lunes, 25 de agosto de 2014

Coreografía en el tocador. Sobre "La idea fija" de Pablo Rotemberg (Argentina).








Versión Original 
Gang Bang contemporáneo
Sobre La idea fija de Pablo Rotemberg (Argentina). 

Pablo Rotemberg es un artista relativamente joven si consideramos la cantidad de obras que integran su repertorio. Es bailarín, coreógrafo, músico egresado del ex Conservatorio Nacional de Música y guionista de
cine egresado de la Fundación Universidad del Cine. Publicó un libro titulado Tu vida nunca (2002) y actuó como pianista en ciclos de cine mudo. Antes de que La idea fija fuera programada en el marco de la II
Muestra Iberoamericana de Teatro de Montevideo*, el artista visitó Montevideo en el 2009 su obra El lobo. Cuenta que en ambas ocasiones su trabajo “ tuvo una respuesta muy favorable de parte del público que asistió” y que no conoce a la danza contemporánea uruguaya, lo que en parte atribuye a “los infortunios de la falta de políticas culturales coherentes entre los países latinoamericanos, de políticas que estimulen el diálogo entre los artistas de nuestros países”.

La idea fija - múltiplemente premiada por los Premios Trinidad Guevara y Premios Teatros del Mundo - explora a través del cuerpo y del movimiento las dinámicas de la violencia física y la actividad sexual. Si bien el texto de la obra anuncia un “mundo de cuerpos-máquinas” que se alejan de la representación en busca de una acción desprovista de metáfora, la puesta es relativamente infiel a esta premisa, ofreciéndonos una serie de cuadros que tematizan sexo y violencia con referencias poco veladas a pornografía, a la masturbación, a la homosexualidad, al travestismo, al prostíbulo, la cama, la orgía, al sadismo, a camas que se mueven y cuerpos entorno a ellas.

Con la discontinuidad de un coitus interruptus - en el que la postergación del goce va involucrando crecientes niveles de excitación, urgencia y tono muscular - la serie de escenas que componen La idea fija no transcurren a lo largo de una línea narrativa sino de una especie de gráfico oscilante, en cuyos ejes encontramos violencia, sexo, humor, melodrama, solemnidad y terrajada en dosis semejantes.

La obra comienza con una iluminación muy tenue que nos permite percibir una superficie de piel ondulando en el piso del escenario. A medida que ingresa más luz, identificamos un cuerpo semidesnudo, con su sexo de cara al suelo. La sinuosidad y sutileza de este inicio llega acompasada con y por música clásica, entablando una relación estrecha con el movimiento, al punto de ser (a lo largo de toda la obra) uno de los elementos centrales en la organización y ritmo de las acciones. Alter Ego, Raffaella Carrá, Giogio Moroder, Georgy Sviridov,
Gastón Taylor, Antonio Vivaldi, son los compositores que integran la escena junto al elenco de bailarines compuesto por Alfonso Barón, Juan González, Rosaura García, Diego Mauriño y Marina Otero. La
semidesnudez de sus cuerpos de bailarines no tiene nada de ingenua ni de pudorosa y su carácter insolente y exhibicionista es subrayado por un vestuario mínimo - que se aproxima bastante al sello estético de la
emblemática compañía brasileña Cena 11 - consistente en rodilleras, a veces medias, a veces un top o soutien, siempre negros, y dejando casi todo el tiempo los genitales al descubierto. La obra es muy frontal (aún cuando nos muestra el culo durante gran parte del espectáculo) y nos propone una secuencia de escenas en las que las formas del sexo son disociadas del placer, para componer una coreografía de cronometradas posiciones y ergométrica tensión en niveles variables. 

La partitura de acciones dialoga constantemente con el ritmo y el ambiente al que refieren las diferentes músicas empleadas, y en algunos momentos el silencio parece suspender el tiempo para ser inmediatamente interrumpido por el golpeteo de una carne contra otra o contra el piso o el sonido de un cuerpo auto provocándose desde las manos, desde los pies, desde cualquier superficie amiga del roce y la fricción. Mientras los cuerpos en escena parecen jamás cansarse, me voy (no cabe hacer generalizaciones) extenuando de este ejercicio erótico-deportivo y deseando un clímax que tranquilice la frenética acción. Pero La idea fija no se trata de complacer ni de placer sino más bien de su búsqueda sin receso, obsesiva, excitada y movida por la
promesa de un goce que los cuerpos no llegan a performar.

