Una marcha más, y ya son veintidós.
1996 fue la primera vez que fuimos a Jackson y Rivera y luego a 18
con nuestros carteles y velas. 1996 es otro país, o no tanto.
Demasiado el mismo país. Cuatro décadas se demora ya la verdad, y
la justicia muchas más. Décadas en las que algunos dejaron de
quererlas, golpeados por dos confirmaciones populares de la impunidad
de los crímenes de lesa humanidad, golpeados por la indiferencia,
golpeados físicamente y emocionalmente.
Y marchamos de nuevo. Los relojes
nuevos de la IM dicen 13º de frío y escriben intermitentemente
“mañana” sobre la cabeza de los manifestantes. Apenas un poco
más arriba se ve la publicidad de un niño con su madre, él le
agarra los cachetes y ella se ríe. En la tardecita fría se juntan
grupos o solitarios. Por los costados de la marcha pasan edificios y
casas que con su luz y tele prendida alumbran la indiferencia y nos
la ponen en la cara. Algunos eligen elevar sus consignas desde el
costado como diciendo acá estoy pero no pertenezco. Otros pasan y
nos etiquetan de anacrónicos, de obstinados, de obsesivos. Juntamos
dolor explicándole veintidós, veintitrés, veinticuatro y veinte
mil veces a gente que queremos mucho por qué la marcha del silencio,
por qué de estos brazos de viejitas cansadas que soltarán sus
pancartas el día que se mueran. Ese dolor es la continuación del
terrorismo que nos vive adentro.
Hace cuarenta años que los buscamos y
ya es sabido, si los milicos callan, es porque pueden. Algún milico
viejo mira la tv de su living, con sus hijos y sus nietos, y se ríe.
Se ríe porque puede. Se ríe con los asesinos, con los gordos del
Sirpa en la dirigencia sindical, con el “nunca más uruguayos
contra uruguayos”, con la épica de la guerra tupamara, con el
cambio en paz, con “mirar para delante”, con la represión en los
barrios, con la persecución a grupos “radicales”, con la
democracia disciplinada, con los trancazos judiciales, con el
espionaje militar, en fin, con el estado. La impunidad no es un
capricho, es regla del juego y si se acaba el juego ¿Quién pierde?
Otra marcha más, y ya todas se
parecen. El silencio que avanza, lo conocemos de siempre. Pero otra
vez lo escuchamos, y vamos. No tiene mucho más para decir, que el
estado es responsable, todos lo saben. Lo ominoso siempre es parte de
esta multitud silenciosa. Hay lenguaje en el silencio y no podemos
dejar que nos hable. Hay un “nunca lo sabrás” en este silencio y
en el acto de la desaparición. Es por eso que este dispositivo de
manifestación es potente pero también agota. Es por eso que el
silencio performa o metaforiza la impunidad reinante en nuestro país
y por eso lo ponemos en la calle.
Pero este silencio también se nos
puede meter en la garganta y en los huesos, este silencio nos hace
cantar el himno con voces cada vez más sofocadas, y el tiranos
temblad es un hilo fino de voz que la tristeza no deja retumbar en la
avenida. Palmas tímidas. Cuerpos moviendo lo que no puede moverse.
El silencio no puede ser confundido con el de un velorio: acá no hay
cuerpos ni certificados de defunción, no hay “causa natural”, no
hay explicaciones.
En esta marcha se juega algo sagrado.
Quizás tiene que ver con a quien, en el fondo, podemos llamar
compañero. También con rumiar las derrotas y con sentirnos solos,
aún acompañados. Es difícil discutir políticamente lo sagrado. El
ritual de la marcha nos pone en un estado de ánimo que no existe en
otras manifestaciones, en el que hacemos un duelo que no sabemos
cuando va a terminar, ni cómo nos va a ayudar a pensar a la lucha de
los desaparecidos, y a la nuestra, por la construcción de otro
mundo.
El estado tiene como obligación
preservar nuestros derechos, e incumplió con su parte del contrato
social. Y es responsable, pero que reclamarle que se haga cargo no
nos haga pensar que lo que pasó fue que el estado se volvió loco y
que la sociedad fue una víctima. Que el discurso de los derechos
universales y atemporales no nos haga olvidar que hubo lucha en los
60 y hubo lucha en los 80 y hubo lucha, brutalmente desigual, en los
70. Que el estado no es algo abstracto, sino un terreno de disputa, y
en esa disputa ganaron intereses imperiales y oligárquicos, y siguen
ganando, aunque ganemos. Queremos que el estado nos proteja, pero
también tenemos que protegernos entre nosotros.
