viernes, 15 de marzo de 2019

Hacia otro linaje_ Sobre la escuela de formación feminista de Minervas

Versión completa de la nota publicada en Brecha el 15 de marzo de 2019
https://brecha.com.uy/hacia-otro-linaje/

Hacia otro linaje
La Escuela de Formación Feminista de Minervas.



Minervas es un colectivo surgido en 2012 que integra la Coordinadora de Feminismos. / Fotos: Juan Manuel Ramos
A fines de febrero, a sala llena y en pleno furor de la previa del 8M, se inauguró la Escuela de Formación Feminista de Minervas, un espacio autogestionado que busca organizar y compartir los saberes del feminismo, además de plantar una semilla para que crezcan encuentros y experiencias con otras compañeras, de aquí y de otros lugares.
La explosión de publicaciones, cursos y eventos indica que hay mucho saber en circulación y gran hambre de formación por parte de quienes hacen o ingresan hoy a diferentes vertientes y prácticas de los feminismos, desde los más populares a los más académicos. Además, la formación militante viene ganando espacios en centros educativos, formales y autogestionados. En Minervas, un colectivo feminista surgido en 2012, sucede algo parecido: allí se fundó este febrero la Escuela de Formación Feminista.
Se suma, así, a las experiencias de la Escuela para la Libertad de las Mujeres de Oaxaca de Juárez y del colectivo Cuerpos Parlantes de Jalisco, en México, a la existencia de la cátedra Virginia Bolten, de Pañuelos en Rebeldía y de la escuela Berta Cáceres, en Argentina, a la proliferación de titulaciones, áreas y cátedras de género y sexualidad dentro de universidades de diversos países, como el caso del Grupo Interdisciplinario “Mujeres, luchas sociales y feminismos” de Udelar.
Los feminismos –que vienen trabajando en resignificar la política, haciéndola en sus propios términos– entienden la importancia de generar encuentros entre mujeres para compartir lecturas y pensar juntas, y es en ese sentido que la escuela es un dispositivo que consolida una práctica ya existente y, al mismo tiempo, abre y comunica hacia afuera, para que otras se sumen y traigan sus temas, saberes, experiencias.
Mariana Menéndez, integrante de Minervas, cuenta que “muchas nos hemos formado en escuelas de otros movimientos, como la Florestan Fernandes (de Brasil), o en otros espacios educativos autónomos desde las luchas. La formación siempre ha sido un puente para encontrarnos con otras, ir a dar un taller, un seminario, traer a algunas compañeras de otros lugares a que den charlas o a presentar libros”.La intención es que “en la escuela participen compañeras que no son de Minervas, que son de otros grupos o que no están organizadas en un espacio feminista, para ir entre todas armando las distintas áreas de trabajo”.
Mariana plantea que con la escuela, además de la formación, buscan investigar. “Uruguay es un país muy estadocéntrico y, en general, los espacios educativos son institucionalizados. El 90 por ciento de la investigación se hace en la Universidad de la República, que está bien porque es una institución pública, cogobernada, donde algunas de nosotras trabajamos, pero investigar desde los espacios autónomos con nuestras propias palabras, nuestras propias preocupaciones, también es un deseo. Un espacio más abierto, menos reglado por la cuestión académica, que genere producción intelectual desde la propia lucha”.
Para Raquel Gutiérrez, cómplice mexicana de visita en Montevideo, “la palabra ‘escuela’ puede tener un contenido disciplinario, pero puede también resemantizarse y plantear una coproducción colectiva de conocimiento. Es decir, constelaciones de pensadores que a veces están anidados en una universidad pública y a veces no, pero que tratan de ir acomodando contrapuntos variados, siempre con un ánimo deliberativo interno, haciendo síntesis parciales”.Hay conocimiento que se va condensando, sostiene Raquel, “que no es teoría sistemática, pero va marcando una manera de mirar. No es tanto una misión de totalización, de tener una teoría sintética como el pensamiento kantiano. Significa dejar de presentarse como una más de un mundo de particularidades fragmentadas que no tienen hilván”.
Esta militante plantea el conocimiento como un campo de batalla, porque “la manera en que se organiza el pensamiento está en el orden de la disputa, en el plano de los contenidos que pueden ser las teorías, pero también en el plano de la intencionalidad con la que se cultivan determinados conocimientos”.
