En BRECHA 9.11.2018
ESA COSA INTERIOR
Con Hebe Rosa y Lucía Naser
ESA COSA INTERIOR
Soledad Castro Lazaroff
Después de dos años sin
presentar espectáculos, hoy viernes 9 de noviembre Hebe Rosa y su
escuela vuelven a escena con el espectáculo "Por encima de la
vida". La investigadora, bailarina y militante Lucía Naser,
integrante del colectivo Entre, dialogó con Hebe para Brecha
en el marco de un trabajo de recuperación de grandes
figuras de la danza de nuestro país.
LN – ¿Qué es el Ballet de
Cámara?
HR - Fundé el Ballet de cámara
hace como 25 o 30 años. Yo me meto en una cosa y le doy, soy
seguidora. Se empezó a formar gente alrededor mío y empezamos a
hacer coreografías, y un día dije "vamos a montar un
espectáculo", y nos preguntamos cómo ponerle al grupo. Y Hugo
Capurro dijo no sé qué, y Eugenio Parma dijo otra cosa, y yo dije
"Ballet de Cámara". Y quedó. Éramos tres en ese momento
que dirigíamos el grupo, después quedé yo sola. Trabajé como una
enanita que soy. Hice mucha cosa, acá y afuera. Estudié en Santiago
de Chile, fui alumna de la Universidad, me contrataron y debuté como
profesora. También estudié en Estados Unidos con José Limón, y
estuve en Italia, donde trabajé lindo, y en España, en Grecia y en
Inglaterra, donde también di clases.
LN – ¿Cuáles son las etapas por
las que pasó el Ballet de Cámara y cómo está hoy?
HR - Pasaron tantas personas por mi
que ya no te sé decir, bailaron muchos en el Ballet de Cámara. En
una época hacíamos mucho y bien, pero ahora hacía dos años que no
hacía nada, y no tenía ganas de hacer nada porque cuando uno hace
tanta cosa, no sé, después te quedás un poco seca y decís, ¿ahora
qué? (ríe) Pero bueno, después la rueda empieza a funcionar de
nuevo. Es que hice muchos espectáculos acá y en el interior, en
Rocha sobre todo, trabajé mucho como docente y fui directora de la
escuela de danza allá.
LN – Con todas las obras que has
hecho, que la verdad han sido muchísimas, ¿cuáles son las cosas
que reavivan tu pasión por la danza en momentos de crisis?
HR - Yo no tuve crisis. Nunca dejé
de amar la danza. La locura de la danza me siguió desde que la
descubrí cuando tenía ocho años, y de ahí en adelante solo dejé
tres años: entre los 14 y los 16 no hice nada, no bailé, no tomé
clases, dejé. Hasta que a los 16 años me vino como la cosa esa que
tenía adentro, empezó otra vez, y le dije a mi madre: voy a volver
a la danza. Y nunca más dejé.
LN - ¿Y por qué dejaste en esos
años, te acordás?
HR - Porque era muy joven, iba al
liceo, no sé. No fui una de esas chicas con novios y que salían. Mi
novio fue un amigo de la casa, Ricardo Espalter, el actor. Era íntimo
amigo de mi hermano y para mi padre era como un hijo. A la hora de
cenar tocaba tres timbres y ya sabíamos que era él, y se quedaba
mirándonos comer pero él no comía. (ríe). Estuvimos cinco años
de novios y cinco de casados. Y después yo empecé a sentir que no,
que yo quería hacer otras cosas, pegar un salto. Y con Cacho era
difícil. Era muy celoso, pero una excelente persona. Yo estuve muy
enamorada luego de otra persona, de Vieytes, un pintor, que pintó
todos estos cuadros (señala su casa).
LN – Una vez me contaste que
Espalter era celoso no solo de los hombres sino también de la danza.
HR - Ah, sí, de la danza. Yo le
entregaba toda mi vida a la danza. Un día él me tiró un libro de
ballet al suelo, otro día me rompió un pincel, esas cosas. Un día
le dije "vamos a separarnos, porque total, ¿para qué?"
