jueves, 17 de diciembre de 2020

Cultura es política: trabajadores de la cultura y pandemia: abordajes y acciones realizadas (INFORME ANUAL SERPAJ)

 

 

CULTURA ES POLÍTICA 

trabajadores de la cultura y pandemia: abordajes y acciones realizadas


Por Lucía Naser en colaboración con Lucía García, Ignis Lois, Ximena Echevarría y Victoria Cestau*


 Foto: Primer Ensayo por Leidy Laura Sosa

 



Ya estábamos bastante mal preparadas para movilizarnos y organizamos ante el ajuste económico y la creciente popularidad de ideas de derecha que la coalición promovía con éxito desde antes de ganar las elecciones, cuando la pandemia vino a cambiar el escenario y los desafíos para el sector artístico.


Para hacer un duelo y aceptar una pérdida a veces hay que perder otra le leí hace un tiempo a un filósofo que hablaba de muerte y erotismo. Y quizá si, hay cosas que están muriendo, pero también es cierto que la crisis tiene la posibilidad de erotizar zonas entumecidas por la inercia de los procesos largos.


En tanto artistas que se piensan a sí mismes y a sus colectivos como actores políticos deseantes de transformación, nos dejamos morir un poco durante la era progresista. La llegada de lo más rancio al poder gubernamental nos hizo ver que ya olía a podrido desde hacía mucho tiempo en tantos lados lejanos y cercanos. El mix de gobierno reaccionario más pandemia puso a la cultura en la zona de lo prescindible y a nuestras existencias como trabajadorxs en el universo de la inmaterialidad con la que tan problemáticamente se habla del arte, del campo simbólico. Pero lo que hacemos es como decía Restuccia “asquerosamente material”. Y nuestros cuerpos siguen comiendo y en funciones, aún sin funciones. Estas obviedades son difíciles de transmitir en un mundo que iguala ser a producir. Sin función(ar) no hay reconocimiento. Ecuación infame que sin embargo fuimos incorporando en el correr de los últimos años y que nos estalló en la cara durante estos meses de pandemia donde el teatro fue prohibido, la fiesta desaconsejada, los cuerpos rodeados por cintas de peligro, el contacto vigilado, los encuentros perseguidos.


El arte es encuentro y ante la imposibilidad de encuentro con públicos, no nos quedó otra que encontramos entre nosotres. Este texto creado colaborativamente busca reunir experiencias y acciones sucedidas durante los meses de marzo a octubre del 2020 desde el campo de las artes escénicas. La premisa que guía su escritura es que política cultural es lo que actores culturales hacen políticamente. Permanentemente componemos relaciones y creamos formas de vida; la política cultural no son sólo las medidas que el estado anuncia y ejecuta. Política cultural es el modo en que el campo cultural se organiza para producir, reproducir algunas ideas y sensibilidades y rebatir otras; es la forma en que hacemos lo que hacemos y las reverberaciones que nuestras creaciones e intervenciones producen.


Las acciones que colectivos organizados realizan y los modos de organización que hacen posibles esas acciones, no son sólo un pedido, anuncio o proclama sobre el mundo que queremos: ya son pedazos de ese mundo. Somos creadorxs de relaciones. Somos respuestas desde el presente a un futuro en construcción que no renuncia a su historicidad. Nos afectan y atraviesan legados del pasado con los que queremos bailar sin monumentalizarlos haciéndonos presas así de tradiciones que nos pesen.


Venimos en una inercia de desorganización. Miramos al pasado del “arte independiente” como un país lejano que alguna vez visitamos cuando todo era difícil, gris y oscuro (como si ahora no lo fuera). Cuando nos juntamos es por mini micro sectores que se miran entre sí como si nada tuvieran que ver. Cuando nos movilizamos es por algo puntual, demasiado puntual. Hemos estado excesivamente ocupadas intentando hacer lo que amamos y dejando en último lugar el espacio para hacernos algunas preguntas.


Hoy empujadas por la necesidad, emerge una claridad entre tanta bruma: el arte tiene herramientas para intervenir directamente en el entramado; podemos usar la creación para decir lo que queremos decir y hacer lo que necesitamos hacer, políticamente. Culturalmente.


