miércoles, 10 de enero de 2024

Lágrimas de leche


 

Lágrimas de leche. Mucho más que cuarentena o el puerperio como nos gusta

Publicado en CUADERNOS DE DANZA

 

 

 

Y acá estamos. Naciste hace un mes, llevamos treinta días juntxs, y mientras tus cachetes ganan fuerza y el shock de entrar al mundo va dando lugar a tu transformación en cachorrx humanx, transcurre la fase conocida como “puerperio”.

Busco en internet cuánto dura; dicen que de 10 días a 12 meses… Dicen que son 9 meses adentro y 9 meses afuera, yo me pregunto cuánto lleva pasar de embarazada a mamá. ¿Quién soy ahora que ya no soy ni la que era, ni la que fui 9 meses, ni nada que se parezca a algo que reconozco? 

Pasamos los meses de gestación de fiesta, inventándonos nuestro modo de hacer vida juntxs. Compartimos desde surf en olas gigantes hasta fiestas desacatadas con panza de nueve meses. Compartimos clases, marchas, paseos, velorios, siestas, mimos, viajes, cumpleaños. Fue un período de total simbiosis y esa armonía tuvo un final tan feliz como desafiante; ahora somos dos y nos toca la danza de los primeros meses de tu vida y mis meses de adaptación a la tuya. 

42 semanas gozadas pero también crispadas con el entorno, hasta que un día ya no me enojé cuando me preguntaba: “¿Qué es?”. En un momento me di cuenta de que estaba pronta para que nacieras, es decir, dejarte salir a este mundo fétido y cruel al que decidí traerte (si, decidí, y el rayo de la culpa me parte al medio) para que fuera nuestro útero compartido.  

“¿Qué es?”. Como si una respuesta genderizada y binaria pudiera resolverlo. ¿Qué es? Y miran la panza porque dan por hecho lo que yo soy. Nacemos de mujer diría Rich, pero la parafrasearía para decir que nacemos de personas cuyas identidades son múltiples y fluidas. Nacemos de otrxs y renacemos tantas veces, en la calle, los vínculos, las heridas, los encuentros, las caídas, las recuperaciones.  

Nunca fui(mos) más hermafroditas que en estos meses o quizá nunca me habia dado cuenta de cómo se puede ser tantas cosas al mismo tiempo. Útero y pene al mismo tiempo. Sexo y género se entreveran tal como nuestros cromosomas. 

Y ahora estás acá. Mientras no dormías pensé una lista de todo lo que iba a hacer cuando tuviera un ratito para mi pero ahora que te dejaste poner en la cuna estoy acá parada, pasmada sin tener idea de para qué o cómo usar el tiempo. El puerperio es un pegue de la droga-bebé y a cada unx le da distinto. 

Considero ponerme a escribir, necesidad de catarsis o testimonio, consciente de que una tecla apretada con demasiado entusiasmo podría acabar con la precaria concentración y su sueño. Quizá un yoga para recuperar la espalda y la energía o la tentación de una siesta en el sillón, o agarrar el celular y entrar de modo hipnótico en la enredada ficción de enterarme qué anda pasando fuera de estas paredes. La novela en proceso me quedó en el otro cuarto y una madera mal pisada puede desatar un llanto amargo que acabaría con esta pausa. Me muevo como una ladrona en mi propia casa, como terrorista en la fachada de una embajada. 

Considero ponerme a escribir pero la volatilidad de mis emociones y mis pensamientos no resisten la letra fija, al menos no una que no delinee la ciclotimia extrema como cualidad dominante en mi mundo interior. Y gases, muchos gases. 

No hago más que registrar este estado único de (des)concentración. De perplejidad. De asombro mezclado con hastío y tedio. Y ahí estás, soñás que tomas teta tirando al aire unos chupetazos entre-dormido y solo verte hace que me chorree leche. El puerperio no es una experiencia de la escasez sino del exceso, exceso de leche, de carne, de saliva, de excrementos, de cuerpos en un mismo cuarto y cama. La vida abunda de manera monstruosa (como es la vida) y me toca ser cuerpo traductor entre una pulsión vital exagerada y la administración y proveeduría de sus fluidos, abscesos, olores, pegotes, manchas, chorreos. 

Un segundo quiero seas bebé por siempre y al siguiente, quiero que ya mismo sepas ir al baño solx. Un momento me encuentro agradeciendo la licencia que me habilita la experiencia excepcional de cobrar sin trabajar fuera de casa y ocuparme de las cosas más simples de la existencia y el próximo preferiría estar en la comisión de la división jurídica antes que limpiar tu culo una vez más.  

De tener al milagro de la vida sucediendo dentro, a ser un montón de tejidos colgando flácidamente por dentro y por fuera.  