Él no quería separarse, yo fui la que quise. Seguir así no tenía
sentido: yo no iba a dejar la danza, eso lo tenía bien claro.
LN - ¿Qué dirías que fue lo que
te enamoró de la danza?
HR - La danza. ¿Qué me enamoró de
la danza? Y la danza, sí, bailar. Era divino bailar. Yo todos los
años cuando tenía que ir dejando porque ya era mayor decía ay,
dios mío, un año más aunque sea.
LN – ¿A qué edad empezaste a
dejar?
HR - Y a los 45, 48… casi 50.
Hasta ese momento bailaba como loca. A los 50 ya me daba cuenta de
que la cosa ya estaba diferente. Empecé a bailar menos hasta que
dejé.
LN - ¿Cómo se sentía bailar en un
cuerpo que iba envejeciendo?
HR - Yo me moví muy bien como hasta
los 70 años. Ponía la pierna arriba… pero no era eso. No era la
pierna ahí arriba. Era.. ay, no sé, hay que tener una cosa para la
danza, que yo empecé a no tenerla. No sé qué cosa, una cosa
interior.
LN - Y este amor a la danza, esta
cosa interior de la que hablás, ¿qué es?
HR - Es algo que tenía adentro, es
un asunto interior. Me copaba completamente, más que nada. Mirá que
yo de Vieytes estuve muy enamorada, y él de mi, era una cosa
imponente, pero para mi la danza era más importante que todo. Yo
sentía que aquello era la vida. No había otra vida para mi: enseñar
la danza y bailar. Todavía es así. Hace un tiempo en una fiesta de
la escuela todas mis alumnas empezaron “Que baile Hebe, que
baile Hebe”, y Hebe no bailaba hacía mucho tiempo ya (ríe).
Entonces agarré una silla y empecé a hacer cosas. Y las chiquilinas
miraban así (abre mucho los ojos). Lindo, precioso, lo haría otra
vez.
LN – En la escuela, ¿cómo es la
formación?
HR - Son 10 años. Los chicos una
vez por semana hacen clásico, y los otros días hacemos la técnica
moderna, que tuve la suerte de aprenderla en Chile, y en Estados
Unidos. En Chile empecé en la escuela de la universidad, que la
dirigía Lola Botka con su esposo Ernst Uthoff, que era el director
del ballet nacional chileno, y yo era íntima amiga de todos ellos.
Me contrataron, me quedé en Santiago mucho tiempo, como dos años,
di clases y bailé como loca. Después me fui a Estados Unidos a
estudiar con José Limón, y la verdad que fue imponente. José era
un gran artista, pero no era un pedagogo tan brutal como lo fue
Sigurd Leeder en Chile. Leeder era el maestro del ballet Jooss, un
ballet alemán brutal. Un gran pedagogo.
LN – Y estas influencias, toda
esta gente, ¿en la formación que das en tu escuela transmitís sus
enseñanzas?
HR - Y sí, porque estoy formada por
ellos. Todo lo que tengo adentro es de ellos.
LN - ¿Y cuál fue el ingrediente,
el elemento, el método que vos aportaste como Hebe Rosa?
HR - Enseñar a aprender la danza a
fondo, a amarla, adorarla. A sentir que eso es más importante que
todo en la vida. Yo intento eso, algunas siguen, otras no, terminan
yéndose, porque yo soy muy exigente además.
LN - ¿Y qué les exigís,
específicamente?
HR - Eso es difícil de contestar.
Les enseño, improviso. Antes estaba más atada a lo que había
aprendido. Pero ahora me doy cuenta de que tengo un pozo interminable
adentro, del que sale y sale y sale. Las alumnas entran niñas y se
van grandes. Aunque nunca se van del todo, siempre vuelven, me
llaman, me escriben, me preguntan cosas.
LN - En Estados Unidos estudiaste
con Martha Graham también.