La crisis muestra un efecto secundario que en algún punto nos pega bien. La urgencia de lo real llama a la puerta. No es lo real conocido, pero aún así nos pone en común, nos expone, y nos pide actuar colectivamente. Este texto narra algunos de esos actos que ponen a la política en escena, o viceversa. Qué importa eso en un mundo patas para arriba*.



7A / Por Lucía García



El 7A surge del deseo profundo de volver a hacer. Surge de la necesidad de activar fuentes de trabajo y del enojo de ser una vez más el último orejón del tarro.

Las dos pandemias que nos azotan, una sanitaria, otra política e ideológica, se combinaron para golpearnos duro, para hacernos pagar otras militancias. Un ajuste de cuentas disfrazado de emergencia sanitaria. Porque en un ómnibus podemos viajar 40 personas apretadas pero el teatro se prohíbe. Porque podemos ir a la feria y a la misa, pero el teatro no se abre. Porque podemos ir al shopping y a hacer deporte pero para el teatro se inventa un protocolo ridículo.

La cultura es de izquierda. El teatro es de izquierda. Más allá de lo partidario.

El teatro paró un 13 de marzo y siendo setiembre sólo han vuelto a trabajar el elenco de la Comedia Nacional (que nunca vio vulnerada su economía) y elencos que están desarrollando su actividad en salas grandes. La realidad es que el 80% del teatro independiente no funciona en salas grandes. Mucho de ese teatro no se desarrolla en ninguna sala. Funciona en espacios alternativos, galpones, centros culturales de barrio. Y Montevideo es pequeña y nos conocemos todes. Todes sabemos que eso es así. Las autoridades y el sindicato también lo saben.

Un día de hartazgo y angustia escribí algo en una red social. Eso resonó en otres y en 24 horas se organizó una reunión histórica donde había representación de todos los sectores del teatro (SUA, FUTI, independientes sin sala, gente del circo, de la danza, técniques). En esa reunión por unanimidad decidimos que el teatro volvía el 7 de agosto. Y le exigimos a SUA una asamblea urgente. De las asambleas más emocionantes que recuerdo.

Políticamente es un movimiento que surge de las bases. No se pudo hacer el 7 por lluvias, pero sucedió luego, el domingo 16. Teatro en la calle, intervenciones de protesta en diferentes puntos de la ciudad con el objetivo de juntar a la gente y contarle que les trabajadores de la cultura están en una situación de urgencia, sin poder trabajar, sin cobrar, sin poder hacer lo que aman hacer.

Es un levantamiento cultural, es lucha desde la base, sin más organización que reuniones donde todes aportamos ideas, trabajo, donde pensamos colectivamente. Somos parte del sindicato. Pero una parte que ha estado poco representada, que entiende que puede haber formas distintas de militar y de hacer política. Creemos que es necesario apropiarse de las herramientas, que es importante integrarse, ponerle el cuerpo a la militancia, salir de la comodidad y a veces la terrible soledad de la sala de teatro. No queremos hacer teatro para 4. Somos trabajadores, sumamos en las filas de la masa desocupada de la población,somos parte de la cola de la olla popular. No hay distancia. Necesitamos romper ese prejuicio de que el teatro es para pocos. Es para todes. Igual que la necesidad de tener salud, de no tener hambre, igual que el deseo y la libertad.

Salimos a la calle a encontrarnos con les vecines, les espectadores, accionamos. Como un corso, una bandada de bufones, como un coro griego.

Salimos porque el teatro es encuentro. Porque el encuentro nos hace fuertes, nos ampara, nos inspira.

Porque el teatro es necesario.



INTERSOCIAL CULTURAL / Por Ignis Lois


La intersocial es un espacio de militancia social que venimos construyendo desde Abril entre compañeros de diferentes campos artísticos, que nucleados en sus sindicatos o agrupaciones deciden integrar un espacio de coordinación mas amplio, en el entendido de que la unidad en la acción es el camino que se nos presenta mas oportuno en esta coyuntura de avance neo liberal.

Carnavaleros, músicos, actores, escenógrafos, artistas de circo, danza, técnicos de escenario, escritores y artistas plásticos en menor medida, ya que estos campos se presentan con mayor dificultades organizativas para nuclearse.

