lunes, 24 de diciembre de 2018

¿Qué onda María?


¿Qué onda maría?
¿Habrá recibido consejos que no pidió sobre cómo ser buena madre?
¿Será este su primer embarazo?
¿Habrá abortado alguna vez?
¿Tendría los bolsos prontos para irse a la mierda?
¿Habrá hecho planes de una nueva vida entre nuevas amigas?
¿Se garcharía en secreto a alguno del pueblo que no podía enterarse José?
¿Se garcharía en secreto a alguno del pueblo que no podía enterarse el Todopoderoso?
¿Sería una adicta que de tanta noche y conciencia nublada ni se acordaba a quién se había cogido?
¿Tendría fantasías con los reyes magos?
¿Habrá conocido el orgasmo?
¿Desearía que fuera una niña?
¿Estaría cagadisima con ser madre?
¿Hubiera preferido estar sola en vez de tanto pesebre?
¿Hubiera querido un poco más de protagonismo?
¿Le habrá pegado mal tanta expectativa con el niño?
¿Esperaba diciembre para irse a la playa a relajarse de tanta vida en familia?
¿Le habrán gritado mamasa qué tetas cuando estaba embarazada?
¿Le gustaría otro nombre tipo Celso o Roberto?
¿Pensaría en dar en adopción?
¿Le habrán ofrecido un contrato millonario para hacer un realityshow?
¿Habrá tenido licencia maternal?
¿Habrá puteado a cada uno de los mandatos de la maternidad aún deseando a ese hijo?
¿Le habrán preguntado cómo se sentía?
¿Habrá sido cesárea?
¿Sería una puta?
¿Sería una bruja encubierta?
¿Sería otro su verdadero nombre y solo una fachada María?
¿Tendría una vida clandestina donde planeaba una revolución feminista?
¿Habrá sido violada?
¿Tendría alguna amiga víctima de un femicida?
¿Tendría una enfermedad que no le había contado a nadie?
¿Le habrán jodido en silencio todos los rituales de nacimiento de su hijo?
¿Se habrá endeudado hasta la manija comprando regalos de shopping?
¿Habrá comprado sacaleche y babycall para poder seguir haciendo su vida?

¿Le gustarían los fuegos artificiales?

sábado, 8 de diciembre de 2018

Hambre de masa (o cómo no volverme una anti-progre arrepentida en los 5´de descuento)


A partir de una invitación a responder algunas preguntas y algunas hipótesis del colectivo Hemisferio Izquierdo (que bastante torpemente intenté abordar acá) terminé escribiendo sobre cosas que hace tiempo se agolpaban en mi estómago como trancazo de ruta en la previa de fin de semana largo. Acá una versión que cual salpicón de carnaval salta entre temas como conciliación de clases, burocratización de la política como tranca para el cambio social, consumo liberador o consumo basura, comodidades e incomodidades de a vida en el guetto, la organización de la derecha, la (falsa) dicotomía entre macro y micro,  el desentrenamiento de la empatía como problema político, el cuerpo colectivo y los movimientos de masas, el problema de si deseo es deseo siempre individual, el problema de si la libertad es siempre individual, la promesa de no ser tocades, el nihlismo como producto en promoción en el mercado social, los encuentros y las distancias. 