HR - Sí. Martha era muy
sofisticada. Me acuerdo que estaba en el suelo haciendo clases con
Martha y ella tenía dos galgos y dos dálmatas, y los perros pasaban
por encima tuyo mientras estabas haciendo los pasos, y ella los
dejaba. Y pasaba al lado tuyo y te decía "Oh, nice girl... "
Se cerraban las puertas cuando ella estaba creando. Y ponían un
lazo rojo, y un cartel que decía "Martha creando",
esas cosas.
LN – ¿Cómo era bailar en
dictadura?
Hubo momentos difíciles pero yo
igual seguía para adelante. Una vez nos bajaron de un ómnibus con
un primo mío que era director de teatro, se llamaba Juan José
Brenta y era muy conocido. Y veníamos juntos de La Paz, nos tomamos
un 130 (que era el ómnibus en ese momento) y cuando llegamos al
puente de La Paz subieron las fuerzas conjuntas. Nos hicieron bajar a
Juanjo y a mi, nos hicieron una cantidad de preguntas, porque Erro
era el esposo de mi prima, y era muy perseguido; era un filósofo, un
ser maravilloso. En la puerta de su casa había siempre un coche
parado con tiras. Miraban desde adentro del auto todo lo que pasaba
en la casa.
LN – ¿Cuál era en ese momento tu
relación con la política?
HR - Comunista no fui nunca, pero
derechista tampoco. Todos mis amigos eran de izquierda. Yo no me
metía en política porque no creo en la política, nunca creí y
sigo sin creer. A lo mejor estoy equivocada, pero no creo que las
cosas se arreglen con la política. Creo que las cosas se tienen que
arreglar por el crecimiento del ser humano. Eso es difícil de
lograr.
LN - Decís que nunca te
involucraste en la política pero hubo obras tuyas que sí tenían
temas políticos. Por ejemplo el Homenaje a Violeta López Lomba, que
se llamaba Danza y protesta.
HR - Los milicos eran bravos y a mi
no me gustaban, por eso me tiré hacia la izquierda, pero la
izquierda tampoco me dominaba, porque había cosas con las que no
estaba de acuerdo. Yo era muy cristiana en una época. Empecé a
meterme a la izquierda porque era cristiana, fijate qué disparate.
Pero no es disparate. Creía en Cristo, en ese ser, consideraba que
lo que decía era brutal. Después no sé.
LN - ¿Y qué vínculo encontraste
entre Cristo y la izquierda?
HR - Muchas cosas. La igualdad de
todos los seres humanos. El amor, por supuesto. En eso creo,
firmemente.
LN - Hubo una época donde dejó de
sonar Violeta Parra y ponías Bach.
HR - Cuando la cosa estaba muy
terrible yo ponía Vivaldi, los barrocos me gustan con pasión.
LN - ¿Y tus amigos de esa época
con los que me contaste que hacían cosas?
HR - Con Viglietti éramos muy
amigos, en Francia hicimos cosas juntos. Bailábamos mucho en la
calle, la gente se juntaba alrededor, en muchos lugares.
LN - ¿Y después tuviste un viaje
con el hinduismo?
HR - Eso sigue siendo. No estoy con
el hinduismo; estoy sí, pero no estoy. No me caso con las cosas.
Conocí una familia en La Paloma que estaba en la meditación, y yo
había además estudiado filosofía esotérica. Me encanta hacer
meditación, ir al templo, que esté lleno de flores.
LN - Había tiempos donde antes de
coreografiar dibujabas bocetos de las coreografías.
HR - Tengo cantidad de cuadernos
llenos de macaquitos bailando,
porque yo dibujaba los bailarines. Me daba un trabajo.. pero lo
hacía. Fue una etapa, después no dibujé más. Ahora paro las
bailarinas y me sale solo. En un ratito hago todo, soy lenta para
otras cosas pero para coreografiar la danza soy veloz.
LN - ¿Y cuando vos bailabas las
obras?