La escuela de Minervas, tal como Raquel la entiende, no se disocia de ninguna manera de su disposición de intervención política: “Es lo uno con lo otro. Entonces, en el proceso mismo de producción de conocimiento hay también una actitud reflexiva. Eso es lo que hacen las escuelas, producen contenidos, pero piensan sobre cómo los producen. Muchas feministas están poniendo escuelas, porque lo sienten como una carencia que hay que subsanar. Es pensar con seriedad, de modo riguroso. Pero nuestro criterio de rigurosidad tendría que ser totalmente distinto que el del productivismo neoliberal”.
LA CUESTIÓN PEDAGÓGICA. Si formación e investigación militantes tienen sus propias particularidades y metodologías, las prácticas y la organización de saberes en los colectivos feministas vienen creando sus propias formas de acontecer, tomando, por momentos, herramientas de la academia, pero también de los espacios políticos organizados desde abajo. Así, dialogan con tradiciones canónicas, pero también las cuestionan, beben de formulaciones populares, revolucionarias, heterodoxas.
Daniela Massa, también de Minervas, señala: “Separarnos de esta lógica de sentirnos ignorantes o no, de ponernos de un lado o del otro, es un proceso en que formación y autoconciencia se retroalimentan una a otra”.Montar la escuela fue un proceso de “valorar el conocimiento de la otra y la apertura para recibirlo, y que eso sea un espacio sano de intercambio, que no sea algo vertical, sino de cultivar. De preguntarnos qué tenemos ganas de pensar, de no tener miedo a que la otra sepa, que tenga la libertad y la seguridad de que la están escuchando y respetando por ese conocimiento. Eso también es parte de esta formación”.
En cuanto a la planificación y al proceso, estas militantes indican que no trabajan desde la predefinición de contenidos y actividades, sino que proponen y van haciendo, ensayando y conversando por dónde sí y por dónde no, en acciones colectivas de experimentación. Es “plan contra experimento”,dice Raquel.
Mariana cuenta que una característica importante del modo de formación es que “no está escindido lo racional de lo afectivo; la formación y la autoconciencia, aunque sean dos momentos, están imbricadas. La modalidad es esa: partir de nosotras mismas –algo que ya estaba presente en el feminismo de los setenta, y que nosotras retomamos– y hacer ese contrapunto con la teoría, pero siempre pasándolo por nuestras experiencias. Después hay momentos en los que algunas compañeras que tienen más acumulación en ciertos temas organizan actividades”. Esta militante aclara que “no hay una fantasía de horizontalidad chata, de que todas sabemos o todas ignoramos lo mismo. A veces cuando se hace formación o educación popular en los movimientos, o cuando la educación popular se ‘oenegeíza’, hay una fantasía de igualdad, donde parece que nadie tiene un acumulado específico que puede poner a jugar”.
RECREAR LA LUCHA. El intercambio permanente con militantes feministas de otros lugares y de distintas generaciones caracteriza a Minervas y continuará en la escuela. La percepción de que hay poca historia de los propios linajes del feminismo, la necesidad de escribir la historia desde el sujeto que la construye, las reflexiones sobre la memoria de las luchas y la relación con las dinámicas de autoría y autoridad a la interna del movimiento son problemas discutidos y analizados por las Minervas en sus procesos de formación.
En este sentido, Raquel también retoma un pensamiento de las feministas de los años setenta: “Albergamos la diferencia porque, a diferencia del patriarcado, no la convertimos en jerarquía. En la revolución feminista de estos últimos cinco años, queda muy bien plantado que esto exige poner en crisis la idea de igualdad plena, aun al interior de nosotras mismas”.Ensayar modalidades para albergar las diferencias ha permitido “restituir ciertas formas de autoridad que ya se habían vislumbrado y que esas señoras de los setenta le llamaban ‘autoridad maternal’”.Esta mirada, que apunta a establecer ciertas relaciones de confianza intergeneracionales, plantea Raquel, propone “una autoridad fundada en una generación que ya está de salida, que puede nutrir porque se va convirtiendo en raíz. Entonces, no manda, pero es autoridad en ese otro sentido”.