Y bajo la idea de que el trabajo con la cultura es una parte importante en la transformación social, y que la crisis casi endémica de estos sectores, agravada por la crisis económico/sanitaria que trajo el covid no hizo más que evidenciar aún más las condiciones de precariedad mediante las cuales desarrollamos nuestras actividades artísticas, llevando a una emergencia cultural a un sector que ya contaba con muy escasos apoyos públicos, y con errantes y discontinuadas políticas públicas, sectores que por su progresivo acostumbramiento a trabajar en régimen de precariedad (aún mucho más durante la era progresista), les trabajadores recurren una y otra vez a la autoexplotación permanente por el propio deseo ferviente de mantenerse realizando las actividades vocacionales elegidas como modo de vida.

Nos une fundamentalmente el paraguas de exigir al gobierno destine un mayor presupuesto al desarrollo de los sectores de la cultura(artística) que entendemos están depreciados, en ese sentido hemos desarrollado una serie de movilizaciones en conjunto con la intersocial (de la cual formamos parte) con una plataforma común exigiendo medidas urgentes como una renta básica de 15 mil pesos para todas las personas sumergidas, entre otras medidas.

También estamos convencidos que enfrentamos un gobierno profundamente autoritario y demagógico, que perversamente intenta manipular y dividir el campo social para imponer profundizando el modelo altamente mercantilista de nacionalismo competitivo que viene desarrollando el progresismo estos últimos 15 años. Que no reconoce las organizaciones de los trabajadores, que utiliza estrategias como la mentira descarada en prensa o Twitter, llegando incluso a valerse de la vigilancia o espionaje en redes sociales, un stalkeo constante de como opinan sus funcionarios trabajadores de las direcciones de cultura, Sodre, etc.

Es decir enfrentamos una pérdida aún mayor de la calidad democrática en pos de la construcción de políticas culturales, si bien el progresismo con el plan nacional de cultura solo constituyó un simulacro de participación en definición de políticas culturales, este gobierno acrecienta la brecha entre quienes definen las políticas culturales y quienes las asumen, deja por el camino conquistas importantes como la ley de teatros (que actualmente en la ley de presupuesto se encuentra sin fondo) y recorta programas que significaron un avance como centros Mec entre otros.

Muchas son las resistencias que se activaron a este nuevo modelo, desde lo visceral, de organización y acción más espontánea como el caso de ensayo abierto, el cual valoramos de forma muy positiva, y buscamos acompañar, tratando de unir acciones y esfuerzos y discursos con un horizonte emancipador. Tratar de sumar en organización y acción a un campo donde históricamente hemos estado dispersos, es una tarea política que se impone a este momento político.

El espacio de las reuniones (de los jueves a la noche generalmente) a veces presencial en el sindicato de actores que por su historia y capacidad organizativa es quien nos acoge en su sede, y muchas otras por zoom (herramienta que la pandemia activo para el encuentro y la organización de los cuerpos) suele discurrir entre la puesta en común de en qué situación anda cada colectivo, y las perspectivas de acción de acuerdo al duro contexto al que nos enfrentamos.

Tratar de cruzar perspectivas, encontrando los caminos en común que podemos transitar, parece ser el potente horizonte que intenta construir esa naciente organización que es la intersocial cultural.



PRIMER ENSAYO / Por Ximena Echevarría en colaboración con Victoria Cestau



Primer ensayo es un colectivo conformado por distintes artistas independientes y trabajadores de la cultura, que se crea con el fin de visibilizar la precariedad laboral de este sector, que fue duramente azotado por la crisis sanitaria declarada a mediados de marzo del 2020. La forma que este colectivo lleva a cabo su lucha es a través de la intervención artística callejera en distintos espacios públicos de la ciudad de Montevideo.


La gran parte de sus participantes provienen de las artes escénicas, mayoritariamente del teatro. El colectivo se encuentra abierto a recibir colegas de otras disciplinas artísticas, porque fundamentalmente se encuentra en constante construcción ante un escenario tan dinámico y complejo como el presente.

Construimos día a día, asamblea a asamblea.


El nombre de Primer Ensayo refiere a que cada acción es única y si bien se piensa y trabaja, el Primer Ensayo sucede ese día. Se ensaya mientras se da la acción. Es un momento de unión, de ritual, de trabajo en equipe.