HR - Eso era diferente. No sé,
bailaba. Probaba, siempre probás. Empezaba una cosa, no me gustaba,
cambiaba todo y hacía al revés, no me gustaba. Hasta que salía
algo que sí, que estaba bien. Me gustaba mucho la parte filosófica
o política como tema para lanzar un trabajo. Porque yo no pienso
tanto como pensás vos (ríe). Lo importante es la idea, la idea
cuando me domina, esa idea hace que me mueva de determinada manera.
Sí. Ahora estoy media quieta, no sé si es que estoy vieja o que no
tengo muchas ideas. Estoy vieja. Tengo muchos años encima, 86. Son
muchos, ¿no? Y nunca dejé la danza. Hay que tener 86 años y seguir
trabajando hasta las diez de la noche.
LN - ¿Y qué es para vos la danza
moderna a diferencia del ballet o la contemporánea?
Para mi la danza es una sola. Le
llaman clásica, le llaman moderna, le llaman folclórica, y cada una
tiene su cosa. Entre la danza clásica y la moderna hay diferencias,
la clásica está más marcada por preconceptos. La posición del
cuerpo, la forma de entregarse, las puntas... Yo bailé en puntas
muchos años pero entiendo que no hay que hacerlo, porque no es
natural. A mi me apasionó de la danza todo lo que era entregarse,
sin pensar en la técnica, aunque la técnica te sale sola, si la
tenés en el cuerpo no podés obviarla. Que te salga porque la tenés
en el cuerpo me parece perfecto, pero que vos la busques para hacer
diez piruetas y te salen nada más que dos, entonces... a mi no me
importa eso. Si te salen tres o cuatro piruetas mejor, y si te salen
dos, está bien, y si te sale una también. En un ballet clásico ves
que cuando el bailarín llega al giro 12 o 14 la gente empieza a
aplaudir, y hasta que hace 32 la gente sigue aplaudiendo, porque
hacer eso es horrible de difícil. A mi eso no me dice absolutamente
nada. Lo hace y le digo ay, qué suerte, lo hacés, qué bien. Pero
eso no es danza, es una acrobacia. Vas al circo y ves cosas raras
también.
LN - ¿En qué consiste este
espectáculo que presentás hoy?
Como hace más de dos años que no
hago función, dije voy a hacer algo, porque es tan lindo el grupo
que tengo, son tan ricas las chiquilinas... Una coreografía la va a
dirigir Valeria Varela, y la otra bueno, un día dando clase de danza
moderna, cuando hacemos alguna diagonal, o un centro, hago un paso y
lo van haciendo de a dos o de a tres. Y tenemos varios de esos pasos
míos. Y entonces un día les dije "che, chiquilinas, qué
lindos pasos que hace Hebe Rosa". Se mataban de la risa. Y
les dije de juntar todas esas frases y hacer un estudio. Y eso
hicimos, con las frases que salían en clase, las fuimos juntando e
hicimos la coreografía que vas a ver.
LN - ¿Por qué se llama Por
encima de la vida?
HR - Ellas quisieron ponerle así.
Para mi era el nombre de otra cosa, no sé.
LN - ¿Siempre dejaste que las
personas tomaran decisiones en obras dirigidas por vos?
HR - No, a veces yo mandoneo (ríe).
Pero en este caso no, porque son estudios de clase.
MORIR DE AMOR POR UNA VIDA DE DANZA
Hebe Rosa nació en Montevideo en 1932, es decir en otro Montevideo pero también en otra danza, en otro mundo. Hebe es una navegante del tiempo que vio cambiar todo menos su amor por la danza, a la que le dedicó la vida.
Su devoción se traduce en una ancha y larga producción de danzas y de obras, y en la formación a lo largo de más de 60 años de una enorme cantidad de artistas que hoy se desempeñan en variados lenguajes de la danza.
En 1956 fundó la Primer Escuela de Danza Moderna, y junto a Hugo Capurro y Eugenio Parma el Ballet de Cámara de Montevideo. Enseñó en Rocha, donde llevó adelante la escuela Municipal de Danza por varias décadas y también en Melo.