No hay con quien enojarme y esto diferencia este tiempo agridulce de otras experiencias híbridas en las que malestar y placer se muestran más que opuestos, partes de lo mismo. No hay con quien enojarme; no tengo ni pongo excusas de haber decidido, de no haber abortado o usado condón. Tu existencia es, al menos en lo que me toca, elegida. Y, en consecuencia, mi presente. Hay que ser canalla para enojarte con un bebé que quiere upa. 

Así que elige tu propia aventura: ¿algodón o cotonete? ¿Baby Sec, Pampers o Huggies? El plástico, los pañales, los apósitos post parto, los protectores de lactancia, las toallitas para la cola, los cotonetes, los pañuelos, el algodón, las gasas. Derramo lágrimas de leche sobre la guita dejada a las multinacionales que me cobran 700 pesos un paquete de pañales que no duran ni una semana y me siento una “mala” madre por ser incapaz de sostener el ciclo ecológico del aguanta-caca reutilizable. La ecologista que pide pajita, la militante que entrega su tiempo al espacio doméstico, la profe que copia, la disidente que forma familia, la paciente que se inocula una dosis de la enfermedad que padece. Hackear la potencia de los procesos vitales, me digo, desgobernar los guiones de reproducción de la vida, me convenzo. La concha de dios, murmuro. Y practico lo que puedo. 

 


El real beboteo 

Parto, partir, pariente, par. El binomio madre-hijx contrasta con la multiplicidad y fluidez de la vida social que nos rodea y la intimidad entre les dos a veces se transforma en soledad o quizás me contagié de tu soledad de bebé, huérfano reciente de útero. La gente entra y sale de casa, llegan de sus actividades y se van a la siguiente y nosotrxs somos como un cuadro congelado que alguien puso en pausa y se olvidó de dar play. 

Él sólo te necesita a vos, dice la pediatra y a mi me queda resonando la frase como una sentencia, como un dictámen, como un eco que me llena de culpa y deber. Sólo a mi, solo me necesita a mi. Mi espalda cansada de upa coloniza todos los posibles minutos de los próximos meses, erosiona la posibilidad de que viva mi deseo al lado de tu cuerpito bebi. ¿Me necesita sólo a mí o a mi sola? La lactancia concatena una serie de necesidades que hace que cuánto más das, más necesitas dar. Por cada hora de ausencia una mamadera llena de leche en la heladera. Sólo a mí, sola a mí…. 

Y me da ansiedad y me dura poco la fidelidad al intento de no usar dispositivos mientras estoy contigo. Cuando, en verdad, me estresa mucho más de lo que me alivia, intentar contestar los mensajes contigo ahí mirándome (y transformándote a una velocidad que es casi visible y que no quiero perderme). Silencioso y boca abajo, el celular, esa extensión que ahora es reemplazada por vos (gracias). Dejo Instagram y sé que cuando vuelva todo seguirá ahí y pruebo chuparme el dedo, chupetearte un poco, buscar contacto con tu mirada aún vizcacha. 

Estar con un bebé es un poco volverse bebé.

Y otra vez a dar la teta, que es como darse a una por completo; dar algo que sale de una y nutre a otrx sin saber de dónde o cómo es que ese líquido blanco y dulce capaz de mantener a un ser vivo pudo producirse entre tu pecho y mi espalda. El orgullo no aplica cuando el mérito no depende totalmente de tu voluntad y cuando el cuerpo duele, duelen la espalda y los pezones (los deseos y necesidades no siempre se alinean), los tiempos y duraciones para cada una de tus acciones, desde comer a coger, no son decididos por vos. Sé que vos me entendés bebé. La vida es por un rato carente de (la ficción de) autonomía y colmada de urgencias siempre más urgentes que la propia urgencia. 

Estar con un bebé es un poco volverse un bebé y a veces no sé quién parió a quién. 

 


Embarazo positivo o positivo de embarazo 

Meconio, entuertos, cuarentena, loquios, calostro, puerperio, encarno un diccionario de las palabras más horribles que parecen haberse inventado. Como un adiestramiento lingüístico para la abnegación y la privación de todo placer y belleza. EL PUERPERIO. 

“Es importante mantener la calma y el buen clima”. Durante el embarazo acepté participar de un pseudo estudio de acompañamiento en el que nos mandaban placas semanales en las que te comparaban con diferentes vegetales y un montón de frases moralizantes y moralistas redundando en la premisa de que “si queremos podemos”. El capacitismo y el embarazo se dan la mano como si las ganas fueran suficientes para salir airosxs. “Busca ayuda psicológica si la necesitas”; y “felicidades por el nacimiento de tu bebé”, llegó a la semana 39 ignorando que a nosotrxs nos quedaban casi 3 semanas más por delante. ¿Y lxs que nacen en las semanas 42 o 41? ¿Y las mamás que no ven nacer vivxs a sus bebés? Que se jodan. Cuando llegó el mensaje con “agradedios” en vez de agradecidos procedí a desuscribirme no sin antes dejar un feedback con olor a leche cuajada. 