Si llamamos por su nombre a esta
impunidad, se llama ‘si la izquierda se hace la loca nos matan a
todos y no pasa nada’. El problema con la palabra impunidad es que
nos hace pensar que si tan solo encontráramos y castigáramos al
culpable, algo mejoraría. Y el culpable es el torturador, o el que
mandó al torturador, o el que pactó con el torturador, o el que
aceptó ese pacto, o el que aceptó que se plebiscitara ese pacto, o
el que pertenece a una organización que no puso el hombro, o el que
se conformó con ver al Goyo esposado, o el que dijo que no se podía
revertir lo votado en un plebiscito, o el que no hizo suficiente, o
el que no votó en el congreso, o en el parlamento la derogación, o
la anulación, o el que no rompió con el que no votó. Y sí, hay
responsables entre nosotros, y hay que hacerlos responsables, pero
que la culpa y la melancolía no nos coman ni nos hagan caníbales, y
que este dolor sirva para ganar ánimo y seguir la lucha.
Marchar juntos no puede encontrarnos en
un lugar cómodo, no puede ser un entierro en el que nos consolamos
entre nosotros. Y no puede encontrarnos complacidos por sentir dolor
ante la causa. Los desaparecidos no aparecen, y por eso no los
podemos enterrar, y por eso tampoco podemos enterrar la razón por la
que los desaparecieron, ni la razón por la que peleamos ahora. ¿Cómo
dar voz al grito que vive abajo de este silencio?
* Texto escrito por invitación de
Rebelarte para la 23º Marcha del Silencio en Uruguay.
Si habrá que insistir, en lo que dice la intuición que es importante, en lo que no termina de dar cierto, en lo que no promete reconocimientos ni trofeos, en lo que imaginamos que podría suceder si, en dispositivos errantes, en preguntas que no hay respuesta, en la generosidad y en el compartir, en tomar el riesgo de seguir el deseo sin domesticarlo hacia metas que garpan, en el amor como un campo de batalla (nada que ver con ese mundo armónico, acolchonado y rosa que nos pinta el deber ser platónico y heteronormativo de los afectos), en conversar horas sin saber bien para qué, en las organizaciones desiertas, en insistir en colectivo, en desorganizar lo que existe por inercia, en resistir al movimiento en tanto subjetividad organizada para producir y producir, en rechazar la comodidad en tanto refugio individual de un mundo que grita y se estremece, en la capacidad de conmoción, de empatía, de escucha, en el acto desinteresado, en la potencia contraofensiva del que va perdiendo, en mapear y enchastrarse en la propia mierda.
Si habrá que insistir en que hay que juntarnos o nos comen en dos panes, en las preguntas que incomodan, en las conjeturas provisorias, en las zonas ominosas, en las estrategias borrosas, en la deconstrucción del sujeto, en el terrorismo subjetivo, en que dónde están nuestros desaparecidos, en que la necesidad sobrevivir no nos deprive sensorialmente, en una sensopercepción para cuerpos colectivos, en la telepatía, en la imaginación, en la terapia colectiva de los afectos, en las prácticas antidepresivas del día a día, en antídotos para el sinsentido y la pulsión suicida, en no negar el sinsentido.
Si habrá que insistir con la ideología, con el cuerpo, con las herramientas que tenemos, con lxs rarxs que no se ajustan, con los de afuera del sistema, con las prácticas y los textos, con lxs autores que ya no importan, con la revolución que aún no fue, con el nudo en la garganta, con lo que todavía sigue empezando, contra los pronósticos, las gráficas, la censura y las especulaciones.
Si habrá que sudarla que acá estamos, medio necias, medio recias, medio críticas en crisis.
Si habrá que insistir que estamos acá, contra todas las evidencias, insistiendo. Que es mucho más que la mera resistencia. Que es mucho más que sobrevivir.
Desde el domingo 6 está en marcha la séptima edición el Festival Internacional de Danza Contemporánea (Fidcu), que este año reduce su escala para abarcar menos pero apretar más. El festival, que ya se ha vuelto un clásico de mayo, explicita desde su editorial y su curaduría preguntas en torno al presente, en torno a sí mismo y a cómo seguir; preguntas sobre el sentido de seguir haciendo danza contemporánea en un contexto sociopolítico complejo:“Insertos en esta América Latina tan conmovida políticamente, donde el sur viene siendo tomado por las oligarquías de manera violenta, donde artistas como Wagner Schwartz de Brasil han sido censurados, donde la cultura va siendo dejada de lado”.1El deseo de continuar, pero sin caer en la excesiva institucionalización del festival y sus dispositivos exitosos de encuentro; el deseo de continuar, pero no de espaldas al contexto crítico que vivimos, sino zambulléndose en él, es una impronta muy valiosa de este año. Y es particularmente valiosa para una comunidad –la de la danza contemporánea– que, si bien está creciendo a un ritmo de taquicardia y desarrollando herramientas experienciales y conceptuales para pensar las relaciones entre danza, cuerpos y política, corre el mismo riesgo que el festival (y que toda vanguardia): neutralizar su potencia institucionalizándose y