Para Mariana, es importante la reafirmación que las más grandes les dan a las más chicas al compartir sus vivencias, y, a la vez, el diálogo entre quienes iniciaron su militancia en organizaciones mixtas y las que arrancaron ya en pleno feminismo. Por eso entiende que “hay que hacer estallar este horizonte de igualdad hacia afuera, en términos de igualdad abstracta de derechos liberales, y hacer estallar el horizonte de igualdad adentro de nuestra propia experiencia, porque no somos iguales”. Cuando se separa la autoridad del poder como dominación, se habilita “la idea de autoridad materna en el sentido de que la madre es la que enseña a hablar, conecta las palabras con el mundo. No es imposición, es prestar palabras”. Para Mariana, pararse en este lugar permite “entretejer un linaje entre mujeres hacia arriba, hacia abajo y entre hermanas. Se produce ahí una autoridad femenina, pero no una figura singular de líder, sino en el reconocimiento de que la otra carga una experiencia y es capaz de compartirla. Es de mucha sencillez, pero fue todo un proceso de trabajo entenderlo así”, porque estaba instalada otra dinámica, “la de pura mediación patriarcal, la competencia entre mujeres, la enemistad histórica, que nos separa primero de nuestras madres y después unas de otras: esa es el arma del patriarcado”.
Mariana plantea que la inauguración de la escuela implicó “retejer ese linaje y sanar las relaciones entre nosotras, dándonos autoridad unas a otras. Eso es una rebelión simbólica. Cuando no sabemos reconocer ciertas autoridades femeninas, tenemos que revisar a ver qué nos pasa, por qué no podemos aceptar que la otra está diciendo cosas interesantes, que te puede enseñar”.
Para Daniela, el feminismo ha quebrado con la lógica del líder revolucionario de izquierda, el que la tiene clara, y para tener la posta hay que ir a hablar con él. La trasmisión entre mujeres consiste en compartir lo vivido y lo acumulado, pero para ponerlo a jugar en un ida y vuelta, trayendo cada una lo que sabe del mundo, en una gran mixtura: “Si no tenés acceso a esa diversidad, es imposible cambiar algo; mucho menos, cambiarlo todo, como queremos”. Escuchar pero haciendo pasar esos relatos por una misma, entre las feministas de antes y las feministas de ahora, y entender que “está buenísima esa división porque son compañeras que tienen un montón de años más que vos y no tenés miedo de tenerla al lado. Ahí hay una diferencia muy grande con las izquierdas, porque el que lo sabe todo da miedo. No podés sentarte al lado. Mucho menos darle un abrazo, mucho menos llorar. Y, entonces, ahí me parece que está la potencia”.
Hablando desde “las más viejitas”, Raquel cuenta que cuando le trasmite su experiencia a una mujer más joven y le aporta un sentido, eso la dota de razón y de fuerza.
LO QUE EL CUERPO SABE. Campañas con fotos donde se pone el cuerpo, talleres en los que se habla del orgasmo, de la menstruación, de ginecología natural, tetazos y actos de liberación de la mirada patriarcal, de la libertad, pero también del dolor, de las violencias, de la endometriosis, de los abusos, de la violencia en los abortos, incluso cuando son legales. El cuerpo está en el centro de la política y de la formación feminista, no sólo como objeto de estudio, sino como campo donde se libran muchas de las batallas y rebeliones del movimiento, como espacio donde palabras y experiencias se ponen en contacto y se afectan mutuamente.
En este sentido, Mariana cuenta cómo, en el proceso de aprendizajes compartidos, “nosotras mismas hemos empezado a vivir nuestro cuerpo de una manera completamente distinta. Hemos compartido con asombro que pasamos de entendernos como una fragmentación, porque así nos miran, como teta y culo, a empezar a sentir la integralidad de nuestro cuerpo. Dejar de sentir que somos nuestra cabeza o racionalidad, y que el cuerpo es el envase”. Así se logra conectar con toda la potencia del cuerpo, continúa Mariana, algo que se pone en juego “en las calles, en las alertas. Lo que hacemos con nuestros cuerpos ahí, transformando una calle oscura que nos da miedo, es una manera de luchar también”.
Daniela explica que en Minervas y en la escuela “se cultiva la comunicación; es otra manera de luchar, pero también otra manera de conectarte con tus ancestras, con lo que somos, dejar de pelearnos, dejar de pelearnos con nosotras mismas. Eso también es abrazar el cuerpo, ¿no?”.Daniela propone que parte de la formación implica “conocer nuestro ciclo, desmitificarnos, sabernos una con todo lo que nos pasa, cuidarnos, entrar en contacto con todos los cuerpos. Con los cuerpos de mujer y con los cuerpos feminizados, y encontrarnos con la compañera trans y que ella te diga: ‘yo me siento de esta manera’, ‘yo pongo el cuerpo de esta manera en la calle’. Ver una marcha del 8 de marzo llena de cuerpos de mujeres caminando y sentir que tenés fuerza, que no es sólo tu cuerpo, que tu cuerpo es con el de todas las demás y que ninguno de esos cuerpos es perfecto. Dejar atrás la idea de la perfección y no buscar más esa idealización de ir atrás de la zanahoria que nunca vas a alcanzar para que tu cuerpo entre en un estándar”.