No todxs lxs bebés nacen en la misma semana, no todos los cuerpos son iguales, no todas lxs puérperxs necesitamos lo mismo. A veces es un paquete de pañales y una siesta, otras puede ser que alguien te hable de otra cosa o ir de fiesta hasta las seis de la mañana, a veces es droga o contarle a alguien que estás cagadxs del miedo a la muerte porque vamos, las chances de palmar en el momento del parto son altas. 

Imágenes de posibles muertes de tu bebé y tuyas te taladran el cerebro en los momentos menos esperados. La figuración de posibles trágicos accidentes es parte de tu cotidiano (y si hermana, no estás loca ni sola en eso). La imaginación a veces canaliza los miedos y fantasmas haciéndote ver escenas que no se parecen ni aparecen en las publicidades de productos para recién nacidxs ni en las representaciones hegemónicas de las madres, ni en los folletos de información sobre los beneficios de la lactancia. 

Mientras tanto, el útero pulsa por un poco de placer con la intriga de qué había y a dónde fue lo que antes lo habitaba. Expandido en su memoria contenedora de un ser que ahora berrea y patalea pero ya fuera de mi cuerpo, el útero te extraña, bebé y no hay experiencia háptica que pueda reemplazar la sensación de sentirte moverte adentro mio. ¿Cómo puedo extrañarte en la panza teniéndote justo delante mío? 

Exploro todo lo que puedo hacer con una sola mano, duermo diferente y despierto sin haber perdido del todo la vigilia. Upa radical y zarandeo a las inercias. ¿Qué es este animal que me hace proteger a mi cachorro hasta de mi misma? ¿Qué es estx otrx que sin vergüenza desata mis pensamientos más caníbales?  

Pienso en huir, pienso en evadirme, pienso en llorar más fuerte que vos y cagarme encima, en protesta regresiva. Hago cuentas, especulando si contratar con mi sueldo a una niñera e irme a nadar al río o comprar un vale por un mes en la panadería de la esquina y no pensar más en ninguna merienda almuerzo o cena: todo cañón de dulce de leche. Mientras, entran y salen las visitas, total mamá se encarga, total el mercado y los sistemas de seguridad social ya anuncian y naturalizan que puedo con todo, porque recorrimos la góndola de “mamá y bebé” y ya tenemos “todo” lo que necesitamos. Plum. La puerta se cierra y solo faltan cinco horas para que alguien regrese. Somos vos y yo; el par parido. El par partido re construyéndose a los tumbos. 

Ser teta 24/7. Me hago un mate, lavo unas frutas y me exprimo leche para dejar mamaderas llenas y poder salir un rato de casa. Mi ausencia necesita de la presencia de mi sustancia. Tambo Naser. Nos reímos. Y caen más lágrimas de leche. 

Nada que no sea ser unxs animales mamíferos y todo lo obstruido por la razón humana y su necedad. Nada nos prepara para ser alimento para otrx y no solo espiritual. Nada nos prepara para que de tu cuerpo dependa la vida de otro cuerpo. Tu presencia es ausencia para otrx. Mis estados anímicos se tornan afección directa del cuerpo de otrx; hasta la leche cambia de composición según cómo una se sienta.

Me enternezco y me exaspero al mismo tiempo, como en un jugo imposible de ingredientes que se chocan. Pero la exasperación enmascara que todes, necesitamos ser abrazades y que nos dan ganas de llorar cuando nos sentimos sin la piel que necesitamos que nos contenga. La resistencia y dureza caen y la necesidad aflora como los recuerdos de niñez de los que no pudimos hacer cascarita. Todxs fuimos bebotes y recordar esa extrema fragilidad siendo testigos de la de otrx nos desarma como un huracán a una choza endeble que juraba firmeza. El regreso a esa vulnerabilidad se suma a otra: la proximidad del nacimiento y la muerte. La vida es frágil en su inicio y puede descarrilar en cualquier momento. Que si me muero, ¿quién y cómo te cuida? Que si morís, no sé cómo seguiría, porque aunque viví toda mi vida sin vos inexplicablemente tu presencia ahora me es absolutamente imprescindible. 