endogamizándose. ¿Cómo programar sin excluir? ¿Existen dispositivos curatoriales que permitan una apertura de espacios y de encuentros, zafando así de la construcción de micro elites o de la mera creación de nuevas tendencias? El Fidcu es un festival que ha ganado prestigio a nivel nacional e internacional, un festival al que desean venir los artistas de moda en el campo de la danza. Pero lejos de acomodarse en el sillón del prestigio conseguido, el Fidcu sostiene su carácter independiente, sostiene el esfuerzo que existe detrás de los encuentros, sostiene programas de formación gratuita para muchísimos estudiantes, profesionales oamateursde la danza, sostiene las preguntas e insiste en la gratuidad de una buena parte de su programación. Y además de las insistencias hay novedades: formas curatoriales que dejan a los artistas las decisiones; la integración a la programación de propuestas que borronean los límites de la danza y se acercan a una diversidad de dispositivos como el recital o la fiesta; la colaboración con otros proyectos con los que superpone grillas de actividades, preguntas y cuerpos; menos presencia de “famosos” del circuito contemporáneo y más nombres nuevos en su cronograma; la integración de lenguajes y comunidades como las del hip hop o el folclore a su programación; la conversación como dispositivo explorador del disenso; la exposición al contexto nacional y regional; la crisis y la autocrítica como invitadas especiales del evento; la posibilidad de la danza “conceptual” de reírse de sí misma; la posibilidad de tomarse muy en serio su potencial político transformador; la necesidad de parar para preguntarse qué, cómo y con quién hacemos lo que hacemos. Quizás la conversación más importante sea sobre qué es importante y qué no, en un contexto en el que el neoliberalismo y la lógica del mercado tienen al arte (inclusive al más transgresor y “alternativo”) bien agarrado, en un contexto en el que necesitamos pensar y actuar desde el cuerpo y no sólo para crear obras de danza, sino para activar posibilidades de resistencia. La danza y el teatro vienen hace tiempo proponiendo “poner el cuerpo”: hoy la situación indica que urge ponerlo, en la calle, en los teatros, en las escuelas, compartiendo tecnologías sensibles de relacionamiento, a puertas cerradas o abiertas, insistiendo en la obra, quizás dejando de hacerlas, o quizás cooptando desde adentro los dispositivos espectaculares que ya bien conocemos por resistirlos durante tanto tiempo. La danza contemporánea desea encontrarse con otros y es a la vez un “otro” para muchos. En este doble reto –la alteridad por un lado y el autoconocimiento no complaciente por otro–, baila el desafío al que convoca, y se autoconvoca la danza contemporánea en este fisurado presente. Más que un festival, el Fidcu es una red latente que una vez por año se activa y acerca cuerpos; una red de colaboraciones entre personas e instituciones que apuestan al sentido de este movimiento. Quedan dos días de encuentro y de movilización de afectos y aún no tenemos ni idea de lo que puede un cuerpo al que se le mueve el suelo.
Editorial de Paula Giuria y Vera Garat en fidcu.com, donde también puede consultarse toda la programación.
Configuración de privacidad. Fake
news. Horda virtual. Simulacro. Escándalo. Escrache.
Escuchas telefónicas. Mediactivismo.
Cazadores de noticias. Monitoreo en línea. Cortina mediática.
Algoritmo. Singularidad. Dystopia. Pixel. Nature vs nurture.
Posthumanismo.
Antropoceno. Cyborg. Automatización.
Me cuesta pensar fuera de las redes,
aún cuando estoy desconectada.
Los artefactos cognitivos se acoplan a
los acontecimientos neurofísicos; las extensiones físicas alteran
el funcionamiento del cerebro. Me duele el instagram puede ser
una expresión que llegue a existir dentro de algún tiempo.
#cuerpo
El cuerpo es como la inteligencia
artificial: no hay que saber como funciona para usarlo (o que te
use). Lo virtual abrió un umbral que inclusive habiendo sido creado
por el hombre, éste no puede controlar. El edipo de El Padre
reactivado o superado: no sólo dios sino que también el humano crea
mundos y estos los exceden. Si dios existiera probablemente estaría
tan perplejo frente a su creación como una vieja navegando la
interfaz.
En el fondo queremos ser como nuestro
creador: human creativity ats its purest.
Cicatrices de lo que antes eran claras
diferencias organizan el músculo tironeado de nuestro pensamiento:
cuerpo - ambiente, biología - cultura, humano - animal, máquina -
humano.
#tecnología
¿Que le hace a la mano el celular?
Vivimos una era de corporalidad expandida. El cuerpo son
sensaciones de gente por ahí.
#mediomedium
Pasamos del cuerpo como medio al cuerpo
como media. El presente está hecho de un inmanencia desvestida de
cualquier aura.
El cuerpo fue medio de redención,
medio de expiación, de conocimiento, de mercancía, de producción,
de reproducción. Hoy es cuerpo-media, cuerpo funcionando en
relación, cuerpo que desea cuando puede, cuerpo que a veces desea
cuerpos, cuerpo que desea más que nada ser deseado. El cuerpo es
media de si mismo.