A medida que el colectivo se fue organizando y conformado han presentado, desde el mes de junio distintas intervenciones, algunas de ellas son: “Platea en plaza”, “Vamos a tomar el té”, “Vacaciones sin Trabajo, Niñes sin Teatro “Trapitos al sol”, “Les Otres”, “La salud”. Los

escenarios callejeros y políticos han sido diversos: Plaza Independencia, Teatro Solís, Presidencia, Plaza Libertad, Teatro de Verano, Palacio Legislativo, Casa Presidencial, entre otras.


Cada propuesta responde una estética creada puntualmente para cada performance, sin embargo todas responden a los mismos reclamos. Además de luchar por los derechos de les trabajadores de la cultura, el colectivo lleva a cabo jornadas de formación interna donde también problematizan otras temáticas de interés como la violencia machista, asunto que también aumentó y profundizó las desigualdades de género en el contexto de la pandemia actual.

Desde que comenzamos a salir a la calle, a la acción, nos han cuestionado desde muchas partes, desde el ámbito político y desde lugares en donde se juegan intereses ajenos al colectivo. Nos mantenemos autónomes, luchando por lo que creemos justo. No nos callarán.

Salir a la calle se transformó en la forma que encontramos de visibilizar, de no dejar que otres manejen nuestro sentir. En uruguay hay muches artistes y la mayoría se encuentran en estado de precarización. La pandemia dejó eso a la vista.

Somos trabajadores de la cultura.

Seguiremos saliendo a las calles cada vez que el sentir lo determine y seguiremos construyendo equipe y pensamiento crítico más allá de lo que nos dictaminen.




* Agradezco a cada une de les compañeres que han creado y sostenido las acciones realizadas desde los colectivos 7A, Primer Ensayo e Intersocial cultural. La presentación de estos espacios fue tejida junto a colegas cómplices a quienes invité a compartir a través de un texto su experiencia como participantes de estos espacios desde un punto de vista subjetivo, parcial y con foco en los sentidos políticos de las formas de organización que se están poniendo en práctica en cada uno de ellos.


El informe anual completo de SERPAJ está disponible en:

https://autores.uy/obra/15991  

http://www.serpaj.org.uy/

jueves, 10 de diciembre de 2020

Solxs con todo

SOLAS CON TODO  


Publicado y escrito para LUCA 

http://luca.exit-1.mx/ensayos/solas-con-todo


¿Puede ser la intimidad una lengua propia? Si nuestras existencias parecen estar a la intemperie, ¿no debemos elevar la apuesta y pensar, aunque sea transitoriamente, la intemperie de la comunidad? ¿Qué nuevos vínculos encontraríamos ahí?

¿Qué hago ahora conmigo misma? ¿Y a quién le importa un carajo lo que tenga para decir(me)? Y sin embargo no hay materia más ineludible. 

Buscándole sentido teleológico a esta pandemia no llego a ningún lado. Con la ficción a cuestas, inventarme uno me está salvando. Pruebo bailar esta defensa de la soledad y este rescate extraño de la relación conmigo misma. Me aferro a eso como a un plan, como a un plano. Hace demasiado tiempo que sé que huyo, más que nada, de mí. Al final quizá el infierno no son les otres. 

Infiernos compartidos, diría yo. La búsqueda de un propio ritmo es también camino a la comunidad con otres. Cómo vivir juntos puede ser la coartada para pensar sobre cómo vivir solas. Qué difícil poner de moda la soledad, ir contra el tiempo. La popularidad es la moneda más cotizada, más que el índice Dow Jones. Ser escuchada y vista por otres es el máximo valor. A cualquier costo. Followers incondicionales.

La soledad es peligrosa. Le tememos y no es por nada. Salvo excepciones reglamentadas, la soledad es vista como patológica, desviada, anormal. La soledad en términos individuales está mal vista pero más que resolverla se nos pide ocultarla. Las paradojas del individuo masa. 

Si Foucault se despertara hoy, en la “nueva normalidad”, yo creo que se pega un tiro. 

