”. ¿Dejarse involucrar o
sentirse estafado? Si estuvieramos en una iglesia, lo que separaría
al creyente del escéptico sería simplemente la fe. Algo de
este orden sucede en esta obra de achugar y sus colaboradores, pero
en este caso dios es el teatro.
Siendo
una de las artistas involucradas en la obra – junto a otros 15
aprox - y habiendo tenido la oportunidad de hacerla y observarla en
(inter)acción con dos públicos muy diferentes - el Neoyorquino y el
montevideano – percibo que OTRO TEATRO es otro irrepetible en cada
función. Entre ellas, dos días y espectadores marcaron mi
pensamiento y experiencia de la obra fuertemente. El primer día fue
en NY, cuando el espectador sentado al lado mío sacó una libreta de
su bolsillo y luego de una escritura breve y feroz me extendió un
papel que me pedía quedarme quieta. Recibir ese mensaje una vez
iniciada la performance, y percibir no solo la incomodidad sino la
tentativa de proteger la obra de parte de este señor abrió una
cantidad de preguntas y conflictos que aún hoy sigo visitando y
aprehendiendo, masticando en cada presentación. Y también fue el
momento más difícil que pasé en escena jamás (y fue desde una
butaca). El segundo ocurrió en Montevideo, cuando desde mi lugar en
la platea comencé a sentir una gran empatía de parte de una
conocida que se sentó a mi lado mientras yo comenzaba con esta
práctica del placer y la voz, que es el inicio de la coreografía.
La empatía que creció entre las dos habilitó que su cuerpo
comenzara a tomarse más permisos y espacios y que alcanzáramos el
contacto físico a través de un masaje que ella me ofreció. Sin
embargo esa relación fue cortada cuando llegó mi pie para
entrar al espacio escénico a performar una coreografía combinada
con otras 3 artistas también infiltradas. Esa entrada fue mucho más
que un desplazamiento en el espacio: dejando atrás a mi colega de
asiento y cómplice de placer, entré a escena sabiendo que la
espontaneidad de nuestro contacto estaba siendo mutilada por la regla
coreográfica que mi rol me exigía respetar. Crecía entonces un
otro cuerpo entre las dos, un cuerpo paradójico y en problemas, un
cuerpo que en el instante de su nacimiento era mutilado por el
mandato formal de una obra sobre la representación del borramiento
de los límites de la representación. Hasta donde llevar esa
tentativa utópica junto y no contra el
espectador, me pregunto mientras sigo performando la obra y con el
deseo curioso y ya utópico de ser algún día una mera espectadora
de ella. Un día.
Las
fracturas que OTRO TEATRO produce tienen que ver más que nada con
éste teatro, el conocido y acolchonado, el previsible y
organizadamente catártico. Lo que esta obra propone puede ser visto
como una insolencia o como una disuasiva insistente que golpea con
pies y manos en busca de alguna alquimia de transmutación. Los
cortocircuitos que produce afectan las expectativas de recepción,
las estrategias de relación, los parámetros que separan
autenticidad de representación. El armamento teatral convencional no
sirve.
Por
su parte la obra también se expone a la vulnerabilidad de las
reacciones que suscita y a la negociación con las reglas de este
teatro que es el Solis, poco encantado con la coreografía
percutiva, interviniente y (solo en apariencia) anárquica de la
obra. La negociación con sus funcionarios materializa la presencia
disciplinante que OTRO TEATRO no niega pero confronta.
Entre
la experiencia del placer y su coreográfica representación, entre
el extrañamiento como acontecimiento teatral y la alienación del
código teatral, OTRO TEATRO construye su otredad por medios
únicamente teatrales. Ese OTRO nace como un cuerpo o tumor dentro
del propio cuerpo teatral y no afuera y es esta mezcla de ámbitos lo
que incomoda y también lo que potencia las paradojas que encantan a
algunos, enojan a otros.
Si
pensamos en los happenings de los 60, no es novedoso el juego que
borronea los límites entre vida y performance. Sin embargo la no
explicitación de este código y la proximidad física con la que la
transición de una hacia otra es hecha, eleva la tensión de los
cuerpos y afecta la percepción, el juicio, la experiencia, la
semiosis y la razón del teatro y sus habitantes.
La
toma del espacio avanza y golpea a lo largo de las dos horas de obra,
en un tono crecientemente empoderante y rabioso, violento y gutural,
que en una gráfica oscilante de intensidades tiene momentos de
alturas extremas y otros de mesetas y depresiones. Hacia el final la
energía y el canto se suavizan y los cuerpos que han estado subiendo
y bajando de las gradas a la escena, se concentran finalmente bajo
una luz azul. La calma postorgásmica que había aparecido en el
primer cuerpo - el de achugar bajo la tela - retorna en un paisaje
ahora multitudinario. Cuerpos en descanso y en su piel, que tras unos
minutos de reposo se reactivan para intervenir el teatro
plásticamente, diseñando prismas y rectas fluorescentes, que
atraviesan y cortan la memoria circular de lo sucedido en las pasadas
dos horas.
OTRO
TEATRO es la pregunta de qué pasa cuando el teatro quiere performar
su propio “afuera”. Su adentro tiembla, como las butacas, los
espectadores y los acomodadores atónitos de este otro teatro
montevideano. El teatro nos sigue juntando. Transformarlo y
transformarnos es la invitación medio tosca, medio entreverada, del
todo problemática y de cualquier modo provocadora que esta obra
extiende, golpea, gime, abre, goza.
En la diaria del 10 de diciembre de 2014:
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