Para empezar una obviedad que abre otras preguntas: la estrategia de conciliación de clases no sólo está agotada hoy sino que nunca fue una salida. Hoy y luego de que el progresismo apostó fuerte a ella, pienso que esa estrategia es por un lado un fracaso, y a veces pienso que hasta ha sido una fachada para amortiguar conflicto social y hacer pequeños cambios que frenaran al cambio de veras. Pero si estuvo planteada seriamente en algún momento, y si entraron en el juego clases que quizás debieron haber ido por todo, creo que ahora estamos ante la evidencia de que esa estrategia fue atacada desde la clase que conciliaba "desde arriba" (la que mueve a la derecha), y que mientras eso sucedìa nadie de este lado logró plantear una superación de la situación desde abajo o desde la izquierda.
Mientras nos fuimos dando cuenta de esto, lo que llamamos “izquierda” y lo que llamamos “derecha” cambiaron casi tanto como el escenario político donde esta conciliación estuvo planteada, sobre todo el que se planteó hace unos 15 años con la llegada al gobierno por primera vez de un partido de izquierda.
Creo urgente pensar qué pasó en ese proceso. Pensarlo más allá de salir a cazar traiciones, traicioneros, causas finales de los malentendidos y las malas leches. Porque hay pila de aprendizajes que tenemos que empezar a hacer ya de lo que pasó en este proceso de agotamiento (que no nos era nada evidente hasta hace poco incluso a quienes nos empezamos a distanciar del FA hace ya casi una década o más).
Uno de esos aprendizajes tiene que ver con una discusión que hemos omitido y que tiene que ver con un viejo – y actual - problema de los movimientos sociales que es la relación entre vanguardias y los grupos sociales no orgánicos (a la vez los más desfavorecidos). Esto no es ni más ni menos que la tensión que tantas veces se presenta entre ser un movimiento compacto, coherente y cohesionado, o ser muches, ser grandes y expansivos. Mientras esa siga siendo una disyuntiva, seguiremos estancades en el problema de las vanguardias militantes que se quedan solas, en el problema de los pequeños cascos bien organizados con dificultades para llegar a la gente.
Otro problemón es el de la burocratización de la política - o su conversión en una administración neutralizadora del cambio social - que era algo que ya proponía el neoliberalismo y que el progresismo con su ejército de tecnócratas bien intencionades ayudó a acelerar. Creo que ni el oenegismo de los derechos humanos, ni los planes asistenciales, ni la apuesta al desarrollo van a resolver los problemas de burocratización/elitización de la política; que tampoco pueden resolver la neoliberalización del estado y del mercado, ni tampoco la concentración del poder. Y no pueden resolverlos porque viven de ellos.
Lo que se dio fue una política estatal de intervenciones despolitizadas, no acompañadas de organización política. Y el acompañamiento perfecto para ese plato fue un cuidado descuido de la educación y de la batalla cultural por un lado – hueco que fue llenado por promesas de cambio de ADN e infinitas elaboraciones de “Planes de” que uno a uno han quedado en la nada; y los permanentes frenos al crecimiento político y la autoorganización de las clases populares por otro. Y cuando hablo de crecimiento y auto-organización no me refiero solo a subir los salarios medios y los niveles de consumo, que no está nada mal como logro*. Pero si el consumo viene a llenar el hueco de unas formas de vida cada vez más alienadas y vacías, si el consumo es consumo basura, si el consumo viene acompañado de una tristeza y una depresión cuyas causas son la soledad y la impotencia social, entonces ahí el consumo se vuelve tremendo problema.
No es fácil hablar de esto cuando yo misma me abrí, no participé del diseño de las políticas, cuando mi militancia fue más desde el arte y desde espacios autónomos (y muy a menudo endogámicos), cuando me quemé con el futuro que empecé a vislumbrar y dejé de dar ciertas disputas desde “adentro”, digamos. Pero de todas formas y sin omitir la autocrítica que me toca, lo digo porque lo veo así. No es fácil tampoco hablar ahora - con una sensación de estar al borde del abismo facho -, que hace 3 o 4 años cuando había un progresismo consolidado, que tenía pinta de hegemonía y una tenía claro que había que presionar como fuera hacia la izquierda y que para eso cierto pensamiento cáustico (incluso kamikaze) podía funcionar. Hoy estamos muy incómodas y nerviosas. En el último tiempo y acompañando el proceso brasilero me empecé a preguntar como hacer para no volverme una petista arrepentida que sale a gritar viva Haddad 10 días antes de la segunda vuelta. Ciertamente tengo miedo, pero callarse la boca nunca fue una alternativa y tampoco creo que sea ahora.
Lo que sí me preocupa más que antes – que quizás estaba más cómoda en el guetto - es cómo hacemos para juntarnos en un frente común antifascista y antineoliberal con todas las diferencias que tenemos. Y ahí pienso que del lado de los movimientos ha habido poca capacidad de querernos en la diferencia; y por otro lado poca capacidad de generar alianzas estratégicas, que es un poco el mismo problema.
Una última cosa sobre ésta pregunta es que creo que el malestar social al que se refieren no lo produce el fracaso de la izquierda: creo que aunque la autocrítica es necesaria es ingenuo pasar meramente a autoflagelarnos sin analizar la brillante organización que tiene la derecha hoy, el plan de largo plazo y de larga distancia que ha venido creando en estos últimos años, la lucidez táctica con la que identificaron los puntos nodales del cuerpo social para aplicarle luego una acupuntura del demonio. Esto no es solo que la izquierda es corrupta y fracasó sino que esta gente tiene una organización del carajo. Un buen ejemplo de esto son las iglesias evangélicas: mucho muchos años de paciente organización para recien ahora salir a disputar la política y las calles. Es decir, que ahora que la derecha está saliendo del agujero en el que se refugió de su (efímera) derrota, vemos que están en todos lados: las finanzas, los medios de comunicación, hasta la sensibilidad más micropolítica se tomaron los muy perros.
El malestar social entonces no lo produce (solo) el fracaso de la izquierda sino las formas de vida neoliberales que pautan ritmos, sensibilidades, soledades y relaciones sociales hoy en día. No lo produce la crisis económica- solamente - sino una enorme sensación de impotencia que tiene todo que ver con la incapacidad de generar cambios no epidérmicos sino estructurales, y la incapacidad de estar con otres.
El malestar lo produce la sensación de que el “gobierno” e incluso el estado, es un espacio vaciado de poder social y completamente lleno de intereses de las clases dominantes. Lo produce la percepción de que estamos perdiendo eso que en uruguay siempre fue el blanco de ataque de la derecha y el fuerte de contención de uruguay (su excepcionalidad) y esto es un estado comprometido con la idea de lo público, de lo común. El malestar lo produce lo abrumadas que nos sentimos ante lo bien que está organizada la reacción de la derecha a los tímidos avances que ha hecho la izquierda social. Durante los últimos años estuve convencida de que nuestro problema principal era la tibieza de esos cambios, o eso que ustedes llaman “pacto de clases” . Y me la pasé peleando con y al progresismo por esto y lo hubiera seguido haciendo. Pero en retrospectiva percibo que tendríamos que haber estado mucho más preocupadas por cómo la derecha estaba organizándose para dar el contragolpe y cómo derrotarlos posta para que eso no sucediera, pero no en las urnas sino en los lugares donde está el poder real.
Fue demasiado tiempo sin problematizar la convicción de que la política de las mayúsculas y los parlamentos estaba jodida y que teníamos que apostar a la micro: hoy pienso que esta división nos jodió. Nos distrajo y nos confundió. Algo a aprender es que no podemos confiar en las dicotomías. No va a salir nada bueno de ahí.
Otro ejemplo de esto es la dicotomía nacional-internacional. La izquierda social ha pasado mucho rato sacándose los ojos en torno a esta dicotomía. Y hoy veo que construimos una relación totalmente esquizofrénica con la política internacional: por un lado la izquierda partidaria adoptó el patético modelo de las socialdemocracias europeas. Por otro los movimientos más autonomistas tienen relaciones fluidas con movimientos como el feminismo internacional, el zapatismo, 11M, Occupy, etc. En ambos casos creo que hay problemas para elaborar fuerzas locales que se alimenten de esas relaciones con el afuera potenciando comunidades regionales, en diálogo con y entre el acá. Ha habido demasiado “o” en lugar de “y”: internacional “o” local; de masas “o” vanguardistas; tácticos “o” fenomenológicos; legislación “o” acción directa. Imagino lo que hubiera pasado de haber apostado al “y” y me late que algo podríamos buscar en ese camino. Y el “y” nos demanda una madurez política pero sobre todo sensible para lidiar con las diferencias.
Y ojo, que este problema de la sensibilidad no nos distrae del problema táctico, sino que es hoy nuestro principal problema táctico porque mientras no seamos capaces de activar la empatía, la capacidad de sentir lo que otres sienten, la disposición a poner tiempo y energías a lo que otres necesitan y desean y a lo que creen que son las mejores formas de hacerlo, no hay diagnóstico ni insistencia ni convicción ni plan estratégico que nos valga. La derecha lo ha hecho muy bien. Y sé que suena raro esto de entrenar la empatía pero como toda habilidad que de no usarla se va entumeciendo, estamos necesitando volver a activarla, sentirla en y entre los cuerpos y los espacios que nos unen y a la vez separan. La empatía es puro tejido conjuntivo social y hoy está todo roto y desgarrado. Como todo tejido no es un lazo rígido ni tampoco totalmente intangible. Como todo tejido no depende de nuestro control pero podemos hacer cosas para que la sangre empiece a llegar, para que con la paciencia urgente que se necesita en este presente, pasemos del desgarro al movimiento. Porque ni la parálisis ni el reposo curaron nunca jamás a ningún cuerpo que deseara seguir en la lucha.






