martes, 13 de mayo de 2014

Lo que pueden los cuerpos sobre FIDCU 2014

Lo que pueden los cuerpos

Quien se acerca al FIDCU sin saber nada de él probablemente no sospecharía que esta fue su tercera edición. Con cambios en su dirección – en la que continúa Paula Giuria pero ya no Santiago Turenne que migró hacia la gestión pública en INAE – y con un pequeño pero gran equipo de producción por detrás, este festival se deja caer sobre una red colaborativa que lo atrapa amorosamente. El riesgo de llevar a cabo un proyecto independiente de estas dimensiones, ha ido encontrando fórmulas de alianza que presentan hoy a un festival maduro y autónomo pero simultáneamente en complicidad con iniciativas heterogéneas (públicas y privadas) relacionadas a la danza. Existe un vínculo de retroalimentación entre el ambiente que FIDCU propicia y el que a la vez posibilita que un festival de estas características exista. La palabra clave puede ser generosidad pero también deseo: un potente disparador de acciones y relaciones, es decir de obras.

La programación incluyó 12 obras extranjeras y 6 nacionales, 7 talleres de formación y la asociación con múltiples proyectos que sucedieron en torno al Festival repartiendo a sus concurrentes entre actividades diurnas y nocturnas, entre diálogos dotados de cierta especificidad y otros emergentes y caóticos. Entre lo programado y lo improvisado pasó FIDCU 2014. La posibilidad de producir y participar de este tipo de encuentros hace visible por un lado la compleja cadena de producción y trabajo que se despliega entorno a la danza y por otro la necesidad de articular un trabajo conjunto entre estos eslabones que más que consecutivos se plantean como sinérgicos. Creación, producción, gestión, investigación, circulación, educación, están siendo pensados y practicados de modo integrado por este campo que en Uruguay presenta un claro crecimiento institucional y artístico. Si la precariedad, la dispersión y una radical “independencia” son parte de la historia de la danza contemporánea en Uruguay, la misma se ve acomodando el cuerpo a un nuevo panorama donde el interés nacional e internacional por este arte en el país se potencia progresivamente. Pero sin desestimar estas particularidades, no es posible hablar del Festival sin introducir otro término: afecto. Práctica que la danza contemporánea explora a través de diferentes estrategias escénicas y no escénicas. Afectarse en el encuentro con otros y con las obras, a través de relaciones sensibles que rompen con las lógicas de "Mercado de Arte" que a veces resultan coercitivas para la emergencia de dinámicas alternativas de producción y circulación de cuerpos y obras. Y es que los cuerpos no se venden o encuentran con la misma lógica de los objetos de un museo, e inclusive cabe preguntar si en las artes objetuales esta lógica no es también pasible de ser desplazada, interferida. Lógicas regionales, nacionales y globales dialogan en busca de cruces y de diálogos entre la danza producida en diferentes geografías y bajo distintas condiciones. Testeando los límites en los que un festival puede expandir sus dimensiones – atrayendo curadores y gestores internacionales a cargo de poderosos o pequeños festivales/instituciones que vienen a “ver qué hay” - sin perder su sensibilidad, el FIDCU es actualmente una especie de gigante sensible y tranquilo, que pese a su tamaño se da el espacio para dudar, preguntar, explorar, decir no puedo, para decir vamos, para decir bailemos, para decir cantidad pero también calidad, o para aprender con hábil torpeza a moverse incorporando los eventos y performances que le crecen por todo el cuerpo.