Estudió en Uruguay con maestros como Alberto Pouyanne pero dice que su formación más profunda ocurrió en el exterior: Chile, Estados Unidos. El Ballet Jooss le cambió la vida.
Hebe, o la Maestra Hebe Rosa como la llaman sus estudiantes, viene de una generación que entendió y practicó la formación de artistas como formación integral de seres humanos, una era previa a la especialización de las disciplinas y de los nichos de mercado. Pintura y anatomía, historia o filosofía son parte de la formación que ofrece en su Escuela, cuya “propuesta educativa se dirige a la formación integral de la persona, uniendo el ejercicio corporal con la necesidad del ser humano de comunicarse espiritualmente”.*
Hebe sigue hoy en día y a sus 86 años dando clases hasta las diez de la noche en su Escuela situada en la calle Wilson Ferreira Aldunate. Cuando la clase empieza parece que a Hebe se le cayeran 10 o 20 años de encima porque algo se enciende en ella y desde su banqueta o desde la barra irradia una energía que no corresponde a la edad de su cuerpo. Hebe es música pero sobre todo es danza; solo con sus brazos organiza toda una coreografía. Su risa resignifica su performance de maestra exigente.
Viene de un ambiente de izquierda y de una familia de artistas y su vida ha estado llena de mujeres aunque los amores de los que más habla son hombres; Fernando Vieites en la vida, José Limón, Sigurd Leeder en la danza. Coreografió desde Viglietti a Debussy, a Víctor Jara y Zitarrosa. Cuando vino la dictadura metió mucho Vivaldi.
No cree en la diferencia entre danza moderna y danza contemporánea, quizás una forma de reclamar el presente como el tiempo favorito para la danza y para su creación.
Aunque ama la docencia, su memoria siempre está regresando al tiempo en que era ella la que bailaba; y es que la experiencia del movimiento en escena tiene una intensidad que el tiempo no borra y que no puede ser reemplazada.
Encontrarme con ella - en sus clases, en su escuela, en su casa - fue parte de percibir que me estaba perdiendo de algo grueso que da forma a la danza en Uruguay, y es que apenas una empieza a indagar, una impresionante cantidad de artistas de la danza pasaron por su escuela. Y es que apenas una se pone a pensar, hubo rupturas que atravesamos sin saber bien con qué estábamos rompiendo.
Este acercamiento no era probable: me formé en el campo de la danza contemporánea, que en su doble rol de vanguardia internacional y élite modernizadora local, me enseñó que la danza moderna era “vieja”, que estéticas y métodos como el de Hebe eran antiguos o pasados de moda, que era mucho más interesante lo que pasaba afuera. Y me fui. Luego me fui dando tiempo para darme cuenta de que esa obsesión modernizadora, de sincronizar con los centros, no era nada neutral (ni ideológica ni estética ni geopolíticamente), y que si bien Hebe también traía sus referencias de otros países, había marcado indeleblemente la danza en Uruguay. Esa marca es nada menos que el suelo que la generación que había creado el campo de la danza independiente en Uruguay nos dejaba pisando. Ese suelo que yo había negado tanto tiempo, con sus tendencias e ideologías que no siempre comparto pero que necesité conocer, cambió radicalmente mi pensamiento sobre el presente y el futuro de la danza.
Dar voz y dar espacio a una figura como Hebe es también revisar nuestra historia para reencontrar a mujeres como ella, que aún vivas y creando parecen haber sido archivadas en un tiempo que ya fue. Mujeres que aunque no hablan de feminismo o de emancipación, buscaron como pudieron la libertad, y que necesitamos entender en sus propios términos para poder pensarnos en los de nuestro tiempo. Las diferencias entre ella y yo son muchas, pero eso no puede privarnos de conversar y contarnos mutuamente los pensamientos. La danza es una sola, dice siempre Hebe.
Este viernes 9 de noviembre y luego de un par de años de descanso, su Ballet de Cámara se presenta en el Teatro de la ACJ a las 20hs. Es una gran chance para acercarnos a su obra y celebrar, mientras duren, la danza y su vida.
Lucía Naser
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