Y ahí viene otra pregunta: ¿de qué cuerpo estamos hablando? ¿De un cuerpo individual? ¿De cuerpos colectivos? ¿De colectivos estables, de multitudes. de masas? Creo que el pensamiento sobre los movimientos de masas es un pensamiento en desequilibrio, que está volviendo a aparecer y pienso: ya era hora. Creo que hemos abordado el pensamiento sobre las masas desde la preocupación por la basura que resulta la cultura de masas (sobre todo vista desde la perspectiva un tanto elitista de un sector de la izquierda intelectual - universitaria). Pero no podemos reducir el término a eso que la derecha ha sabido construir con tanta eficacia. Porque masa es también otras cosas: es primero que nada gente junta, y necesitamos pila de gente junta. Es también una forma de estar en colectivo que no pone por encima el individualismo (aunque sí, claro, hay que pensar formas de singularización en la masa para no repetir los tropiezos históricos de tantos movimientos de izquierda). Masa es también eso en lo que entramos sin miedo a ser tocadas, sin miedo a ser parte de. Y nos falta pila de eso para poder realizar los cambios que queremos. Por último masas es a lo que más le teme la derecha, porque una masa te da vuelta el tablero, y es capaz de mandar a la mierda al poder si lo quisiera. Por eso la derecha se obsesionó con dominar las masas, con mantenerlas sumisas, con docilizarlas. Y desde la izquierda aprendimos a asociar la masa dominada por la derecha con la masa. Y es hora de desandar ese sinónimo. Es hora de leer a tipos como Elías Canetti o acercarse al feminismo popular y su capacidad de movilizar enormes y diversos cuerpos colectivos, por ejemplo.
La posmodernidad nos enseñó demasiado bien - y le creímos demasiado-, a desear marcar nuestra diferencia y nuestra singularidad permanentemente. Nos volvimos posmodernas con un montón de teoría arriba pero incapaces de formar parte de una masa, o de algo grande. Aprendimos muy bien lo que no queríamos pero muy poco a plantear desde el deseo alternativas a los movimientos políticos tradicionales; muy poco a encontrar formas en que sin avasallar nuestras libertades y nuestro derecho a ser diferentes aún podamos movernos juntas. Entonces quedamos todes diferenciados y también dispersas. Y agarramos un hábito de que conectar con el deseo es casi siempre conectar con el deseo individual. Un hábito de asociar la palabra libertad con un imaginario también individualista. Estos son triunfos del neoliberalismo que la izquierda libertaria y también la que sostuvo la agenda de derechos encarnó. Y por ende una lucha a dar es reencontrar un deseo colectivo. Encontrar formas de comunidad que no sean ni el fast-food de la política (es decir: encuentro mi causa, la consumo y la descarto siguiendo con mi vida o con la próxima problemática trending topic en mi red social); ni tampoco ese tipo de organización cuasi militar donde es solo a fuerza de disciplina y censura del disenso que se logra el encuentro y la cohesión.
Movernos juntes sigue siendo el principal desafío para los movimientos sociales. Y es un problema coreográfico y es un problema sensible: quizás por eso me obsesiona tanto la danza qué sé yo. De todos modos siento que desde el arte o la danza no le hemos encontrado aún la vuelta: nos pasamos hablando de empatía pero nos falta muchísimo entrenamiento en estar en ambientes que no controlamos, con parámetros que no son los nuestros. Nos pasamos hablando de la situación y entrenando la improvisación pero luego nos pasa que solo podemos ser activas en escenarios artificiales, pero seguimos siendo espectadoras pasivas en los escenarios reales como dice una colega. Nos pasamos hablando de la política de lo sensible pero nos falta sensibilidad para la política. No estoy feliz con mi campo; la danza y el arte, sobre todo en sus versiones más puristas y profesionalizadas.
Volviendo a los movimientos de masas, no lo sé: quizás tienen que ser movimientos de masas o quizás no. Las masas que seducen hoy parecen ser las que prometen que nadie va a tocar tu espacio, que es precisamente todo lo contrario a lo que una imagina cuando piensa en una masa. Hoy tenemos cada vez más movilización de masas de derecha (o intentos de), la masa se ha vuelto anti-popular. La masa es también la que odia a los pichis, a los pobres, y a los sujetos de las acciones afirmativas. Algo pasó que antes la izquierda decía que era “el pueblo” y hoy la derecha se apropió de esta táctica y nos habla de lo que “quiere la gente”. Algo nos pasó en tanto capacidad de interlocución y de representación. Algo bastante jodido. Algo que tiene que ver con la dispersión de una masa que se mueve por amor y no por odio.
En un proyecto con amigues mexicanxs (La liga tensa) con quienes nos hartamos de hacer piezas de danza que no cambian nada ni a nadie y empezamos a explorar coreográficamente las manifestaciones políticas callejeras, decimos que hay que escuchar a la manifestación como a un río. O sea, escucharla, poder entender su lenguaje, escuchar qué pasa cuando muchxs se juntan con sus objetivos comunes y sus desacuerdos para hacer algo tan simple y complejo a la vez como caminar juntas, detenerse juntes, como movilizarnos. Cómo conjugar la urgencia del hacer con una inteligencia táctica. Como tener tiempo para todo esto que es también una cuestión política urgente hoy. Y si bien me vengo cuestionando mucho sobre los sentidos de su continuidad, no sé qué sería de las subjetividades políticas hoy sin las marchas, sin las formas de movilización nuevas pero también las más tradicionales. Y digo esto porque hay una sensación de que no han logrado nada, de que las metas por las que se marcha hace décadas no fueron alcanzadas y eso es un error. Por un lado sí hubieron conquistas. Por otro hay algo que pasa en las movilizaciones en términos de creación de subjetividad política que va más allá de éxito/fracaso y que es es imprescindible para no irnos todas para nuestras casas a recostarnos en el cinismo o el nihilismo que están a la orden del día en las calles y en las redes. Por otra sí ha habido mucha imaginación política en las formas en las que se toma la calle en los últimos años (pienso en las Alertas feministas! Por ejemplo). Esto no quiere decir que no estemos necesitando urgente nuevas formas de movilizarnos, de crearnos subjetividades en común.
Últimamente hay una pregunta que me ha obsesionado bastante y es: ¿cuál es la distancia que le pedís al otro que recorra para encontrarse contigo?. Me gusta esta pregunta porque cuestiona las distancias que estamos dispuestas a recorrer nosotras; los estereotipos que organizan (al menos en los colectivos en los que yo me he movido) la idea de encuentro; los prejuicios de clase media intelectual sobre lo que significa “poner el cuerpo”. Hay que aprender a escuchar más y a hacer más y me maldigo entonces por decir esto después de todas estas páginas de respuesta, pero es a la vez la respuesta más honesta que tengo para dar en este momento.
Sujetos emergentes ya existen! El tema es cómo polentearlos y como poder encontrar espacios en común. Quizás lo común hoy son más los problemas que los deseos, y eso puede ser un punto de partida.
Algunos problemas que siento que tenemos en común movimientos como el feminismo, el ecologismo, los movimientos de estudiantes y por la educación pública, los movimientos anti capitalistas y antineoliberales son:


Un problema de organización: ¿cómo movernos juntxs?
Un problema de deserotización: ¿cómo seducir con nuestro proyecto de mundo y cómo recuperar la alegría en la lucha?
Un problema de representación: ¿cómo superar la soberbia de la vanguardia y en el otro extremo la parálisis que genera la negación de los dispositivos de liderazgo o de representación?
Un problema creativo: ¿Cómo desasociar la militancia política de la idea de empresa y de sus formas operativas?
Un problema de imaginación: ¿cómo creamos nuevas formas de (vida) política sin caer en la renovación neoliberal y la modernización desarrollista de las tácticas políticas?
Un problema de comunicación política: tomando lo que dice Bifo, ¿cómo hacemos de la comunicación política una acción terapéutica?.


Si lo común hoy aparece en forma de problemas, abracémoslos entonces más que huir de ellos. Por ahí quizás nos encontramos un poco más, en vez de seguir esperando eternamente a ver cómo nos ponemos de acuerdo para empezar algún tipo de intento.


* La invitación era a pensar en un par de preguntas que ellxs se hacían a partir de un manifiesto que sacaron a principios de este año.

Las preguntas eran:
1. En el IIM de HI manejamos la tesis de que estamos ante el agotamiento de las estrategias de conciliación de clases, en particular en América Latina, de los progresismos, lo que provoca un estado de malestar social que requiere ser interpretado y disputado. ¿Te parece adecuada esa idea? ¿Compartís su centralidad? ¿Qué implicancias se derivan de ello?. Y 2. A pesar del desinfle del progresismo, parecen aparecer sujetos colectivos potentes en el ámbito de la izquierda social. En el IIM planteamos como otra tesis central que es necesario la construcción de nuevas referencias políticas de masas, y que estas deben apoyarse en estos sujetos emergentes. ¿Es preciso caminar hacia allí? ¿las herramientas ya existen? ¿hay que construirlas? ¿cuáles son las formas y procesos necesarios a transitar?

* Y acá llegamos a la pregunta: ¿el consumo libera?. Esto lo vienen discutiendo mucho y muy bien dos compas de LoboSuelto! de argentina - Diego Valeriano y Sztulwark - en textos como este que les recomiendo leer:: http://lobosuelto.com/?p=22267&fbclid=IwAR3OxBzhvxwnQ50ek3DaduDm5JR7u8Xqihg9irSl1MZaE-U-j7ISG1x_w_Q.

* Fotos tomadas de la intervención "Archivos del pasado, cuerpos del presente, movimientos del futuro", IENBA/Act. Exterior 2018. Por Mario Vera.

domingo, 2 de diciembre de 2018

G20


ahí están con su circo y sus domadores  
trajeron sus aviones y sus tropas
sus guardaespaldas y sus amantes
trajeron varios pares de zapatos y de portafolios
no necesitan presentarse ni que los presenten
ahí están atrás de las vallas y las cámaras
con sus fronteras cerradas, con sus calles cerradas, con su cumbre cerrada, negociando lo que es nuestro a puertas cerradas
cercados por que saben que hay demasiada gente que sueña con su cabeza
demasiadas fantasías de atentado
demasiadas ganas de amenaza de bomba 
saben que su proyecto incluye vendernos a todes y saben que lo sabemos
y por eso están cagados de miedo. 

