domingo, 14 de octubre de 2018

Dialéctica del sí (o negación de la negación)


estamos en momentos donde saber a qué decir que no, ya no nos alcanza:
necesitamos algún sí.
que la prioridad pueda ser asomarse a agradecerle a este sol
cambiar purismos y certezas por la generosidad que desata la identificación de una urgencia (que no se conjuga sólo en primera persona),
abrazar a una amiga o pasar el día escribiendo poesía de esa que construye mundos moviendo un poco a este,
de escuchar canciones, de pasar el tiempo pensando juntes,
de sentir y sentir como antídoto a este odio cáustico y fosilizante que quiere meterse por todos los orificios y ventanas,
de no tener miedo al jipismo, al utopismo, a la pasión, que el nihilismo neoliberal ha dejado tan mal paradas,
de practicar el “y si..”; de imaginar y especular: en el presente nuestras principales  armas políticas.
de confiar en el cuerpo y en la intuición. de darle duro a la telepatía y al sexo. de darle espacio y aire al deseo, que no se nos ahogue en impotencia o depresión.
de pensar bien qué decimos y que nos decimos, sin que gane el miedo a hablar,
de meternos los diagnósticos en el orto,
de habitar el silencio cuando abrumadas pasamos días sin saber qué decir,
de dejar salir la voz aún en medio del desconcierto, aún cuando suene bajita en medio de tanto ruido, aún cuando tiemble por la conmoción en la tripa y el nudo en la garganta,
de des-sofocarnos a puro baile y beso, a puro cualquier-cosa-que-nos-reencuentre-con -estar-vivas,
de robarle todo a los saqueadores y a los padres fundadores,
de ofrendar algo,
de hacer una pausa y usar cualquier técnica - meditación, taichi, grito a lo loco, 10 vueltas a la manzana, catarsis psicobioenergética, terrorismo en el jardín, avistamiento de ovnis, inyección de corticoides, cocina compulsiva, desmesura de color - cada vez que nos invadan esas ganas de ceder al “¿sabes qué? ya fueee!!! que se vaya todo bien a la mierda” (¿te suena?),
de repreguntarnos cómo volvemos al amor un proyecto seductor, otra vez. de hacer de la guerra al fascismo un proceso creativo,
de sacar fuerzas del nada (o poco) que perder,
de abandonar la política de lo sensible y cultivar como se pueda una sensibilidad para la política, que sin ser idealista, esteticista, perfeccionista, masiva, efectivista, mainstream o evidentemente dotada de un gran poder, SEA.   

martes, 9 de octubre de 2018

Puntadas del tejido feminista



Agujas afiladas: puntadas del tejido feminista

Publicado en Revista Bravas - 2018



> La potencia de los feminismos no puede ser medida con los parámetros de la política de partidos o del sistema de gobierno; no puede ser medida. Su inconmensurabilidad viene del hecho de que sus caminos de expansión, sus formas de diseminar no corren por los canales de la democracia representativa; invadir o eludir ese sistema es una pregunta abierta al movimiento.


> Los feminismos desafían la diferenciación entre micro y macro política porque se presentan como una lucha sobre “lo personal” pero son, sin embargo, capaces de movilizar multitudes en las calles. Se mueven en el espacio público y en multitudes, pero a la vez acontecen en las casas y en los trabajos, en las reuniones y en los eventos que no son convocados ni identificados como manifestaciones políticas. Es política de la vida cotidiana y transformación de los marcos sociales que organizan y desorganizan la vida colectiva en sociedad.


> Los feminismos descentran el poder y dejan a la vieja político de los viejos esperar inerte como un esqueleto cuya carne ya se pudre. Las mujeres somos la carne de la política, esa que da vida y movimiento a la estructura de materiales inorgánicos y es en este momento que nuestra simultánea invasión y retirada se empieza a sentir. Si el sistema político gobierna nuestros cuerpos, si las leyes dictaminan lo posible y lo imposible en las vidas de las mujeres las alternativas no son muchas: o ganamos el partido en su cancha, o practicamos la desterritorialización y la desobediencia.