“Lo que yo siento es verdad”, es un aprendizaje que recuerda Raquel y que habla de esta herramienta que no escinde lo racional y lo sensorial, la mente y el cuerpo, el cuerpo individual y el social. Es desde esta clave que el feminismo es una política de lo personal, pero, al mismo tiempo y de forma indiscernible, una política que mueve los cimientos de toda la organización social. Mariana cree que “estamos en un momento de rebelión o de revolución, y es existencial. No hay cosa que quede afuera de la experiencia femenina que está en rebelión. El otro día, conversábamos mucho sobre cómo fue cambiando nuestro deseo erótico, absolutamente capturado por un tipo de varón específico para las que venimos de una militancia de izquierda. Hoy a ese varón lo vemos venir y corremos para otro lado”. Ha cambiado profundamente la manera en que están en el mundo, cree Mariana, porque esta rebelión implica “una transformación que es existencial. No son pedacitos de cosas distintas; nosotras estamos de otro modo en el mundo”.
En el presente de los feminismos que se ensanchan y maduran, la existencia de una escuela feminista permite narrar la historia de los feminismos, que trae consigo la de otras luchas y mundos que fueron marginados de los relatos oficiales, de las epopeyas de líderes únicamente masculinos, de la monumentalización de pasados en los que las luchas de mujeres o su participación ocupan apenas algún párrafo en los gruesos volúmenes de la historia de las izquierdas. Las feministas se permiten hablar no sólo de la mujer, sino del mundo, en un ejercicio colectivo y sensible de encuentro con las que están y con las que ya no, en viajes por temporalidades y territorios múltiples donde viven los antecedentes del movimiento actual.
La cosa recién empieza, y sigue. El 26 y 28 de marzo, habrá actividades con Mujeres Creando, de Bolivia; en abril, tendremos la visita de la investigadora y referente argentina de Ni Una Menos Verónica Gago, y en agosto, la presencia de Gladys Tzul, feminista indígena guatemalteca.

viernes, 8 de marzo de 2019

TIEMPO DE REBELIÓN _ 8M de 2019

Publicado en Brecha

Llegó otro 8 de marzo, ese día que, si antes era motivo de algunos “feliz día” y algún que otro ramillete o bombón, ahora es resignificado por las luchas feministas. El 8M es día de lucha y de huelga feminista, es día de visibilizar el trabajo remunerado y no remunerado que hacen las mujeres, es día de habitar la calle y encontrarse con múltiples movimientos y colectivos.
Este 8 de marzo se consolidan al menos tres características que eran incipientes en años anteriores: por un lado, la huelga y la marcha se multiplican en diversos lugares más allá de la capital; por otro, los feminismos que las impulsan ya no se encuentran enfocados únicamente en luchas de y por las mujeres, sino que han entrelazado sus manos, cuerpos y consignas con otras luchas, como las de lesbianas, trans, no binarias y transfeministas. Paralelamente, se hace visible que los feminismos ya no sólo se involucran en luchas en torno al género y la sexualidad, sino que se constituyen como un movimiento político preocupado por múltiples aspectos que hacen a la vida, a su reproducción, a las diversas formas de poder, a las formas de (in)justicia social, así como al modelo político-económico que organiza formas de vida y de muerte a nivel local y global.
Mientras algunas mujeres trabajan hace meses en la organización de este día, otras acompañan con entusiasmo su llegada y otras hacen sus primeros contactos con las convocatorias y las consignas, que cambian año a año. Este 8 de marzo, la huelga feminista es convocada por un movimiento que no para de crecer y que ha aprendido a querer sus diferencias y su pluralidad, que le ha soltado la mano a la meta de homogeneidad y a la lógica de la competencia entre sus diferentes formas, para abrazar la creencia y la práctica de que está bueno ser muchas diferentes caminando hacia algunos objetivos en común.