ojalá sientan el miedo que siente un pibe ante el plomo
ojalá sientan el miedo de la calle ante una procesión de gorras
el miedo que sentí cuando me dio el cuerpo para enfrentar a un abusador
tu miedo al pensar que vas a tener que ir toda la vida a ese laburo de mierda
el miedo de un animal que va al matadero con la certeza de su destino
el miedo de un liceal ante el primer examen de primero
el miedo de piba esperando el resultado del scanneo
el miedo del tipo que recibe la notificación en ese sobre un segundo antes de abrirlo  
están cagados de miedo y no hay tropas, ni poder, ni millones, ni violación de tratado, ni protección ni apertura que los salve.
su poder es también su karma y les pesa.

buenos aires huele a perfume de cheto mala gente
la única seguridad es el pozo donde nos gustaría meterlos
los jefes de los chicos toman whisky con los ricos
mientras los obreros hacen masa en la Plaza como aquella vez.

salgamos todes de la ciudad y que queden adentro
o tomemos la ciudad y que no salgan  
que este toque de queda les cueste caro
que se trencen a piñas o a besos Trump con Xi Jinping
que un cocinero derrame laxante en el paté
que un ovni baje y haga abducción masiva
que Putin revele que es un infiltrado de la revolución y sea el diciembre rojo porteño
que haya piquetes aéreos y por tierra y no puedan volver
que Merkel se desquicie y empiece a pajearse livestreaming
que se peleen por quien habla primero
que no se pongan de acuerdo sobre la próxima sede
que disuelvan el club de tobi
que se subleven los mandos medios
que una horda de mujeres rodee la capital
que declaren el fin del estado nación
que acuerden el libre tránsito de todas las personas en todas las fronteras
que una invasión de lobas desguace sus pantorrillas
que los extraditen y les den guantánamo
que se retracten de todo
que digan que todo fue una cámara oculta para Marcelo Tinelli
que se duerman y todas las noches sueñen sus peores muertes
que tengan pesadillas en vida
que una tormenta eléctrica francotiradora baje un rayo en la limusina de aquel
que Macri llore en público
que nunca más los tengamos que volver a ver. 

Publicado en Lobo Suelto!


viernes, 9 de noviembre de 2018

HEBE ROSA _ diálogo, nota y testimonios en BRECHA

ESA COSA INTERIOR (S.Castro sobre diálogo Hebe rosa con L.Naser)


