lunes, 27 de mayo de 2013

Entre el en dehors y la causa abierta

Entre el en dehors y la causa abierta 

Sobre Sinfonietta, Without words y La consagración de la primavera por el BNS. Auditorio del SODRE. 

Sinfonietta (1978) Jirí Kylián (Praga, 1947)
Without words (1998) Nacho Duato
La consagración de la primavera (, Igor Stravinsky - Oscar Araiz (La Plata, 1940) 


Está parado en la esquina y calculo que podría tener 25 o 35 años. Evidentemente arreglado para la ocasión sostiene una bolsa de nylon blanca como de super pero sin comida adentro. Su apariencia cuidada combina más con el resto del público que la mía, que vengo de ropa de ensayo y por cierto, bastante sucia. Al final fui sola y como me dejaron 2 invitaciones deambulo entre los grupitos de espectadores tempraneros, buscando alguien sin entrada para regalarle una. No abunda la gente sola. Me acerco a él y le pregunto si quiere una entrada. Me dice que en el refugio le dijeron que viniera, que podía ver a la sinfónica si estaba 7.30 en la puerta. Le aclaro que es el ballet del SODRE y acepta la entrada medio incrédulo y preguntándome si soy asistente social (omito mis antecedentes sociológicos). En ese momento me doy cuenta de que seremos compañeros de butaca y que más allá de darle una entrada, él iba a darme su compañía. La “gala” ya promete desde su título mucho glamour para el que el público vino preparado y predispuesto. Entramos.

La primera obra es Sinfonietta, de J. Kylian, con música de Leoš Janáček. La irregularidad y asimetría de la música del checo ya anticipan algo de la estética de La Consagración de la Primavera. Sin embargo el paisaje impresionista y la armonía coreográfica se parecen más a un estilo clásico y abstracto. Piernas se elevan en máxima tensión y estiramiento y me acuerdo de ese texto que habla de la rigidez de los miembros en el ballet desde un punto de vista fálico. Me llama la atención la profunda oscuridad en la que estamos sumidos. Somos dejados sin luz para favorecer la ilusión escénica. Yo no le encuentro ningún sentido... pero bailan bien, me dice Pablo. A esta altura tuvimos unos minutos para conversar e intercambiar nombres y profesiones. ¿Qué escribís ahí?, me pregunta relojeando mis notas. Me dedico a la danza, digo. Y explico mi uso de una libretita ridícula contándole que me gusta escribir sobre las obras que veo. Le digo que lo que escribo no tiene mucho de interesante y que él recién describió algunas impresiones que yo también tenía y que intentaba escribir de modo más complejo (o quizás sólo más complicado). Él me cuenta que tiene 25 años y 7 entradas. 4 en Montevideo y 3 en el interior. La última fue en Salto donde la cosa es mucho mejor. Acá en Montevideo se ve mucha maldad… ¿Del muro?. me pregunta levantando las cejas, cuando le pido que me cuente más de la vida allá adentro. Dice que la próxima tiene que tener cuidado porque si cae en Montevideo lo engloban. Me explica que eso significa que le cobren todo lo que debe. Pablo tiene varias salidas por buena conducta. Y así como sabe perfectamente qué fue que lo llevó a “caer” también está seguro de que la última no fue la última. Tengo causa abierta me dice con cara de preocupación pero también un poco divertido. Mientras se apaga la luz pienso que ese teatro, con todas sus convenciones, formalismos y vigilancias (de las que generalmente reclamo), es el que en parte está habilitando que esta conversación suceda.

Empieza la segunda obra. In the middle somewhat elevated, de W. Forsythe, con música de Thom Willems. Entran cuerpos usando (por fin) el piso del enorme escenario. A diferencia de la obra anterior en ésta vemos cuerpos pesando y pensando. Experimentando y preparando su próximo movimiento, gesticulando despreocupadamente. Las pausas y niveles bajos son usados de manera poco frecuente en el ballet y el eje de los bailarines no es perpendicular al suelo sino excéntricamente inestable. Mientras tanto la música, que aportó un quiebre interesante al inicio, luego de 15 minutos se ha tornado bastante estridente. Como el mal techno, si no te atrapa te mata. Ésta tiene más carácter, me dice Pablo. Y yo me doy cuenta de que estoy más ansiosa de que llegue el segundo intervalo para continuar la conversación, que concentrada en la coreografía.

Adentro es cuanto tienes cuanto vales; depende mucho de cómo entras. Hay mucha discriminación y es peor entre los presos que con los policías que nos pasan encomiendas de porro por 600 pesos. Ahora tengo que cuidarme. Porque la verdad es que es difícil resistir la tentación si una buena oportunidad se presenta. Sino ¿cuál es la otra? ¿Ganar 9000 pesos y volverte un esclavo? Yo para sobrevivir … ya sobreviví en los lugares en donde estuve. En la calle es otra cosa.
Pablo quiere otra cosa. Se va al baño y respiro. Rodeada de otredad – la de ya conocida del ballet y la desconocida de Pablo - desbordo de preguntas e impulsos pero me quedo en la butaca. Tengo mil cosas para decir y pensamientos que se chocan con la atmósfera armónica, plácida y cálida de la Gala de Julio Bocca. A veces es mejor escuchar. No más. Ya que me quedé a estas dos me quedo a la tercera, me dice al volver.

La Consagración de la Primavera – versionada abundantemente desde Nijinsky a Pina Bausch, Mathew Bourne, Eduardo Ramirez – es ahora trabajada por Oscar Araiz. Con música de Igor Stravinsky, ésta fue la última obra que el BNS presentó antes del gran incendio del 71. Al menos eso dijeron en la charla informativa que como política de formación de público ofrece el SODRE antes de cada función.

La obra cuenta la historia de un ritual de sacrificio de una virgen al inicio de la primavera. Mientras se representa el evento tribal y se elige quien morirá. Me distancio del escenario y por un momento pienso en la coreografía social que interpretamos como público en esta sala. Como en un zoom in llego a las butacas 22 y 24. De lejos Pablo y yo podríamos parecer una pareja o quizás una cita. ¨Pero ambos sabemos que estamos en realidad buceando en la diferencia. Él ajeno a ese ambiente geronte y emperifollado, de gente aplaudiendo frenéticamente a cuerpos sin gravedad ni defectos visibles. Yo curiosa, y quizás hasta impulsada por mi propio fetiche de clase, cruzando algunas convenciones para conocer - en el medio de su directa antítesis - la vida de Pablo.

El ritual comienza y el increscendo terrenal de la Gala encuentra su punto más alto (o bajo). Colores marrones y mugre artificial vuelan en el escenario. La propuesta de Araiz no aporta mucho a la serie de versiones famosas de este clásico de la música y la danza. Lo que sí sirve es para reafirmar que “sí, ha mejorado el cuerpo de baile. Los muchachos están mucho mejor.” El público aplaude enardecido. Las caras de satisfacción expresan que han obtenido lo que vinieron a buscar. El ballet es una apuesta segura para quien quiere pagar para deslumbrarse. Pablo y yo salimos y el espacio que separaba a las dos butacas se va agrandando hasta hacerse invisible. Lo veo por última vez cuando me doy vuelta. Toma Mercedes y me saluda a la distancia. Quizás me agradece por la entrada. Yo me quedo pensando en otras entradas.



Inédita