De verdad que intenté escribir sobre la soledad durante la cuarentena pero lo que menos hemos hecho es estar solas. Con presencias que van desde la televisual a la telepática, la fuerza de la conformidad se cierne sobre nuestros cuerpos como un yunque pesado. Vivimos momentos fotografiables y viralizables, performances potencialmente compartibles, en pose. A la intensidad hay que buscarla en la pantalla.   

Mundo-anestesia. Cada vez más acostumbradas a estar quietas. Incluso hemos mejorado en el oficio de estar físicamente solas. ¿De qué sirve esta habilidad? 

Estamos en contacto con otres sin descanso, pero ¿qué tipo de contacto? El odio es una relación de intimidad. Se dice que exponerse es vulnerabilizarse, pero ¿desde cuándo querer estar sola me da culpa? Sola sola, digo. Me encuentro convenciéndome de que aislarme no es una buena idea. 

La sociedad del espectáculo y la cultura de las redes asentaron dispositivos de sociabilidad que nos imponen elegir siempre estar con otres. Toda una retórica de compartir, de exponerse como sinónimo de vulnerabilizarse y de que somos seres gregarios por naturaleza fue minando, excluyendo e incluso penalizando ese territorio que llamamos la soledad. Pero al mismo tiempo en que el colectivismo compulsivo se impone, el individualismo y la venta al mercado de nuestro capital subjetivo, en tanto individuos, pautan las relaciones que mantenemos con el capital y con los medios de reproducción de la vida.

Si comunidad son las redes sociales empiezo a sospechar que la comunidad es una mierda, o que hicimos en su nombre cualquier enchastre. Llenas de discursos sobre la comunidad absorbimos como esponjas a la comunidad tal como había sido apropiada por el neoliberalismo y la reprodujimos en nuestras formas de vida, abriendo la puerta a la precariedad y fragmentación. 

Hay cosas para hablar en el chat y hay otras que no. 

Hay que desromantizar la comunidad. Enardecides en su defensa quizá caímos en una trampa, perdiendo espacio para preguntarnos qué tipo de comunidad queremos construir, mientras desesperadamente intentábamos pertenecer y ser aceptades y reconocides por alguien sin importar costo o mecanismos. 

Esta búsqueda de aceptación (que otres ya llamaron economía del reconocimiento) puede tener como efecto secundario un profundo autodesconocimiento. Un autodesconocimiento que podríamos pensar junto a Barthes como la pérdida del propio ritmo, como una crisis de idiorritmia.

Vamos a tientas intentando sentir un ritmo colectivo donde poder encontrarnos con otres –si no tocarles, al menos vibrar juntes. Sintonizamos con una señal móvil, en una sintonización en movimiento, con sus variaciones, crecientes e impasses. Ritmo de transformación de los ritmos. Escuchar los ritmos y entrar en ellos con otres: así podría definirse la política. ¿Cómo entrar en ese ritmo? ¿Cómo evitar las distorsiones inevitables de la escucha? ¿Como no pasar al menos por un chequeo rápido de lo que me pasa cuando escucho? La sinceridad del yo está en el ritmo. 

Bebiendo de la literatura, la naturaleza, la historia y las religiones, Roland Barthes dedica en 1977 todo un curso a lo que llama idiorritmia. Lo esconde bajo el título Cómo vivir juntos, casi como si supiera de la peligrosidad de la pregunta, casi como traficando ese pensamiento dentro de un paquete envuelto con otros colores. En el prefacio Alan Pauls lo dice con todas las letras: en plena revolución sexual, de creación de formas colectivas y vidas libertarias de un París post-68, donde las calles tienen todo el protagonismo, Roland se atreve a proponer mirar para adentro. Con sus acuarelas, su piano, sus textos sobre los griegos, el filósofo se permite ir contra el tiempo colectivo, contra los consensos y las tendencias, para buscar el propio ritmo.

  • Paradoja erótica: los cuerpos están juntos y sin embargo no hacen el amor. Cuanto más forcluida está la idiorritmia, más alejados está Eros. Idiorritmia: dimensión constitutiva de Eros. -> Relación proporcional entre la movilidad de los ritmos particulares, la aereación, las distancias [....] Idiorritmia: protección del cuerpo en la medida en que se mantiene distante para salvaguardar el precio del cuerpo: su deseo. (Pág. 84-85).

Encontrar filósofes que se interesen por el autoconocimiento como una forma de vivir mejor juntos es como poder respirar. 