En BRECHA  9.11.2018


ESA COSA INTERIOR





Con Hebe Rosa y Lucía Naser
ESA COSA INTERIOR
Soledad Castro Lazaroff
Después de dos años sin presentar espectáculos, hoy viernes 9 de noviembre Hebe Rosa y su escuela vuelven a escena con el espectáculo "Por encima de la vida". La investigadora, bailarina y militante Lucía Naser, integrante del colectivo Entre, dialogó con Hebe para Brecha en el marco de un trabajo de recuperación de grandes figuras de la danza de nuestro país.
LN – ¿Qué es el Ballet de Cámara?
HR - Fundé el Ballet de cámara hace como 25 o 30 años. Yo me meto en una cosa y le doy, soy seguidora. Se empezó a formar gente alrededor mío y empezamos a hacer coreografías, y un día dije "vamos a montar un espectáculo", y nos preguntamos cómo ponerle al grupo. Y Hugo Capurro dijo no sé qué, y Eugenio Parma dijo otra cosa, y yo dije "Ballet de Cámara". Y quedó. Éramos tres en ese momento que dirigíamos el grupo, después quedé yo sola. Trabajé como una enanita que soy. Hice mucha cosa, acá y afuera. Estudié en Santiago de Chile, fui alumna de la Universidad, me contrataron y debuté como profesora. También estudié en Estados Unidos con José Limón, y estuve en Italia, donde trabajé lindo, y en España, en Grecia y en Inglaterra, donde también di clases.
LN – ¿Cuáles son las etapas por las que pasó el Ballet de Cámara y cómo está hoy?
HR - Pasaron tantas personas por mi que ya no te sé decir, bailaron muchos en el Ballet de Cámara. En una época hacíamos mucho y bien, pero ahora hacía dos años que no hacía nada, y no tenía ganas de hacer nada porque cuando uno hace tanta cosa, no sé, después te quedás un poco seca y decís, ¿ahora qué? (ríe) Pero bueno, después la rueda empieza a funcionar de nuevo. Es que hice muchos espectáculos acá y en el interior, en Rocha sobre todo, trabajé mucho como docente y fui directora de la escuela de danza allá.
LN – Con todas las obras que has hecho, que la verdad han sido muchísimas, ¿cuáles son las cosas que reavivan tu pasión por la danza en momentos de crisis?
HR - Yo no tuve crisis. Nunca dejé de amar la danza. La locura de la danza me siguió desde que la descubrí cuando tenía ocho años, y de ahí en adelante solo dejé tres años: entre los 14 y los 16 no hice nada, no bailé, no tomé clases, dejé. Hasta que a los 16 años me vino como la cosa esa que tenía adentro, empezó otra vez, y le dije a mi madre: voy a volver a la danza. Y nunca más dejé.
LN - ¿Y por qué dejaste en esos años, te acordás?
HR - Porque era muy joven, iba al liceo, no sé. No fui una de esas chicas con novios y que salían. Mi novio fue un amigo de la casa, Ricardo Espalter, el actor. Era íntimo amigo de mi hermano y para mi padre era como un hijo. A la hora de cenar tocaba tres timbres y ya sabíamos que era él, y se quedaba mirándonos comer pero él no comía. (ríe). Estuvimos cinco años de novios y cinco de casados. Y después yo empecé a sentir que no, que yo quería hacer otras cosas, pegar un salto. Y con Cacho era difícil. Era muy celoso, pero una excelente persona. Yo estuve muy enamorada luego de otra persona, de Vieytes, un pintor, que pintó todos estos cuadros (señala su casa).
LN – Una vez me contaste que Espalter era celoso no solo de los hombres sino también de la danza.
HR - Ah, sí, de la danza. Yo le entregaba toda mi vida a la danza. Un día él me tiró un libro de ballet al suelo, otro día me rompió un pincel, esas cosas. Un día le dije "vamos a separarnos, porque total, ¿para qué?" Él no quería separarse, yo fui la que quise. Seguir así no tenía sentido: yo no iba a dejar la danza, eso lo tenía bien claro.
LN - ¿Qué dirías que fue lo que te enamoró de la danza?
HR - La danza. ¿Qué me enamoró de la danza? Y la danza, sí, bailar. Era divino bailar. Yo todos los años cuando tenía que ir dejando porque ya era mayor decía ay, dios mío, un año más aunque sea.
LN – ¿A qué edad empezaste a dejar?
HR - Y a los 45, 48… casi 50. Hasta ese momento bailaba como loca. A los 50 ya me daba cuenta de que la cosa ya estaba diferente. Empecé a bailar menos hasta que dejé.
LN - ¿Cómo se sentía bailar en un cuerpo que iba envejeciendo?
HR - Yo me moví muy bien como hasta los 70 años. Ponía la pierna arriba… pero no era eso. No era la pierna ahí arriba. Era.. ay, no sé, hay que tener una cosa para la danza, que yo empecé a no tenerla. No sé qué cosa, una cosa interior.
LN - Y este amor a la danza, esta cosa interior de la que hablás, ¿qué es?
HR - Es algo que tenía adentro, es un asunto interior. Me copaba completamente, más que nada. Mirá que yo de Vieytes estuve muy enamorada, y él de mi, era una cosa imponente, pero para mi la danza era más importante que todo. Yo sentía que aquello era la vida. No había otra vida para mi: enseñar la danza y bailar. Todavía es así. Hace un tiempo en una fiesta de la escuela todas mis alumnas empezaron “Que baile Hebe, que baile Hebe”, y Hebe no bailaba hacía mucho tiempo ya (ríe). Entonces agarré una silla y empecé a hacer cosas. Y las chiquilinas miraban así (abre mucho los ojos). Lindo, precioso, lo haría otra vez.
LN – En la escuela, ¿cómo es la formación?
HR - Son 10 años. Los chicos una vez por semana hacen clásico, y los otros días hacemos la técnica moderna, que tuve la suerte de aprenderla en Chile, y en Estados Unidos. En Chile empecé en la escuela de la universidad, que la dirigía Lola Botka con su esposo Ernst Uthoff, que era el director del ballet nacional chileno, y yo era íntima amiga de todos ellos. Me contrataron, me quedé en Santiago mucho tiempo, como dos años, di clases y bailé como loca. Después me fui a Estados Unidos a estudiar con José Limón, y la verdad que fue imponente. José era un gran artista, pero no era un pedagogo tan brutal como lo fue Sigurd Leeder en Chile. Leeder era el maestro del ballet Jooss, un ballet alemán brutal. Un gran pedagogo.
LN – Y estas influencias, toda esta gente, ¿en la formación que das en tu escuela transmitís sus enseñanzas?
HR - Y sí, porque estoy formada por ellos. Todo lo que tengo adentro es de ellos.
LN - ¿Y cuál fue el ingrediente, el elemento, el método que vos aportaste como Hebe Rosa?
HR - Enseñar a aprender la danza a fondo, a amarla, adorarla. A sentir que eso es más importante que todo en la vida. Yo intento eso, algunas siguen, otras no, terminan yéndose, porque yo soy muy exigente además.
LN - ¿Y qué les exigís, específicamente?
HR - Eso es difícil de contestar. Les enseño, improviso. Antes estaba más atada a lo que había aprendido. Pero ahora me doy cuenta de que tengo un pozo interminable adentro, del que sale y sale y sale. Las alumnas entran niñas y se van grandes. Aunque nunca se van del todo, siempre vuelven, me llaman, me escriben, me preguntan cosas.