> Los feminismos son máquinas de guerra contra la geopolítica colonial y capitalista que nos prefiere muertas antes que libres. Es la inteligencia de la vida contra la necropolítica de los poderes establecidos.


> ¿Quién es la líder del movimiento feminista en Uruguay? No hay nombre que presente una respuesta correcta. ¿Qué partido representa al feminismo hoy? Ninguno porque es un movimiento que atraviesa los partidos, sin embargo, tiene su ideología que no es “la de género” como quieren llamarla. Las ideologías feministas piensan desde el cuerpo, desde el cuerpo de las mujeres pobres, desde las cuerpas que paren a otras mujeres y hombres y que son el futuro del mundo.


> El PT en crisis, el progresismo en crisis, el kirchnerismo en crisis… El futuro de las luchas políticas no depende de que liberen o no a Lula ni en que el FA uruguayo sea reelecto, no está en que no procesen a Kristina, ni en Bolsonaro, ni en Ele Não. Está en las redes de mujeres dispuestas a contenernos y sostenernos. Está en que si tocan a una tocan a todas.


> Si bien el feminismo ganó impulso en años en que la llamada agenda de derechos venía impulsada e impulsando lo que se conoce como las “políticas identitarias”, y si bien algunas vertientes del movimiento adoptan argumentos biologicistas que buscan anclarlo en una categoría determinada desde el momento de nuestro nacimiento, es erróneo pensarlo como política identitaria. Las desigualdades y opresiones a las que una mujer es sometida por nacer mujer son el centro del feminismo, pero este es un centro móvil, que no opera ontológicamente fijando identidades sino desterritorializando sus focos de atención, cuestionando precisamente las categorías que estructuran las vidas de las mujeres en torno a estereotipos definidos por el patriarcado. Los feminismos son movimientos por las mujeres que pluralizan, desestabilizan, y rompen con las cadenas identitarias y los poderes ontológicos que históricamente han definido y redefinido qué es ser mujer, dejándole sin embargo muy poca voz a las mujeres. ¡Por feminismos no esencialistas!


> Ser feministas no es ser fuertes como hombres o cretinas mezquinas como las peores versiones de ese género; no es jugar al juego de la supervivencia del más apto. Es encontrarnos formas afectivas y políticas de ser de otra forma, de vivir otras vidas, de sentir otros goces, de organizarnos lejos del falo y desde dentro de la curvatura húmeda de nuestras vaginas. Nuestros aparatos reproductores dejaron de ser instrumentos del patriarcado, nuestro centro no está en el útero sino en el clítoris; energizante político y poético, fuente de placer y de vida. ¡Autoplacer 24/7!


> La lucha feminista se desplaza de la política identitaria a la lucha por y en el espacio público. Nuestra batalla no es doméstica; pero aun así se da también en los espacios íntimos. Nuestra resistencia es pública; pero aún así rechaza la institucionalización y burocratización de lo público, que ha sido una estrategia propia del más patriarcal de los sistemas. Asaltamos los subtes y las discos, asaltamos los auditorios y los actos caretas, las iglesias y los bautismos satánicos de los curas pederastas, nos metemos donde nadie nos llama, en llamas; venimos a quemar después de pasamos siglos siendo quemadas.


> Los feminismos son movimientos políticos porque en sus luchas se produce pensamiento sobre las formas de movilización, sobre las formas de gobierno, sobre los sistemas y relaciones económicas de producción y reproducción de la vida y las afectividades que involucran. Son movimientos políticos y no son minoritarios ni en su cantidad ni en su minoría de edad –categoría también asociada tradicionalmente a una mujer pensada bajo la tutela del hombre. Son movimientos que desafían al capitalismo porque apuntan a las formas objetivas y subjetivas implicadas en su funcionamiento, porque hablan a través de cuerpos que son la base de la producción del plus valor, porque nombran las desigualdades apuntando a su carácter estructural y a partir de su unidad más básica: la vida cotidiana, las formas de muerte y las formas de vida. ¡Contra los movimientos pro-vida le ponemos la vida al movimiento!