La respiración es siempre diferente pareciendo siempre ser la misma. El secreto que la obra y la vida guardan son las mil maneras en que una misma música puede ser percibida, que un mismo paisaje puede ser apreciado, que una persona se re-presenta a si misma aun sintiéndose la misma. 

La entrada en escena de la proximidad de la muerte y el confinamiento no elegido nos encerró en el cuarto con nosotras mismas. Pero en este encierro no estamos solas, no se nos deja en intimidad. Parafraseando a Deleuze: las cuarentenas contemporáneas no consisten en estar solas sino en no lograr, ni siquiera en medio de una pandemia, estar lo suficientemente solas. 

La sociedad ve a la soledad como algo peligroso: un organismo que necesita cohesión para sobrevivir organiza dispositivos de castigo para lo que le juega en contra. 

El espacio para la soledad costó sangre, sudor, lágrimas y otros fluidos a cuerpos del pasado. Anacoretas, eremitas, marginales, suicidados de la sociedad, parias, monjes y cultivadores del retiro. Hay soledades buscadas y elegidas, que se reivindican como formas de vida. A veces el móvil de esas soledades es huir del mundo, otras la búsqueda de un mundo interior como espacio presocial donde radican verdades y libertades aplanadas por la agencia controladora de otres, otras la creencia de que yendo hacia el “uno” se está yendo hacia el gran todo.   

La soledad fue impuesta a otres: “madresposas, monjas, putas, presas y locas”. La soledad es cool como pose colectiva pero su práctica radical es prohibida o al menos seriamente no recomendada. 

Otra pandemia, la de la depresión, puede decirnos algo sobre el lugar decodificado y finalmente materializado en clave patológica que simbólicamente ocupa la soledad en nuestros imaginarios y formas de vida contemporáneas. Pero ese es otro texto. 

Nuestras vidas son cada vez más homogéneas y creo que ya no leo historia para saber qué pasó sino como hurgando en formas de vida, en experiencia biográfica colada en las historias. Aquella figura bien de los siglos XIX y XX, con vida de una abundante serie de cambios y viajes, hijes, matrimonios, negocios exitosos y fallidos, amigues, enemigues, libros, muertes, asesinatos, renacimientos. Figuras que reaccionaban a las crisis de su tiempo con gran altura artística, política, filosófica, me dan nostalgia. Hoy estamos todes ahí medio en la misma, ahí con nuestras compus. 

Podría contrargumentarse: Los tiempos se han acompasado y nos compartimos más. Puede ser. Cuánto querría que así fuera. El individuo que se corta para vivir sus aventuras tampoco es mi role model y demasiadas veces tiene pito. Demasiadas veces es un depredador de vidas en comunidad. 

Me invitaron a hacer un árbol genealógico y no llegué ni a dos ramas. ¿Dónde empieza “una”? Son tiempos de narrar nuestra historia. El feminismo nos está lanzando a eso, y la narración transforma, hace pasar de nuevo por sí misma y de ahí no se sale igual nunca. 

Me paro en y defiendo la fractura. La fractura desde afuera no es lo mismo que la fractura desde adentro, arquitectónicamente hablando. Me voy a la fractura con esta supuesta normalidad impuesta. La fractura en la continuidad.

Disiento del ritmo conveniente, del eficiente, del sugerido que enseguida es el obligado. Me salgo y al salirme me doy cuenta de que no tengo ni puta idea de qué voy a hacer en esa intemperie. La competencia y la deuda interna conmigo misma me tienen harta. El constante monitoreo. Saber o hacer de cuenta que sé donde estoy.

La tierra puede volverse plana pero si algo podemos constatar es que el ruido que entra por las redes sociales nunca se acalla. Nunca nos deja soles. No podremos ni en la cuarentena más larga estar con nosotres mismes. Ocupades en aprender a vivir de esta nueva forma, agradecides porque podemos ver el interior de las otras vidas y casas sin movernos, adictes a revisar la entrada de un nuevo mensaje o notificación, redactando el borrador, el diario, tenemos suficientes distracciones para atravesar la crisis sin que nada entre en crisis. La polémica diaria en redes nos suministra el placebo perfecto de participación en el ágora. El riesgo de la escucha propia queda así lejos, muy lejos, casi tan lejos como nosotres de nosotres mismes. El neoliberalismo coreografía formas de hiperconexión que se sostienen sobre vidas profundamente solitarias. Les otres están ahí siempre pero para competir, para juzgarnos o para mostrarnos modelos de lo que deberíamos estar siendo/haciendo.