LN - En Estados Unidos estudiaste con Martha Graham también.
HR - Sí. Martha era muy sofisticada. Me acuerdo que estaba en el suelo haciendo clases con Martha y ella tenía dos galgos y dos dálmatas, y los perros pasaban por encima tuyo mientras estabas haciendo los pasos, y ella los dejaba. Y pasaba al lado tuyo y te decía "Oh, nice girl... " Se cerraban las puertas cuando ella estaba creando. Y ponían un lazo rojo, y un cartel que decía "Martha creando", esas cosas.
LN – ¿Cómo era bailar en dictadura?
Hubo momentos difíciles pero yo igual seguía para adelante. Una vez nos bajaron de un ómnibus con un primo mío que era director de teatro, se llamaba Juan José Brenta y era muy conocido. Y veníamos juntos de La Paz, nos tomamos un 130 (que era el ómnibus en ese momento) y cuando llegamos al puente de La Paz subieron las fuerzas conjuntas. Nos hicieron bajar a Juanjo y a mi, nos hicieron una cantidad de preguntas, porque Erro era el esposo de mi prima, y era muy perseguido; era un filósofo, un ser maravilloso. En la puerta de su casa había siempre un coche parado con tiras. Miraban desde adentro del auto todo lo que pasaba en la casa.
LN – ¿Cuál era en ese momento tu relación con la política?
HR - Comunista no fui nunca, pero derechista tampoco. Todos mis amigos eran de izquierda. Yo no me metía en política porque no creo en la política, nunca creí y sigo sin creer. A lo mejor estoy equivocada, pero no creo que las cosas se arreglen con la política. Creo que las cosas se tienen que arreglar por el crecimiento del ser humano. Eso es difícil de lograr.
LN - Decís que nunca te involucraste en la política pero hubo obras tuyas que sí tenían temas políticos. Por ejemplo el Homenaje a Violeta López Lomba, que se llamaba Danza y protesta.
HR - Los milicos eran bravos y a mi no me gustaban, por eso me tiré hacia la izquierda, pero la izquierda tampoco me dominaba, porque había cosas con las que no estaba de acuerdo. Yo era muy cristiana en una época. Empecé a meterme a la izquierda porque era cristiana, fijate qué disparate. Pero no es disparate. Creía en Cristo, en ese ser, consideraba que lo que decía era brutal. Después no sé.
LN - ¿Y qué vínculo encontraste entre Cristo y la izquierda?
HR - Muchas cosas. La igualdad de todos los seres humanos. El amor, por supuesto. En eso creo, firmemente.
LN - Hubo una época donde dejó de sonar Violeta Parra y ponías Bach.
HR - Cuando la cosa estaba muy terrible yo ponía Vivaldi, los barrocos me gustan con pasión.
LN - ¿Y tus amigos de esa época con los que me contaste que hacían cosas?
HR - Con Viglietti éramos muy amigos, en Francia hicimos cosas juntos. Bailábamos mucho en la calle, la gente se juntaba alrededor, en muchos lugares.
LN - ¿Y después tuviste un viaje con el hinduismo?
HR - Eso sigue siendo. No estoy con el hinduismo; estoy sí, pero no estoy. No me caso con las cosas. Conocí una familia en La Paloma que estaba en la meditación, y yo había además estudiado filosofía esotérica. Me encanta hacer meditación, ir al templo, que esté lleno de flores.
LN - Había tiempos donde antes de coreografiar dibujabas bocetos de las coreografías.
HR - Tengo cantidad de cuadernos llenos de macaquitos bailando, porque yo dibujaba los bailarines. Me daba un trabajo.. pero lo hacía. Fue una etapa, después no dibujé más. Ahora paro las bailarinas y me sale solo. En un ratito hago todo, soy lenta para otras cosas pero para coreografiar la danza soy veloz.
LN - ¿Y cuando vos bailabas las obras?
HR - Eso era diferente. No sé, bailaba. Probaba, siempre probás. Empezaba una cosa, no me gustaba, cambiaba todo y hacía al revés, no me gustaba. Hasta que salía algo que sí, que estaba bien. Me gustaba mucho la parte filosófica o política como tema para lanzar un trabajo. Porque yo no pienso tanto como pensás vos (ríe). Lo importante es la idea, la idea cuando me domina, esa idea hace que me mueva de determinada manera. Sí. Ahora estoy media quieta, no sé si es que estoy vieja o que no tengo muchas ideas. Estoy vieja. Tengo muchos años encima, 86. Son muchos, ¿no? Y nunca dejé la danza. Hay que tener 86 años y seguir trabajando hasta las diez de la noche.
LN - ¿Y qué es para vos la danza moderna a diferencia del ballet o la contemporánea?
Para mi la danza es una sola. Le llaman clásica, le llaman moderna, le llaman folclórica, y cada una tiene su cosa. Entre la danza clásica y la moderna hay diferencias, la clásica está más marcada por preconceptos. La posición del cuerpo, la forma de entregarse, las puntas... Yo bailé en puntas muchos años pero entiendo que no hay que hacerlo, porque no es natural. A mi me apasionó de la danza todo lo que era entregarse, sin pensar en la técnica, aunque la técnica te sale sola, si la tenés en el cuerpo no podés obviarla. Que te salga porque la tenés en el cuerpo me parece perfecto, pero que vos la busques para hacer diez piruetas y te salen nada más que dos, entonces... a mi no me importa eso. Si te salen tres o cuatro piruetas mejor, y si te salen dos, está bien, y si te sale una también. En un ballet clásico ves que cuando el bailarín llega al giro 12 o 14 la gente empieza a aplaudir, y hasta que hace 32 la gente sigue aplaudiendo, porque hacer eso es horrible de difícil. A mi eso no me dice absolutamente nada. Lo hace y le digo ay, qué suerte, lo hacés, qué bien. Pero eso no es danza, es una acrobacia. Vas al circo y ves cosas raras también.
LN - ¿En qué consiste este espectáculo que presentás hoy?
Como hace más de dos años que no hago función, dije voy a hacer algo, porque es tan lindo el grupo que tengo, son tan ricas las chiquilinas... Una coreografía la va a dirigir Valeria Varela, y la otra bueno, un día dando clase de danza moderna, cuando hacemos alguna diagonal, o un centro, hago un paso y lo van haciendo de a dos o de a tres. Y tenemos varios de esos pasos míos. Y entonces un día les dije "che, chiquilinas, qué lindos pasos que hace Hebe Rosa". Se mataban de la risa. Y les dije de juntar todas esas frases y hacer un estudio. Y eso hicimos, con las frases que salían en clase, las fuimos juntando e hicimos la coreografía que vas a ver.
LN - ¿Por qué se llama Por encima de la vida?
HR - Ellas quisieron ponerle así. Para mi era el nombre de otra cosa, no sé.
LN - ¿Siempre dejaste que las personas tomaran decisiones en obras dirigidas por vos?
HR - No, a veces yo mandoneo (ríe). Pero en este caso no, porque son estudios de clase.