Cuerpo humano no humanizado. Cuerpo
conectado. De condenados de la tierra a condenados de la pantalla,
trabajamos hacinados pero no nos une la línea de ensamblaje sino la
red pública (y las subterráneas). Nos juntamos a compartir
soledades en mesas anchas que intentan disimular nuestra alienación.
Coworking pero cada una en la suya. Mirarse sin hablarse, verse
conectado, compartir: porque ESTÁS. El necesario acto performativo
del decir ESTOY es síntoma de un sujeto que se ve cada vez más
borrado, más impotente y ante ello amplifica desesperadamente su
presentación en la virtual vida cotidiana. Yo también ESTOY.
#afectos
Hay que entrenar ser afectado sin
hacerse pelota. Hay que entender que exponerse no es subir 10 selfies
por día ni todo lo que pasa por tu mente. Hay que entrenar la
experiencia, en definitiva lo único de lo que podemos dar cuenta en
tanto humanos. La experiencia como eso que nos conecta y nos da
agencia en el devenir de un tiempo que EXCEDE.
No tengo la más puta idea de qué hay
que hacer. Mejor me callo un poco. El ruido del flujo de la
información permanente suena a acceso al conocimiento pero a veces
no tiene nada que ver con él.
La capacidad de pensar, de simbolizar,
de hacer esto que llamamos lenguaje o ESCRITURA, es necesariamente
parte de nuestra capacidad de experimentar. Lo dijeron muchos
lingüistas, psicoanalistas, historiadoras, sociólogxs, pero poco se
escuchó al cuerpo, poniéndolo sin embargo, en la primera fila del
campo de batalla. La bailarina silenciosa acribillada por las
miradas, la piel que no puede dejar de moverse mientras es penetrada
por interpretaciones.
La danza no habla así que hay que
traducirla. Hay que experimentarla. Hay que traducirla a sudor.
Hoy estoy re fenomenológica.
#actualizacióndelsoftware
¿Como hacer para no pensar lo nuevo
sin que sea desde las ideas viejas? ¿Como liberar al presente de los
códigos interpretativos útiles para lo que ya no?
Hay que crear zonas de experiencia.
La ciudad es danza para los ojos. La
experiencia es lo único que puede actualizar nuestra percepción. La
experiencia es percepción que interviene cambiando el mundo con el
movimiento del ojo o con el contacto entre aire, piel y aire.
Las cámaras aumentan nuestra
trazabilidad. Quizás podemos componer un recorrido subversivo y que
nos sigan. Quizás hasta les gusta el destino. O el camino. Quizás
nunca lleguemos.
Lo artificial es eso que inventamos
porque nos falta. Y nos faltan cosas; cosas que están al alcance de
nuestras cuerpas organizadas.
Si las máquinas nos coreografían
despistemos al mecanismo.
Despistemos la danza y que salga
derrapando por todos los confines.
Hay que desorganizar! Hay que hacerse
de un cuerpo sin órganos!
Describimos a la esencia del ser humano
y al cuerpo según la tecnología más avanzada que conocemos; fuimos
fantasma en la máquina, máquina de vapor, ceros y unos, algoritmo.
La danza parecía la destinada a ser el
último reducto de defensa de la naturalidad del cuerpo; iba a ser la
denunciante número uno del avasallamiento a la irreductibilidad de
la experiencia humana; iba a luchar hasta contrahegemónicamente para
preservar la naturalidad del cuerpo y al mismo tiempo la
artificialidad de las formas bellas.
Pero el cuerpo es media de sí mismo y
nunca rechaza las informaciones que se le apoyan.
#poder
Y, por otra parte, el cuerpo le
encanta al poder. El cuerpo es la unidad básica de control de la
vida del individuo y sus modos de (a)gregación. Es por eso que lo
encontramos en el extremo del utopismo y en el extremo del fascismo,
en el extremo romántico y en el racionalista, en el extremo de la
naturalidad y en el extremo del cyborg, en la complejidad de las
redes eléctricas y neuronales de nuestros sistemas y en la
inteligencia emocional artificial de los robots con sentimientos. Es
por eso que a veces lo encontramos aislado, como si pudiera
abstraérselo. Cuerpo.
El cuerpo no transmuta por selección
natural ni por supervivencia del más apto. Su respuesta no es la
linealidad de la evolución sino el salto cuántico del conato.
Yo aprendí a escribir mucho porque no
sé ser concreta; aprendí a pensar con conceptos porque sabía
demasiado poco de las cosas; aprendí a bailar porque algo de la
intensidad de la vida no me cabía en los textos. Toda habilidad nace
de alguna clase de torpeza y no solo de ventajas evolutivas.
Exasperadas, cada una inventa la
estrategia que puede, para sobrevivir o morir y que aunque sea en los
propios términos. La sensibilidad del kamikaze.
#inteligenciaartificial
Un robot tiene una inteligencia idiota:
solo sabe hacer una cosa, solo sabe sobre una sola cosa. La
especialización avanza como tendencia evolutiva en el mundo del
trabajo sin que la imaginación nos de para proyectar sus
consecuencias.