> La sujeta de las feminismas es enorme y por eso nunca podrá ser un movimiento corporativo, y por eso nunca podrá movilizarse sin movilizar también al resto de la sociedad y sus estructuras básicas, sus cimientos. Los feminismos no esperan a las urnas, ni buscan relevar la opinión de todas las mujeres para hacer una curva normal y orientar así su acción como si fuera el resultado de un estudio de mercado. Es hecho por las mujeres en movimiento pensando en todas las mujeres y por esto desobedece la lógica delegativa de un sistema político que desempodera al dilatar el momento de la acción y del NO a un tiempo que nunca vendrá, que nunca llega, porque esperando nos mantienen anestesiadas.  


> Los feminismos construyen subjetividad y sujetos políticos. Las construye creando formas y desbordando canales y no simplemente entrando al ciclo desgastado del sistema de partidos con un nuevo logo y un nuevo nombre. Construye sujetas políticas que son difíciles de clasificar y que no se ajustan a las expectativas ni a los procedimientos porque entienden que en los procedimientos está también el germen de la dominación. ¡Nunca desarmarás la casa del amo con las herramientas del amo!


> Como movimiento político que gesta OTRAS subjetividades, el feminismo queda a menudo atrapado en paradojas que tienen que ver con disputar este mundo e ir pariendo el que queremos.


> El feminismo no es consultivo y por eso da miedo. Dialoga, pero entiende que la excesiva confianza en la moderación y la argumentación calmada no ha rendido buenos frutos. Desconfía del procedimentalismo de la democracia formal porque ha visto mil y una vez las fintas que es capaz de hacer la soberbia intelectualoide que desprecia la relación entre crítica y luchas sociales y busca desarmarlas con erudición y textos escritos en universal masculino. Los feminismos necesitan cambiar las leyes, pero desconfía de los legisladores; necesitan atacar al poder, pero saben que si se dedican a tomarlo tal cual está, sólo se convertirá en parte de él.


> La lucha por el aborto es lucha por la autonomía.


> Hemos perdido partidos. No nos va bien de visitantes en la casa de la Política de Los Hombres, en los parlamentos rancios del institucionalismo conservador que legisla y legisla para que todo quede en su lugar. Status quo y subida de la ola de rabia que agudiza el pensamiento y convierte a la aparente derrota en un montón de fuerza para este proceso en marcha que es la internacional feminista; que no tiene ni primera ni segunda, que no tiene himno, que se da el permiso de ir cambiando de color porque sabemos que lo camaleónico es mucho más potente que la monocromoidentificación, que escribe sus manifiestos con los cuerpos y en el texto más imborrable que es los cuerpos en la calle, que desconcierta, que nos sorprende emocionadas, haciendo cosas que no sabíamos, gritando con una voz que no nos conocíamos, y abrazadas, relampagueando juntas en los instantes de peligro. Aunque nos caguen a palos y nos lleven presas. Y por eso mismo.


> Si perder una votación –o dos, o tres, o cinco– en un espacio donde ya casi todo está perdido nos hizo posible ver la fuerza de este movimiento (vernos y energizarnos en ese mismo acto de sentirnos), sentir la vibración de nuestra solidaridad y el eco imparable de nuestro grito, percibir nuestra enorme capacidad de organización, argumentación y retroalimentación de los focos locales de organización y pensamiento, percibir que están cagados de miedo y que su retórica no se sostiene; entonces sigamos perdiendo. Porque perder en sus términos es al mismo tiempo ganar en los nuestros. Es la paradoja de nuestras luchas.


> Muy pronto vamos a cambiar el ni una menos por el ni una afuera: ni una afuera de este tejido que nos contiene, nos expande, cura heridas y tiende lazos entre nuestras potencialidades y entre nuestras diferencias. Este tejido que es tejiendo.

> En estos días la letra es extremadamente frágil. Es inestable todo lo que podamos decir o pensar. Tiembla el suelo donde pisamos y donde pensamos… esto que hoy nos pasa en la política latinoamericana fue la condición en la que aprendió a moverse el feminismo. Confiemos en lo que sabemos y unámonos ante lo que aún no.


por Lucía Naser para Revista Bravas