MORIR DE AMOR POR UNA VIDA DE DANZA 



Hebe Rosa nació en Montevideo en 1932, es decir en otro Montevideo pero también en otra danza, en otro mundo. Hebe es una navegante del tiempo que vio cambiar todo menos su amor por la danza, a la que le dedicó la vida.
Su devoción se traduce en una ancha y larga producción de danzas y de obras, y en la formación a lo largo de más de 60 años de una enorme cantidad de artistas que hoy se desempeñan en variados lenguajes de la danza.
En 1956 fundó la Primer Escuela de Danza Moderna, y junto a Hugo Capurro y Eugenio Parma el Ballet de Cámara de Montevideo. Enseñó en Rocha, donde llevó adelante la escuela Municipal de Danza por varias décadas y también en Melo.
Estudió en Uruguay con maestros como Alberto Pouyanne pero dice que su formación más profunda ocurrió en el exterior: Chile, Estados Unidos. El Ballet Jooss le cambió la vida.
Hebe, o la Maestra Hebe Rosa como la llaman sus estudiantes, viene de una generación que entendió y practicó la formación de artistas como formación integral de seres humanos, una era previa a la especialización de las disciplinas y de los nichos de mercado. Pintura y anatomía, historia o filosofía son parte de la formación que ofrece en su Escuela, cuya “propuesta educativa se dirige a la formación integral de la persona, uniendo el ejercicio corporal con la necesidad del ser humano de comunicarse espiritualmente”.*
Hebe sigue hoy en día y a sus 86 años dando clases hasta las diez de la noche en su Escuela situada en la calle Wilson Ferreira Aldunate. Cuando la clase empieza parece que a Hebe se le cayeran 10 o 20 años de encima porque algo se enciende en ella y desde su banqueta o desde la barra irradia una energía que no corresponde a la edad de su cuerpo. Hebe es música pero sobre todo es danza; solo con sus brazos organiza toda una coreografía. Su risa resignifica su performance de maestra exigente.
Viene de un ambiente de izquierda y de una familia de artistas y su vida ha estado llena de mujeres aunque los amores de los que más habla son hombres; Fernando Vieites en la vida, José Limón, Sigurd Leeder en la danza. Coreografió desde Viglietti a Debussy, a Víctor Jara y Zitarrosa. Cuando vino la dictadura metió mucho Vivaldi.
No cree en la diferencia entre danza moderna y danza contemporánea, quizás una forma de reclamar el presente como el tiempo favorito para la danza y para su creación.
Aunque ama la docencia, su memoria siempre está regresando al tiempo en que era ella la que bailaba; y es que la experiencia del movimiento en escena tiene una intensidad que el tiempo no borra y que no puede ser reemplazada.
Encontrarme con ella - en sus clases, en su escuela, en su casa - fue parte de percibir que me estaba perdiendo de algo grueso que da forma a la danza en Uruguay, y es que apenas una empieza a indagar, una impresionante cantidad de artistas de la danza pasaron por su escuela. Y es que apenas una se pone a pensar, hubo rupturas que atravesamos sin saber bien con qué estábamos rompiendo.
Este acercamiento no era probable: me formé en el campo de la danza contemporánea, que en su doble rol de vanguardia internacional y élite modernizadora local, me enseñó que la danza moderna era “vieja”, que estéticas y métodos como el de Hebe eran antiguos o pasados de moda, que era mucho más interesante lo que pasaba afuera. Y me fui. Luego me fui dando tiempo para darme cuenta de que esa obsesión modernizadora, de sincronizar con los centros, no era nada neutral (ni ideológica ni estética ni geopolíticamente), y que si bien Hebe también traía sus referencias de otros países, había marcado indeleblemente la danza en Uruguay. Esa marca es nada menos que el suelo que la generación que había creado el campo de la danza independiente en Uruguay nos dejaba pisando. Ese suelo que yo había negado tanto tiempo, con sus tendencias e ideologías que no siempre comparto pero que necesité conocer, cambió radicalmente mi pensamiento sobre el presente y el futuro de la danza.
Dar voz y dar espacio a una figura como Hebe es también revisar nuestra historia para reencontrar a mujeres como ella, que aún vivas y creando parecen haber sido archivadas en un tiempo que ya fue. Mujeres que aunque no hablan de feminismo o de emancipación, buscaron como pudieron la libertad, y que necesitamos entender en sus propios términos para poder pensarnos en los de nuestro tiempo. Las diferencias entre ella y yo son muchas, pero eso no puede privarnos de conversar y contarnos mutuamente los pensamientos. La danza es una sola, dice siempre Hebe.
Este viernes 9 de noviembre y luego de un par de años de descanso, su Ballet de Cámara se presenta en el Teatro de la ACJ a las 20hs. Es una gran chance para acercarnos a su obra y celebrar, mientras duren, la danza y su vida.
Lucía Naser

domingo, 14 de octubre de 2018

Dialéctica del sí (o negación de la negación)


estamos en momentos donde saber a qué decir que no, ya no nos alcanza:
necesitamos algún sí.
que la prioridad pueda ser asomarse a agradecerle a este sol
cambiar purismos y certezas por la generosidad que desata la identificación de una urgencia (que no se conjuga sólo en primera persona),
abrazar a una amiga o pasar el día escribiendo poesía de esa que construye mundos moviendo un poco a este,
de escuchar canciones, de pasar el tiempo pensando juntes,
de sentir y sentir como antídoto a este odio cáustico y fosilizante que quiere meterse por todos los orificios y ventanas,
de no tener miedo al jipismo, al utopismo, a la pasión, que el nihilismo neoliberal ha dejado tan mal paradas,
de practicar el “y si..”; de imaginar y especular: en el presente nuestras principales  armas políticas.
de confiar en el cuerpo y en la intuición. de darle duro a la telepatía y al sexo. de darle espacio y aire al deseo, que no se nos ahogue en impotencia o depresión.
de pensar bien qué decimos y que nos decimos, sin que gane el miedo a hablar,
de meternos los diagnósticos en el orto,
de habitar el silencio cuando abrumadas pasamos días sin saber qué decir,
de dejar salir la voz aún en medio del desconcierto, aún cuando suene bajita en medio de tanto ruido, aún cuando tiemble por la conmoción en la tripa y el nudo en la garganta,
de des-sofocarnos a puro baile y beso, a puro cualquier-cosa-que-nos-reencuentre-con -estar-vivas,
de robarle todo a los saqueadores y a los padres fundadores,
de ofrendar algo,
de hacer una pausa y usar cualquier técnica - meditación, taichi, grito a lo loco, 10 vueltas a la manzana, catarsis psicobioenergética, terrorismo en el jardín, avistamiento de ovnis, inyección de corticoides, cocina compulsiva, desmesura de color - cada vez que nos invadan esas ganas de ceder al “¿sabes qué? ya fueee!!! que se vaya todo bien a la mierda” (¿te suena?),
de repreguntarnos cómo volvemos al amor un proyecto seductor, otra vez. de hacer de la guerra al fascismo un proceso creativo,
de sacar fuerzas del nada (o poco) que perder,
de abandonar la política de lo sensible y cultivar como se pueda una sensibilidad para la política, que sin ser idealista, esteticista, perfeccionista, masiva, efectivista, mainstream o evidentemente dotada de un gran poder, SEA.