Odio la especialización; esa tendencia
del mercado que te obliga cada vez más a reducir tu interés e
investigación a un área y dentro de ella a una megamicroárea para
poder vender tu trabajo y vivir de él. Organización militar del
espacio del conocimiento y asesinato en masa a la curiosidad.
Las inteligencias son múltiples y son
siempre performadas o actualizadas en cuerpos, en formas de vida,
tiempo, miedo o calma, temperaturas, tonos de voz, formas de
producción.
La inteligencia no tiene que ser
natural o artificial, sino sensible.
La percepción no es un medio de
transmisión inocuo, que nos conecta y nos desconecta del mundo a la
central neuronal de un pequeño fantasma-jefe, que habita la gran
máquina de músculos, tendones y huesos que es el cuerpo. La
percepción se construye colectiva y políticamente, la percepción
se traduce a lenguaje pero se nutre abundante de experiencias.
Una inteligencia sensible es
primeramente imposible de practicar desde un cuerpo individual o
individualista. Es incompatible con el pensamiento del organismo, con
el pensamiento organizado, con la disciplina. Una inteligencia
sensible pone a negociar a las imágenes enfocadas y a la visión
periférica, al presente de las cosas y a lo que está a punto de
llegar, a las formas tangibles y a lo que se proyecta en la
invisibilidad. Una inteligencia sensible pone a negociar la
diferencia y también cede.
#sensopercibirlarevolución
No es posible apartar el sentimiento
del movimiento. El cuerpomedia es una fuga en la separación entre
práctica y teoría. Es una rajadura en la diferencia entre extensión
y distensión. Es un inconsciente muscular transcutáneo y
transitivo. Hace de la subjetividad una colección desordenada de
informaciones.
¿Cómo se siente una
revolución?
Enseñame sensopercepción para
ambientes virtuales, enseñame. Enseñame como se es de izquierda y
doble click. Enseñame una inteligencia incorporada, incorporada a la
máquina, excorporada. Enseñame una inteligencia sensible que ponga
su sagacidad a trabajar para la delicia del tacto, para la
generosidad de la boca, para el sudor que sale del esfuerzo gozador
de estar juntxs.
#percepciónartificial
You´ll never be alone. Ese
slogan promociona el avatar que se encuentra en desarrollo en algún
laboratorio de una ciudad de estados unidos cuya función es ser tu
dance partner y hasta ejecutar movimiento improvisado. Si, improvisa.
Y probablemente sabe qué paso va con esa música mejor que vos.
You´ll never be alone: siempre vigilados, hasta por vos mismo
vigilados e identificados, solicitados y likeados. Vigilados siempre,
por gps, por apps de taxi fácil. Fotografiados, subidos y
reconocidos fenotípicamente. Vigilados y presentes en fotos de las
grandes ocasiones (porque son como documentos) y de las pequeñas e
íntimas (para que quede de recuerdo). La foto de yo estuve aquí. El
primer garche con él, el primer aborto con ella. La
selfie de justo antes de pasarme a la clandestinidad. Hoy me
siento_vigilada :o, y hoy me siento_distraida 8), mirando
los recuerdos que fb seleccionó para mi, pensando en los posts que
corren frente a mi cara. ¿Cuándo facebook empezará a proyectar
futuros a partir de la información que ya tiene de nosotrxs? Hoy
preparamos una sorpresa para tí: recuerdos del futuro te proponen
como ser para maximizar tus interacciones. Vigiladas y contentas.
Vigilada hasta por misma: vos que cuando no tengas más likes, ni
solicitudes, ni etiquetados, ni toques, ni invitaciones, ni perfil,
ni consensos, ni nuevos memes, ni amigos lindxs, te vas a eliminar,
de tus amigos.
“Mientras el grito se desangra en la frontera”: Así decía el sticker que me pegaron en la frente ayer durante una práctica dadaísta en un centro cultural de Maldonado donde fuimos a sacudirnos la tristeza escuchando poesía triste. Mientras el grito se desangra en la frontera, como si me estuvieran leyendo la mente, o como si finalmente alguien hubiera resumido en una frase e impreso los pensamientos que no paran de ocuparme el pensamiento.
Sin haber terminado de encontrar a los desaparecidos de la ola anterior, los golpes reaparecieron en el continente: Paraguay, Honduras, Venezuela. Sin embargo no sé si por la cercanía nacional o la subjetiva nunca viví un golpe de estado tan de cerca como ahora; un golpe como esos de los que me contaron, como la que cuentan los viejos del 68 con los que justo en estos meses estuvimos hablando ya que venimos pensando que ese pasado no está tan lejos. Y como para darnos la razón exageradamente, la realidad de los últimos días dice más bien que está cerquísima.
Mientras tanto la vida intenta seguir. Al fin de cuentas nos toca de cerca, pero no tan de cerca, dicen. ¿Me pregunto cuánto es cerca? Si viviera en Rocha por ejemplo ¿sí estaría cerca? ¿Si hubiera nacido allá? ¿Si el mercosur fuera una integración política real sería cerca? ¿Otra constitución significa lejos? ¿Del otro lado de la frontera significa “los otros”?