El orgasmo del bebé 

Se finge trazar límites precisos entre el sexo y la gestación como si el embarazo no fuera un continuo con la sexualidad, una experiencia netamente sexual. De las muchas sensaciones que implica el embarazo, compartir un orgasmo (que en lxs cuerpxs útero portantes se manifiesta en ondulaciones en los tejidos del útero similares a las contracciones de un parto) con un hijx en la panza es una de las experiencias más zarpadas y uno de los mayores tabúes. Cada día de mis dos embarazos a término intenté dedicar un orgasmo a mis peques como metodología desviada para introducirlxs en los placeres que no conocen fronteras entre este y aquel lado de la piel. 

Gonadotropina coriónica humana, luteinizante, foliculoestimulante, estrógeno, progesterona, relaxina, oxitocina, prolactina. La revolución hormonal que rodea al proceso de gestación es un ciclón de deseo y repulsión sexual que va y viene como las subidas y bajadas de una marea  que se volvió loca. Que te chupen los pezones todo el día no aminora la calentura, mientras el útero no para de distenderse y contraerse, de pulsar, irrigar y sangrar a cada chupetazo de bebé. 

Una tormenta eléctrica en soma o lo más próximo a estar poseída. La hormona del amor, la hormona de la leche y un cocktail por el que las emociones son resultado de la cultura que hace a nuestros cuerpos. 

Menopausia y menstruación, masturbación y cuarentena, felicidad y desesperación. No sexo en 40 días, te dicen, pero deberían decir que lo único que no se puede hacer es penetración vaginal. Ante la abstinencia de todas las rutinas y la disciplina en el consumo de sustancias por lactancia, el orgasmo es la única droga permitida. Yo me doy este permiso.  Es también el mejor método para la recuperación de un útero y de un cuerpo que nunca será el mismo ni desea serlo. 

Orgasmos para concebir, orgasmos para parir, orgasmos para criar. El lema de mi maternidad elegida. La práctica que me mantiene cuerda y también la que me coloca en riesgo de ser vista como una friki. 

“Ni se te nota que tuviste un bebé”, me comentan en la puerta de la escuela. “Engordaste poco, ¿no? Nunca te había visto con pancita”, dice alguien a un mes de que dejé de ser una bola redonda llena de bebé. El mandato de ser mamá viene acompañado con el de minimizar o anular cualquier signo visible de que eso sucedió. Si estás hecha mierda por dentro no importa. Que no se note es el objetivo para la norma corporal antes, durante y después de crear una vida con tu propio cuerpo. Como si la parte visible de un proceso que te sacude por completo la existencia no fuera solo una pequeñísima parte de todo lo que te está pasando. 

Disimular y ocultar la parte “fea” del laburo que hacemos para que esta especie que merecería la extinción se propague es lo que se espera de nosotras, las ladys, las regias, las que no te molestarán con sus deformidades, malestares, olores y (dis)funcionalidades 

Dar el cuerpo, dar la teta, darlo todo sin osar a querer quedarte con nada, ni con la honestidad con vos misma. Ser para otre, incondicionalmente. 

Bebé, sé que no esperas eso de mi y por eso te lo cuento, como un exorcismo, como un pacto temprano en nuestro vínculo, como un ritual para que contactemos con lo elegido y rechacemos lo impuesto.

A veces pienso que la crianza respetuosa es un backlash patriarcal para reducir el margen ganado a pura disputa por maternidades desobedientes del modelo de la buena mujer-esposa-madre. La mirada infantil reemplaza y se alía con la mirada masculina. O peor, la mirada masculina se enmascara e interioriza, siendo reciclada bajo la fórmula de cuidado a las crías del macho. 

La ola naturalista es además de biologicista, punitiva. La vigilancia que impone que si te metes con la naturaleza todo, absolutamente TODO, tiene que ser natural. Y de ahí que sos menos madre si no pariste por la vagina o no vivió adentro tuyo el pibx que ahora acompañas, cuidas y crías todos los días, o si no le diste teta hasta que se te secó la leche y la paciencia. 

La crianza respetuosa tiene que ser también respetuosa de las diferencias entre nuestras posibilidades, necesidades y deseos. Incluso deseos difíciles de explicar o justificar, porque si gestar no depende de la razón, tampoco se explica con la razón el deseo de ser más en este mundo que apesta. De todo modos, bebé, la razón no nos está llevando para ningún lado muy bueno y por ello arriesgo a conectar con la inconmensurabilidad, con la intuición y con el acto antieconómico en términos de todas las energías de partir, de gestar y de hacerle aunque sea un par de morisquetas al presente necropolítico que quiere convencernos de que somos y estamos únicamente hacia y para la muerte.  

Parir es violento, vivir es violento y no estamos preparadxs para muchas cosas; nacer es una de ellas.

 

 

 

 

Naser, Lucia (2024) Lágrimas de leche. Mucho más que cuarentena o el puerperio como nos gusta. Cuadernosdedanza.com.ar ISSN22508708. Publicado: 2 de enero 2024.