La edición de este año incluyó a artistas de diferentes procedencias y en diferentes etapas de sus carreras y presentó una diversidad de manifestaciones que conviven bajo el nicho de la danza contemporánea. La presencia de los solos – no olvidemos que los costos de un festival internacional afectan también las decisiones curatoriales – fue fuerte y conformó una muestra diversa de lo que puede hacer un cuerpo individual en un espacio de encuentro colectivo (el teatro, la calle, el bar). Desde Uruguay Lucía Bidegain presentó su investigación basada en improvisación y Miguel Jaime una pieza concreta y breve en la que explora a partir de la relación y la materialidad de una tela en una búsqueda visual y kinestésica en la que cuerpo textil y orgánico se yuxtaponen para generar nuevos espacios y formas. La propuesta de Fantasmosidad del colectivo Random expuso un trabajo al borde del solo, en el que la presencia del bailarín es desdoblada en múltiples presentes e imágenes a través de un dispositivo de captura de imágenes. Rompiendo con el soliloquio Multitud, Vacío, Las Cosas se Rompen de Cubas/Multitud, Federica Folco y Florencia Martinelli respectivamente, son fruto de la creación de artistas que en sus cuarentas presentan una maduración de sus investigaciones a través de colaboraciones artísticas siempre cambiantes en términos de individuos y estrategias.
Desde Brasil Moura y Ahmed presentaron piezas donde el movimiento transforma al cuerpo en el pasar de un tiempo que transcurre entre la repetición y la diferencia. Sin ilusionismos y fuertemente apoyadas en la iluminación y el sonido, ambas piezas hacen sonar al cuerpo-ambiente de estos creadores, amplificando sus resonancias y creando espacios que deforman y desafían la persistencia de cualquier realismo. Ambas piezas se sostienen en fuertes investigaciones de movimiento aunque no son menos potentes en cuanto a su propuesta visual, siendo valioso el modo en que ambos aspectos trabajan como uno solo – la mirada, la respiración, la voz, actúan en estas danzas sudando tanto o más que piel, músculos y huesos. 
 
Siendo poco frecuente el uso de dispositivos escenográficos en la danza contemporánea – que centrándose en el cuerpo y produciendo con bajos presupuestos tiende a un minimalismo escénico no siempre elegido en Uruguay – Las Cosas se Rompen y Highlight plantearon exploraciones de ésta poética escénica. De Florencia Martinelli, LCSR presenta un terreno duro e irregular que los performers habitan para luego transformar en trinchera, pila o muro de contención de las rupturas, al mismo tiempo en que producen una nueva entre audiencia y espacio escénico. Por su parte el portugués Cadete desplegó un sistema en el que el espacio urbano es traducido a un ambiente escénico que se mueve y suena, en donde hay un contraste entre la complejidad del dispositivo y la proposición coreográfica de un cuerpo que pasa por diferentes estados y situaciones sin explorar ninguno en profundidad. Por otra parte la chilena Bárbara Pinto presentó Un Solo, obra que viene performando hace algunos años y en la que la repetición de una acción simple – el trazado de su silueta sobre un fondo de papel blanco – va transformando el espacio y su modo de auto escribirse e inscribirse en el espacio y tiempo. El cuerpo diseña y la iluminación potencia, en una temporalidad paciente y minuciosa que desafía a la atención a no relajarse demasiado a riesgo de alejarse de la apreciación de los matices que emergen bajo y sobre el trazo.

La mediación tecnológica estuvo presente en varias propuestas y particularmente en Fantasmosidad y en la obra del italiano Sciarroni, mostrando algunas posibilidades de las infinitas que este cruce de lenguajes presenta. Cuerpos en ambientes virtuales y las experiencias que ocurren en estas interfases constituyen cada vez más puntos de partida para la creación coreográfica en danza contemporánea. Las proposiciones emergentes van desde la escenificación de acciones semejantes a las que uno hace en la intimidad de su cuarto (y que el entusiasmo del momento hacen parecer geniales) a la formulación de poéticas híbridas y complejas donde lo que se pone en juego no es sólo la demostración del sistema tecnológico empleado, sino la exploración de nuevas sensorialidades y relaciones a partir de la inmersión corporal en los mismos, transformando cuerpos y sistemas. Joseph de Sciarroni juega con las reglas de la interacción entre cuerpo y tecnología pero también con lo que la virtualidad hace posible entre personas distantes y diferentes. Generando un ambiente que representa una intimidad que no es tal, esta pieza hace público el uso privado de Chat Roulette, página donde a modo de ruleta y con filtros de búsqueda, diferentes personas van apareciendo en la pantalla al mismo tiempo en que somos vistos del otro lado de la misma. La vulnerabilidad de esta exposición es amplificada por el hecho de que el italiano no está solo sino que en su “cuarto” cohabitamos los espectadores. Violar o cuestionar la ética que media en el uso de este tipo de dispositivo parece ser el objetivo de una propuesta que aunque resulta “simpática” y liviana a primera vista, pone en escena o en pantalla la violencia de un usuario que manipula a sus interlocutores virtuales, aunque podríamos pensar si esta posibilidad no forma parte del propio juego.