Voy a reuniones, doy clase, hago la actividad. Pero resulta difícil pensar en algo que no sean lxs amigxs en lucha en brasil, las que me escribieron camino a San Bernardo, las que están confundidas, los que tuitean indignación o las que se refugian en el sarcasmo. Pensar en Uruguay se llama el curso que estoy tomando pero hoy se transforma en Pensar en Brasil desde Uruguay. Un Brasil que le suelta la correa a la democracia y la ve alejarse mientras comunicados de generales y de poderes judiciales tomados por intereses económicos y poderes. Un Brasil donde la historia entre estado y territorio nos hacen confrontarnos con muchos brasiles, con muchos tipos de “ciudadanos”; injusticias que el PT no logró resolver del todo. Injusticias que podríamos decir son inherentes a este estado nación.
El clima es de tensión. Hasta el anochecer del sábado no sabíamos cuál era el próximo cuadro de esta historieta. ¿La entrega de Lula o la sublevación de él apoyada por pueblo? ¿La entrega como derrota o como impasse para organizar la rebelión? Es difícil saberlo y salir del estado de ánimo de final de fútbol; sintonizo todas las transmisiones en vivo, paseo en las redes, espero la definición hinchando hacia mis adentros con que brasil se enfrente a Temer, al general del Ejército de Brasil Luiz Gonzaga Schroeder Lessa, a Moro y la banda cívicomilitar que quiere orden y retroceso. Hay que nombrarlos y hacerlos pagar. Y luego borrarlos de la historia.
Me encuentro impotente y cínica portando este deseo de rebelión al que no puedo ponerle el cuerpo. Mientras tanto no paran de llegar imágenes de las manifestaciones, de la barrera humana que primero cuida a Lula que se niega a ceder. La misma barrera humana que luego le impide ceder, le impide entregarse. Mucho más potente que de la justicia oficial y criminal, más audible que la estrategia partidaria, que la táctica de la defensa, incluso que las palabras de su propio líder que ya no importa lo que dice porque importa mucho más todo lo que ha hecho. ¿Cuánto hace que un acontecimiento político no es tan definido por la acción de los cuerpos en multitud? ¿Cuándo empezó esto? ¿Con el impeachment en 2015? ¿Con las manifestaciones de 2013? ¿Dónde termina el cuerpo de Lula y donde empieza el de la gente en la imagen que circuló tanto en estos días con él siendo elevado por todas esas manos? ¿Cuánto hace que el principio de soberanía nacional no es disputado en un cuerpo a cuerpo? Un cuerpo a cuerpo que por otra parte define tantas vidas todos los días en la periferia, en favelas y barrios, como en el que acribillaron a Marielle Franco. Como bien lo sabía Marielle.
La presencia de los cuerpos anónimos en una ciudad que dice poco para la prensa internacional y mucho para la historia de lucha obrera brasilera: São Bernardo do Campo. El ABC paulista, el margen del centro. Santo André, São Bernardo do Campo, São Caetano do Sul: por favor rodeen todos con sus alas truchas a este político sin vocación de mártir, a este pueblo necesitado de un líder que no es más que la incorporación en una forma humana de algunos objetivos, algunos sueños, un par de orientaciones ideológicas, la generosidad de una vida entregada a la causa, el ejercicio imperfecto de un gobierno intentando, intentando, errando, intentando. Cediendo quizás demasiado pronto a aliarse con el poder. Tengo mis enojos con Lula, Dilma y el PT. Enojos que me han hecho alejarme pero que no me ciegan. Un gobierno imperfecto con un líder real, o tan real como lo imagine la gente.
Y ahí están Dilma y Lula, paraditos en ese estrado, creando junto a miles una puesta en escena que es sin embargo de los episodios políticos más impactantes de los últimos tiempos. Hace poco los brasileros decían “luche como un argentino”. Hoy esta multitud contagia fuerza y danas de seguirlos. Lula y Dilma son testimonio vivo de que el largo de las historias de vida se superponen a los ciclos políticos de nuestro continente, que no ha dejado de tener un cóndor sobrevolandole el terreno. Imagino y no puedo imaginar como será haber vivido los 70 y después los 80 y los 90 y los 2000. Haber vivido. Aprendizaje histórico es nuestra principal arma y hay que operar con ella en la oscuridad. El aprendizaje no logra sin embargo prever el regreso de la ofensiva neoliberal, el reempoderamiento de los milicos. Pedimos más seguridad y la vamos a tener: doctrina de máxima seguridad para todxs los ciudadanxs, con x, si porque en la primera fila están las mujeres. Fica experta.
Concluyo precariamente lo que vengo pensando hace mucho: no hemos sido lo suficientemente radicales. Pero no es hora de “te lo dije” o de “hace rato que lo sé”. Si es hora de invitar a radicalizarnos juntxs, y más allá de las posiciones que cada une decidió o pudo ocupar en este tiempo de contradicciones.