La antesala del 8 de marzo no está llena de buenas noticias: venimos de un verano con índices terribles de feminicidios y travesticidios, de voces que se animan a denunciar y de quienes quieren deslegitimarlas, de niñas obligadas a parir cuando por ley les corresponde el derecho a abortar, de violaciones en balnearios, de iglesias que queman archivos de abusadores sexuales, de fascismos antiderechos que avanzan en la región y el mundo, de violencias contra trans, gays y lesbianas, de amenazas a sexualidades disidentes, de pibas que desaparecen y aparecen muertas, del asesinato de Natacha Jaitt en Argentina, de fallos indignantes de la justicia patriarcal, de celebraciones de congresos por la familia con el beneplácito del Estado. Pero la previa de este año también tiene el “Yo sí te creo”; la aprobación de la ley integral para personas trans luego de una campaña fortalecedora del movimiento y sus complicidades; el afianzamiento de las redes y las voces de mujeres que ya no se callan; las compañeras de Argentina que, aunque pierdan en el parlamento, se saben ganadoras; mujeres murguistas y carnavaleras organizadas; gordas y gordos organizados; campamentos feministas en el Interior; cooperativistas organizadas; mujeres artistas organizadas; más visibilidad lésbica; programas de radio, ferias y mercados feministas; caravanas en todo el país; educadoras y maestras organizadas; la emergencia de un feminismo antiespecista; iniciativas feministas en el interior de la Universidad; la politización feminista de la maternidad. Es, por otra parte, una previa signada por un gran crecimiento y la visibilización de organizaciones en todo el país, lo que ayuda a visibilizar, a su vez, que el movimiento no es únicamente capitalino ni está únicamente conformado por mujeres de clase media intelectual. Los protagonismos se hacen, afortunadamente, cada vez menos nítidos y dan un paso al frente del movimiento mujeres trabajadoras, mujeres trans, lesbianas y hasta compañeras que no se identifican con la categoría de mujeres, aunque sí con la de feministas. Acciones como las de Ni Una Menos, la campaña nacional por la ley trans o las acciones en barrios no céntricos de Montevideo realizadas por el Paro Internacional de Mujeres fueron impulsos importantes para esto. Hoy, los feminismos inundan el territorio y los cuerpos de todo el país: están la Asamblea Permanente de Mujeres Paysandú, el 8M Colonia, la Asamblea Permanente Mujeres 8M Salto, Hacia el 8M Artigas, varios colectivos en Durazno, Canelones y Rocha, y una coordinación permanente en Maldonado, entre otros.
Los feminismos son un ejemplo de que, cuando el mundo tira para abajo, es posible organizarse desde una emocionalidad no derrotista ni derrotada, sino todo lo contrario: desde la fuerza y la alegría que dan reconocer la potencia de un movimiento, la solidaridad que crece entre quienes viven cosas jodidas, pero no para radicarse en la identidad de víctimas, sino todo lo contrario, para descubrir cuánto se puede juntas. Ante el avance del fascismo, los feminismos se fortalecen, se entraman en sus diferentes ramas y vertientes para formar un caudal común. Ante el recrudecimiento de la violencia, los feminismos responden con la radicalización, la maduración y la retroalimentación de sus luchas. Como dos amigas que desde sus barrios y luego de una noche de fiesta se escriben: “Amiga, ¿llegaste?”“Amiga, llegué”. Y saben que quizás no duermen juntas, pero confirmar que la otra está ahí y constatar que estamos para nosotras es como una bocanada de aire una noche llena de peligro, una que nos permite no renunciar a la fiesta, no dejar de salir. Los feminismos despliegan lecciones prácticas y tácticas que necesitan escuchar otros movimientos y causas en crisis, porque las vamos a necesitar ante el oscurantismo que promete el panorama político del presente y del futuro próximo.
ENTRE NOSOTRAS MISMAS. Aunque el crecimiento de las movilizaciones es continuo en los últimos tiempos, año a año las organizaciones convocantes ensayan propuestas y articulaciones diferentes. La Coordinadora de Feminismos viene preparando la huelga hace semanas por medio de plenarias y comunicados abiertos. Con el título “Compromiso 8M” y el eslogan “Ante el fascismo, más feminismo”, la Intersocial Feminista envió una carta a las y los presidenciables en la que les exige “no retroceder en las leyes aprobadas que reconocen una nueva generación de derechos humanos”. Mientras que diferentes sindicatos integrantes del Pit-Cnt resolvieron diferentes convocatorias ‒con sus respectivas polémicas‒, que van desde el paro de 24 horas exclusivamente de mujeres al paro mixto desde las 16.00 para asistir a la marcha.