¿Estaría dispuesta a una posición marginal si mi deseo me llevara a eso? O iré ajustándolo para que jamás me expulse de la matrix? ¿Cómo hacerme en soledad no por adaptación o por exclusiones anti-exclusión? 

Hay quien desea el margen y hay quien desea cosas que le llevan ahí. Podría volverme loca de dios, de sexo o de odio en las redes, volverme hurgadora de un mundo sin fondo y sin figura, volverme disidente del neoliberalismo, linyera, rota. Las formas de vida siempre están ahí, haciendo las biografías. Desde dentro miro afuera. Y dentro está el todo. Y todo está adentro. Veo a muches rotes, mucho sujeto irreparablemente desgarrado, fracturado y herido. Hacer de tu marginalidad el mainstream no vale como ruptura. 

El secreto. El miedo secreto y a la vez explícito de volvernos loques. No sólo o no tanto por la locura en sí sino porque sabemos el costo social que eso tiene.

  • El que viva verá. Me viene la idea de que, en secreto, persigo la historia de mi miedo. O, más exactamente, la historia de su desenfreno, más precisamente aún de su liberación. Sí, de veras, también el miedo puede ser liberado, y en ello se ve que forma parte de todo y de todos los oprimidos.Casandra, de Christa Wolf

El margen siempre late: es un abismo que llama al encuentro con el secreto. En soledad hay un espacio para preguntarnos que nadie tiene por qué conocer. Guardo un lugarcito en el colchón para cosas esas cosas que quiero para mí misma. Para que vivan cosas que aún no entiendo o que no se ven nada bien. ¿La transgresión es más filosa cuando permanece en secreto o cuando se publica?

Tengo la vaga sensación de que debería estar deseando y buscando más cosas. Qué desmovilizador es el “hago lo que puedo dentro de lo que hay”. Sabe a que debería haber algo más. Y menos de muchas cosas. 

En pleno tironeo. Ir hacia adentro para ir hacia afuera. Desear la disolución del yo en les otres no es suficiente. Tampoco resignarnos a que ésta es una búsqueda sin salidas. No quiero entregarles a los románticos y a les poetas maldites las tribulaciones sobre el yo. No me rindo del todo a la fragmentación. 

Soy una autobiografía anónima que se escribe en los hechos.

La intimidad puede ser una lengua propia. ¿Cómo poner esa lengua en contacto con otras salivas? La traducción siempre ha sido cómplice imprescindible. La traducción es el espacio que deja vivir a los dos lenguajes. Renunciar a la intimidad como lengua propia es renunciar a cualquier experiencia no mediada por la mirada de les otres.

La politización de lo personal destranca puertas del cautiverio que padecían sujetos desviados de las normas. Pero esta politización en colectivo necesita de una politización de lo personal en espacios individuales o íntimos, de volvernos hacia una escucha de esa intimidad que no ha sido ni será revelada, de orientarnos a la búsqueda de un propio ritmo. Sin eso, nada. 

Un acto transformador es un precipicio. Te tirás y te puede salir bien la tirada pero aún falta el aterrizaje. Una relación morbosa con el cambio. Algo que estaba en el aire es organizado en forma de lenguaje. A veces ese acto consagra y clarifica. A veces mata a la cosa misma. A veces es penalizado, incluso en nombre del propio concepto. A veces quien porta la voz es silenciada. Y el acto de habla se vuelve injuria, en contra.   

Quiero crearme una estética de la existencia. Una obra que estalle en rasgos. Somos un conjunto de intentos desesperados por estar con otres. De la comunidad no se sale ilesa. No se sale. 

Quiero una soledad con interrupciones reguladas, con grados variables, con suelos desnivelados, con rajaduras y espectros. Una soledad para estar sola. Sola con todo, inclusive conmigo misma: las grietas, los fantasmas, los deseos, los miedos.  

Una soledad para estar a solas con todo.