Tenemos mucho más que las promesas no cumplidas. Ahora solo podemos pensar poca cosa. Por ejemplo: que cuando volvamos al poder hay que comportarnos como los comunistas que viven en la imaginación de ellos; esos que llegan para expropiar todo y meter a todos los canallas presos, esos que cuando logren salir de esta van a acabar con el ejército y cobrarsela bien cobrada. Una cita del Comité Invisible dice que los revolucionarios somos unos cornudos y es cierto. Pero golpearnos la cabeza por lo que no hicimos no va a dar certo. Por lo menos no ahora. Es un instante de peligro. Esos en los que dice Benjamin que la historia relampaguea.
“Doy el primer paso al camino de la eternidad y salgo de la vida para entrar en la historia." eso escribió Getúlio Vargas, un 24 de agosto de 1954 justo antes de suicidarse. 8Pm del sábado, Alexandre Santini tuitea “Lula conseguiu vivo o que Getúlio morreu pra fazer. Agora é com cada um de nós.”
¿Donde termina ese “nos”? Sospecho que no en la frontera. Vimos hace poco una película argentina llamada Kollontai, apuntes de resistencia que a través de la historia del PVP de Uruguay relataba las temporalidades del arribo de las dictaduras fascistas en la región. Pienso entonces en cómo la consolidación del fascismo fue confusa, progresiva, despareja; en cómo se dio a través de dispositivos diferentes en cada país pero no obstante avanzando y actuando como bloque. En el comunicado por la tele Maduro dice que recordemos que en la ola anterior, Brasil fue el primero de los golpes. Y que “Cuanto más oscura parece la noche más cerca está la madrugada”. El socialismo consiste en un optimismo indeclinable conviviendo con una mirada hipercrítica sobre el presente.
El pueblo está en la calle cuando es la hora de los hornos. Y especulaciones y rumores aparte, Lula no quiso salir del país pero sí quiso salir del cerco humano de fieles guerreros dispuestos a hacer del “sobre nuestro cadáver” un acto carnal de guerra. Algo me hace pensar en Antonio Conselheiro. O todo. Dice Arendt que no se puede gobernar sobre los muertos (Belo Monte no dice lo mismo). Y el pueblo está ahí, es claro el sujeto cuando la noche política se cierne.
Popular es ahí donde está el saqueo, escribí hace poco en el margen de un cuaderno. Pero me hartan las definiciones conceptuales. La política es fenomenología de los conceptos. Palabras como partido, pueblo, trabajadores, lucha cobran sentido cuando están ahí siendo. La política es fenomenología de los conceptos y eso no le gusta a los politólogos que quieren horas extras y congresos con sanguchitos para seguir pensando sobre las definiciones, las predicciones y los contextos. El significante flota y Lula es el punto nodal transportado en las manos del pueblo. No estamos ante palabras que actúan sino ante actos que dicen. Despertar o muerte sustituye al clásico orden y progreso en los memes. Y últimamente yo sólo pienso en masa.
Esta es la dictadura como nos la contaron. ¿Qué sentirán nuestros padres de estar perdiendo la exclusividad del relato represivo? Ya no somos la generación de la recuperación democrática sino la que quizás va a protagonizar su pérdida. El Cóndor no espera ni un ciclo biológico de vida para volver al acecho. Y nosotros se lo hacemos fácil. Mi generación creció preguntándose si veriamos una dictadura en serio. Esa pregunta parece estar resolviéndose. Y la respuesta nos llena de preguntas. Y de cosas para hacer.
Nos enseñaron a pensarlo mejor, a cuestionarnos sobre la idea de la revolución, a despreciar al populismo; nos dieron miedo de no tener miedo y así preferimos regímenes progresistas pero “en una buena” a cambios de fondo que dieran vuelta la realidad o al menos le hicieran un par de agujeros. “Cuanto más me atacan mas crece mi relación con el pueblo…”. Eso dice Lula en su discurso antes de entregarse. No sé bien que me pasa pero últimamente ando recontra populista. Me desconozco emocionada en mi pensamiento por lo que dice la multitud en movimiento.
¿Cómo se percibe si llegó o no el tiempo para la rebelión? ¿Cómo se siente una dictadura? ¿Cuáles son signos de la llegada de una revolución? La lucha habla por sí misma. Y quizás lo que habla no es un sujeto sino un sujeto-en-acción, un siendo-en-común propulsado por la necesidad. Y quizás no es tan confuso, y no estamos volviéndonos locxs, y no es "lucha contra la corrupción". El nombre para lo que sucede en Brasil puede elegirlo cada unx. Lo que queda claro es que son momentos de no esperar nada de nuestros gobiernos y de tender redes de solidaridad cruza-fronteras entre personas y colectivos, sea para resistir, sea para denunciar, sea para subvertir; las vamos a necesitar. Las estamos necesitando.