De las principales organizadoras, la Coordinadora de Feminismos es un pulmón de la presencia feminista en la calle, y no sólo en el 8M. La Coordinadora surgió en el proceso de organizar las alertas feministas, que se hacen cada vez que se comete un femicidio. Se caracteriza por crear formas de movilización que le ponen el cuerpo, la imaginación y la performance a la protesta, y delinear un estilo político que traduce algunas ideas fuertes del colectivo. La Coordinadora está integrada por organizaciones y feministas no orgánicas. Y tiene como principios la autonomía y la autoorganización; la performance como un lenguaje necesario para luchar contra poderes que se ejercen de forma performativa; la horizontalidad como objetivo y la relación entre mujeres como base para construir nuevas formas de vida. Como organización, también promueve un corrimiento de lo que Raquel Gutiérrez llama “política de la demanda” ‒basada en reclamar al Estado y al sistema político soluciones para los problemas‒ hacia formas de lucha no estadocéntricas, concentradas en construir alternativas desde abajo, desde las bases del movimiento, desde el nosotras mismas.
La Coordinadora no tiene un manifiesto o declaración de principios, no tiene organigrama ni estructura orgánica; teje su programa en el andar, y va armando y desarmando comisiones de trabajo según las necesidades de cada momento. Funciona en plenarias ‒que este año, y de cara al 8 de marzo, fueron anunciadas públicamente y abiertas a partir de febrero‒ y evita los nombres, tanto propios como de los colectivos y las personas que la van haciendo. Más que una lógica de pertenencia, representación o interinstitucionalidad, es un espacio en el que devenir anónimas, un camino para visibilizar a las que ya no están o para amplificar la voz de quienes encuentran más dificultades para que se las escuche. Un espacio en el que se funden sin diluirse diferentes luchas y movimientos dentro del movimiento.
Este año, como en anteriores, la Coordinadora convoca una huelga feminista de 24 horas, que afecte la doble jornada de trabajo (asalariado y doméstico), y a “concentrar y marchar, a leer la proclama colectiva en ronda y sin estrados, para volver a ser una constelación de voces, hablarnos a cada una de nosotras, reconocernos, hacernos de espejo en la lucha y decir al mundo desde ahí lo que queremos”. También se invita al ya ritual abrazo caracol y a celebrar este 8 de marzo desde luchas concretas de mujeres, trans, travas, tortas, lesbianas y disidentes en Uruguay. Una particularidad de la convocatoria de 2019 es que aparece en la plataforma una diversidad de temas que hacen pero también desbordan a la cuestión de la mujer.
La Coordinadora desplegó este año una campaña de comunicación en la que fue presentando, los días previos a la marcha, diferentes luchas y causas que hacen a la proclama y al sentido de la movilización de este viernes. Maternidades; punitivismo y justicia patriarcal; precarización de la vida; educación; trata y explotación sexual; avanzada fascista; disidencias y travesticidios; extractivismo; encierro, y violencia sexual: son los diez temas de la convocatoria, que son, a su vez, un mapa de los feminismos –y, por qué no, de la política– actuales. Por cierto, uno bien complejo y completo. Algunos cruces, como el del feminismo con la cuestión racial o de los feminismos con los anticapitalismos, no aparecen como ejes, porque se entiende que son transversales y que, por tanto, no merecen nombrarse aparte. Los textos de cada eje fueron escritos por diferentes grupos de mujeres inmersas en estas luchas concretas y articuladas entre sí en los plenarios de la Coordinadora. Todos ellos comparten un encabezado y un epílogo, que resultan un manifiesto en sí mismo: “Los eslabones de la cadena de opresión y violencia que se expanden en cada territorio y recaen sobre nuestros cuerpos son los que despiertan nuestras luchas”“Sigamos desplegando toda nuestra creatividad para continuar tejiendo nuestras luchas y mantener abierto el tiempo de rebelión”. Apertura y diversidad de colores son claves para entender qué está pasando.