Tras una exhibición duracional, en la que los intérpretes sostienen (con precisión extrema) una combinación de excitación sexual, gimnasia y lucha, la obra reorienta su dramaturgia hacia una línea más teatral y ficcional, en la que recursos teatrales como la palabra cobran un lugar protagónico. Monólogos pronunciados en primera persona - con textos que el programa indica son del propio Rotemberg - dan lenguaje a un aspecto ya sugerido por estos cuerpos en incesante búsqueda del placer: el del dolor y la insatisfacción, el del desamor y la
carencia. Pasamos así de la representación de un sexo descubierto (o sexo en bruto) al descubrimiento de una experiencia sensible que sin embargo se presenta de modo caricaturizado, ridiculizado, cómico por excesivamente trágico. Ser violada por 5 obreros de la construcción, enanos depravados, un príncipe que acerca su pija a la boca: clichés y confusión entre abuso y fantasía, entre lo deseado y lo temido, sampleando sus historias entre fluidos verbales. A partir de este momento un humor con base trágica invade el
tono del discurso coreográfico, verbal y musical. Desfilarán por el escenario diversos estereotipos de la sexualidad – mayoritariamente enunciados desde voces y universos femeninos - , que serán usados como
carne de cañón para aludir a formas patéticas de entender la vida sexual, formas que son reproducidas hiperbólicamente y sin pistas para una posible escapatoria más allá de la auto sátira

s así que la corporalidad eficiente y casi desprovista de sensibilidad del inicio es reemplazada a medida que se desarrolla la obra por otros abordajes de la misma idea fija. Lo romántico es aludido como terreno de imposibilidad, de ausencia. Como un plano resbaladizo y de una naturaleza exógena a lo sexual, como un plano
femenino y victimizado, que en definitiva sólo desea que le pasen una mano por la espalda. Este vuelco de la dirección y del contenido discursivo de la obra, resignifica todo lo anterior y aunque “funciona” en términos de comicidad, también se desvía de la complejidad esbozada pero finalmente subyacente en las escenas
iniciales y en la temática de la obra.

La elección es por un final melodramático y burlesco, en el que por primera vez un vestuario “social” ingresa en la escena. De peluca rubia y vestido rojo, el travesti aparece como personaje en un mundo sexual hasta ese momento casi andrógino y casi asexuado de tan sexual. La percepción es invitada a un reconocimiento - por un momento me siento en un show de revista de la calle Corrientes - que sin embargo es retirado como una carnada eròtica que nunca llegaremos a tocar, que se ausenta sin haber producido significado o consecuencia alguna. El combustible de la máquina deseante parece agotarse y llegando al fin los cuerpos vuelven a desnudarse y a quedarse por primera vez en la obra, quietos. Desde esta pausa semisupina nos apuntan con sus sexos y con la mirada, con una calma sin clímax. La carne quieta, mientras en nuestra memoria más reciente reverberan como flashes los temblores y cuerpos que acabamos de presenciar.

En diálogo con la diaria Rotemberg contaba que “La idea fija significó un punto muy importante en mi carrera, porque con esta obra se afianzó mi búsqueda de lenguaje, y aparecieron con más claridad las temáticas
que me interesan y el modo de presentarlas en la escena....Creo que el recorrido empieza en la primera obra que uno hace. En mi caso, fue El lobo. La primera obra, en cierto modo, contiene todo lo que uno puede
decir, todo lo que uno es. Desde este punto de vista, luego hay diferentes posibilidades: continuidad, ornamentación, perfeccionamiento, cambios radicales de perspectiva, repeticiones, negaciones, destrucciones, alegría y desesperaciones varias”.

Con la intención de criticar la excesiva sexualización social y cultural de los cuerpos, así como la reducción de sus experiencias a economías de consumo mediadas por la visualidad, la danza contemporánea se ha esforzado por proponer caminos de resignificación. A menudo éstos han conducido a una excesiva asexualidad / neutralidad de los cuerpos. Sin embargo vemos en proposiciones como la de Rotemberg la intención de reinsertar lo erótico al terreno de la experiencia sensible que la danza propone.

De este modo, apoyándose en una escenografía escueta pero versátil y en una iluminación sugerente y colorida que potencia la frontalidad exhibicionista de la obra, La idea fija pone en escena un tema históricamente vetado en la danza (salvo a través de su traducción a la jerga romántica), aunque paradójicamente lo hace a través de una estética bastante hegemónica y de una exploración fundamentalmente plástica de los actos y cuerpos que pone en escena.

Còmo esto es hecho - si desde la parodia, la tragedia, la metáfora, la experiencia, etc. - puede ser objeto de polémicas estéticas y políticas, pero resulta interesante observar cómo se mueven y qué piensan cuerpos que no se auto-exilian del mundo erotizado y violento en el que viven (el llamado “mundo real”) y en el que la danza realiza sus proposiciones. De ese mundo donde nosotros como espectadores procesamos y elegimos, pensando que es precisamente ese (el de la decisión) el único acto que al fin de cuentas nos pertenece y define,
no de modo terminal sino procesual y a veces anticlimático.


* La "Muestra Iberoamericana de Teatro de Montevideo" se desarrolla entre el 8 y el 31 de agosto en Sala Verdi y el Museo del Carnaval y presenta dos espectáculos nacionales y seis de elencos de Argentina, Brasil, Chile, Perú y República Dominicana. El festival cuya primera edición fue en 2011, busca “aportar a la cartelera montevideana
presentanto “ lo que ningún productor comercial se animaría a presentar…”. La programación de este año incluye ademàs la producción de Joaquín Elías “Memoria en tiempos líquidos” (Br), la obra del peruano Hugo Suárez titulada “Cuentos pequeños”, la chilena Delfina Guzmán con “La grabación” y la presentación del emblemático Sportivo Teatral que llega con “La máquina idiota” bajo la dirección de Ricardo Bartís”. 

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