La relación con la música, la palabra como resignificante y significante que el cuerpo mueve y mueve al cuerpo son elementos centrales en Nosotros estamos aquí de Olga Gutiérrez en colaboración con Temoc Camacho. Los mexicanos recurren al metarrelato sobre la pieza para luego dar lugar a una indagación sobre diferentes modos de manifestarse sobre y en el presente. Sostener consignas no parece factible o al menos una estrategia que derive en discursos consistentes en una contemporaneidad plagada de ambigüedades que renuncia a sus héroes para construir acciones mínimas y cuya valentía radica en el reconocimiento del miedo. La relación con la palabra organiza una dramaturgia en la que ésta va perdiendo inteligibilidad mientras la potencia de las acciones contrasta con la permutación ansiosa de una sintaxis verbal incoherente.

Por otra parte, obras como Multitud y Vacío plantearon desde diferentes marcos, investigaciones en colectivo. La primera – cuyo título no presenta sólo una razón numérica sino una referencia conceptual clave para el proyecto – interfirió en la Plaza Independencia convocando a un público diverso – aspecto que sería interesante pensar para próximas ediciones - y regresando a la calle luego de su presentación en el Teatro Solis en celebración del día de la danza. Vacío es el desarrollo de la investigación de la uruguaya Folco en colaboración con la compañía Periférico, y en esta instancia el lenguaje tanguero es extrapolado y transformado en otro a partir de sus principios y fundamentos básicos. La pérdida del eje, la relación entre los bailarines, el ambiente de la milonga, el rol de la música son citados pero transmutados en esta obra cuya temporalidad conserva rasgos de la repetición y duración características de este tipo de práctica. Otra pequeña multitud fue la que intervino la explanada del Teatro Solis, mostrando una parte de lo trabajado en el Taller de Brezzo con los estudiantes de la división danza contemporánea de la END.

El cuerpo desnudo aparece en Danzas Primitivas de Vaquero, y en Mujerzuela de la venezolana Seijas. Dos propuestas que leídas en conjunto realizan un contrapunteo entre cuerpo, cultura y sociedad, entre ambientes y conceptos cargados de significados y políticas, y las posibilidades (o no) de su reinscripción en otros contextos coreográficos y experienciales. A la abundante programación de obras, que en esta edición también tuvo espacio para una propuesta para niños, se sumaron proyectos asociados que incluyeron un Encuentro regional sobre políticas públicas para la danza, un Encuentro internacional de curadores, la muestra de dos procesos apoyados por el Programa de Residencias Artísticas PAR en colaboración con los brasileros Gustavo Ciríaco y Michelle Moura , una fiesta en celebración de un libro que está por venir bajo el polémico título de El Libro de La Danza Uruguaya, múltiples talleres con diferentes focos y artistas y la disponibilización de material de consulta relacionado a la danza por parte del Centro Cultural de España. 
 
Tal como sucedió en el 2013 por iniciativa del Proyecto Pulpo, pero con una dinámica diferente, el fanzine Amor en Uruguay aportó crítica coreográfica realizada desde un marco poético, dialógico y afectivo, explorando diferentes posibilidades de escribir sobre danza, jugando con la inmediatez de la escritura de una noche para la otra y con la definición de algunos ejes disparadores para la escritura como historia, organización, la mirada auto-etnográfica, el foco en el cuerpo, etc. A diferencia del año pasado, los colaboradores bajo pseudónimos pasaron de ser tres fijos a múltiples rotativos, recogiendo colaboraciones de los participantes del taller de escritura y de artistas y allegados al festival que se entusiasmaron y sedujeron con la idea y práctica de escribir, desmitificando el significado de la palabra "crítica" y haciéndola sudar y marearse un poco. 
 
El título del fanzine y el lema del festival - "el arte es un estado de encuentro" - son buenos encabezados para las memorias de lo ocurrido durante esta semana de danzas y también para recordar que no hay danza sin afecto y que el FIDCU nos recuerda esto hace ya tres años. Ojalá sea por muchos más.

EN NOTA AL PIE
En fidcu.com puede encontrarse toda la información relacionada a las obras, talleres y también en breve todos los fanzines Amor en Uruguay fotocopiados y distribuidos durante los días de festival. 

Publicado en la diaria el 14 de mayo 2014: http://ladiaria.com.uy/articulo/2014/5/lo-que-pueden-los-cuerpos/