El trabajo organizativo se dividió en comisiones: logística, comunicación, proclama, autocuidado, finanzas, y baile e intervenciones. En cuanto a la de autocuidado, la Coordinadora trabaja desde un pensamiento que diferencia autocuidado (que significa evitar la violencia) de autodefensa (que involucra tácticas defensivas que pueden incluir enfrentamientos). Al mismo tiempo, se propone no ser la única responsable de este aspecto de la marcha, sino compartir algunas pautas de autocuidado, pero entendiendo que la manifestación se construye entre muchas y que, por ende, esta dimensión no puede ser delegada y es responsabilidad de cada una y de los colectivos presentes. La comisión de intervenciones ensaya hace semanas una performance, que se realizará en el inicio y en el cierre de la marcha y convivirá con otras de otros colectivos ‒como La Melaza, Afrogama, Diez de cada Diez, La Caída de las Campanas, la Asociación de Danza del Uruguay‒, con un acto de Apostasía Colectiva y con otras que probablemente se hagan presentes.
CREATIVIDAD PARA CONTINUAR TEJIENDO. El dispositivo del paro o huelga ‒acompañado de consignas como: “Si nuestras vidas no importan, produzcan sin nosotras”, “Paramos el mundo mientras parimos mundos nuevos” y “Eso que llamas amor es trabajo no remunerado”‒ es activado hace ya algunos años para crear cortocircuitos en las cadenas de organización social (intra e interfamiliares) y valorizar visibilizando el trabajo que hacen las mujeres fuera y dentro de sus casas. El llamamiento es a hacerlo como y donde cada una pueda y quiera. Las respuestas van desde mujeres que detienen todas sus labores, incluido el cuidado de sus hijos, hasta quienes acompañan la decisión de sus sindicatos o se suman recién a las 18.00 para el inicio de la manifestación.
La huelga feminista reactualiza un dispositivo clásico del movimiento obrero y lo resignifica en sus propios términos, convierte el paro no sólo en un medio, sino también en un fin en sí mismo, que pone en el centro las transformaciones colectivas y los acontecimientos subjetivos que se producen en el encuentro entre mujeres de barrios y clases diferentes, en el abrazo entre madres adolescentes y viejas militantes, en la ocupación de la calle, que tan a menudo sentimos que no nos pertenece, en el canto conjunto entre quienes llevan el repertorio y quienes lo aprenden en ese momento, en la construcción de la memoria de luchas feministas del pasado, que reviven en los actos y los cuerpos del presente, en la previa de semanas llenas de debates y asambleas. Tanto que se dice que “marzo es el mes de la mujer”, pero un mes le está quedando corto al feminismo. Queda corto cuando se analizan las luchas que se entretejen en la convocatoria de este año; cuando es manifiesto que los feminismos están en las calles para oponerse a todo un sistema de poderes que trabajan juntos sin ser del todo lo mismo, y por eso requieren tácticas de lucha complejas: el patriarcado, el alzamiento y el avance de la ola de ultraderecha, el punitivismo y los dispositivos represivos que se presentan como soluciones, cuando no son más que mecanismos de vigilancia, disciplinamiento y marginación social. El modelo económico tiene alianzas y pactos con los “valores” que defienden los movimientos provida y por la familia; la familia es defendida siempre que responda a las formas de vida del cis-hetero-patriarcado, sublimando la maternidad, pero pasándoles por arriba a los derechos y los deseos de quienes deciden ser o no ser madres; el capitalismo dinamita solidaridades, explota vidas y encuentra en los cuerpos de mujeres pobres materia prima de bajo costo para su legitimidad social; la justicia es un “poder” que procede con sesgos y cegueras selectivas; el neoliberalismo avanza en su misión privatizadora de la vida y ataca a todo lo que es común, desde los recursos naturales hasta la educación pública; a los pibes se les pide todo, pero sin darles nada, salvo plomo cuando no vienen de familias “bien”; el desarrollo se abre paso obstruyendo arterias principales de una democracia que dentro de poco será una pieza de museo o una estrofa nostálgica de alguna olvidada canción.
Se habla hace tiempo de movimiento, de marea, de lucha, de ola feminista, mientras de a poco va apareciendo la palabra “rebelión”. La rebelión feminista da cuenta de un hecho que está impactando en nuestras vidas, en nuestras instituciones y en todas las luchas y organizaciones políticas del presente. Y también da cuenta de que semillas colectivas están siendo plantadas en un suelo que ya está revuelto, que ya está siendo arado, cuya fertilidad está por verse, pero que seguro nunca va volver a ser como antes.