Y entonces vienen las imágenes. Pensar Brasil es pensarme un poco. Pensarme en los foros sociales de Porto Alegre, chuponeando con cualquiera y traduciendo conferencias (una hace lo que no sabe cuando se necesita), en la política como erotismo y viceversa, recordarme cursando esa maestría en pleno 2006 y yendo de la UFBA a la favela. Pienso en alto de itapoá y la Rúa de los operarios, en Mutaçoes y los camiones de fruta y verdura (muchas veces podrida) que literalmente vaciaban haciendo pequeñas montañas que se clasificaban y repartían por las casas. En militares del ejército brasilero parados en la puerta de la habitación donde vivía en el Nordeste de Amaralina desde las 4am y sin permitir a nadie salir del barrio sin documentos, en escuchar los tiros sonando desde Boca do Río. Ver Brasil desde Michigan y hasta hacer una tesis sobre eso; el fútbol y el maracanazo; el portugués que se habla en Tacuarembó, Lula en el Palacio Peñarol, los viajes de egresados a Camboriú, Gilberto Gil cantando No woman no cry en Avenida Libertador, gauchos de Río Grande tomando mate, el Imperio de Brasil de Pedro primero y segundo que nos enseñan en el liceo, el turismo de uruguayos en Brasil y últimamente los turistas brasileros en Uruguay. El ir y venir del puesto de todo por un real a la beca de FAPESB comiendo rico con mis amigxs artistas, sintiendo culpa de clase, yendo en bici a servir tragos en la Casa da Bossa y llegar y soltar el miedo - y un poco la identidad - en la seguridad autoorganizada de la favela. Pienso en los amigos que se volvieron locos. En el violento encuadre policial en la plaza de la república (SP) que viví con un grupo de amigues la última vez que fui a bailar a Sao Paulo hace un par de meses, las vacaciones en floripa, las cachaças en Belo Horizonte, giras y congresos donde aprendí mucho más de la calle que de las giras, los congresos. Las olas en vilas do atlantico, Iemanjá en la Playa Ramírez, ticholos en el centro de Montevideo, Río Branco y Jaguarão, desfile de escolas de samba por la Avenida 18 de julio. En esa foto con Mujica, en las marchas llorando en brasilero, en Curitiba y su violencia, en Marielle, Mari, Nadia, todxs los militantes muertos y torturadas, en la prédica viral del ejemplo violento, en Os Sertoes y en la ginga, en mundo afro, en maes de santo, en el Movimiento de los Sin Tierra, de los sin techo, en las asociaciones de moradores de rúa, en La candelaria.
Vámonos a vivir a las calles. El poder le tiene miedo al pueblo. Al populismo. Al pueblulismo. Popular es donde está el saqueo y en el momento del despojo el pueblo no tiene duda porque está en otra cosa. Está en actuar. Actúa. Actos desmesurados e individuos que incitan colectivos pasan por las redes, la tele y el cuerpo. Pensar en uruguay con remera de los beatles, coca con fernet, medias de Queen Elizabeth y un apellido siriolibanés.
No nos estamos volviendo locxs. Nos están ganando y nos necesitamos.
¿Cómo nos organiza la urgencia? ¿Cómo organizarnos en la diferencia?
*Tomado del libro Ballena de Papel. Editorial Civiles iletrados.
Publicada en Lobo Suelto el 30 de marzo Este texto es parte de la investigación Manifestación a Futuro [1] que en sus inicios presentó un primer marco de análisis que se puede revisar en el nº 37 de la Revista Interdanza
Cuando comenzamos a investigar sobre las manifestaciones masivas, buscábamos (quizá ingenuamente) imaginar formas distintas de protesta que generaran más presión, o que por lo menos incomodasen un poco más.
Luego de sentarnos a escuchar –en cafés, oficinas, casas o bares– a tantas personas, desde México hasta Uruguay y Argentina, pasando por voces recopiladas en torno al acontecer brasileño, chileno y español, notamos que, aunque era importante reflexionar sobre las formas de protesta e imaginar juntxs otras maneras posibles, abordar la manifestación desde su utilidad era pensarla tan sólo como un medio. Quizá lo más importante de ese tipo de acontecimientos no sea su finalidad aparente, sino lo que ocurre en su interior: su devenir constante en un ser en común que se articula y desarticula, que crece y decrece, que gana y que pierde pero que todo el tiempo está practicando ese cuerpo otro, ese estar juntxs, ese reconocerse acompañadxs tanto en el dolor como en la alegría.
Cuando vemos los cuerpos de una manifestación, vemos el movimiento conjunto de muchxs, pero cuando hacemos zoom-in, vemos que los sentidos, las causas y las experiencias son muchas y diversas. Esto pasa también en la danza: al bailar juntxs, no necesariamente compartimos el mismo sentido; la semejanza de las formas no equivale a que la experiencia sea la misma. En las manifestaciones y en la danza nos movemos juntxs desde subjetividades diferentes; aceptamos la unidad temporal, pero el disenso vive y se mueve con nosotrxs.
Las movilizaciones masivas son una práctica constante de la coreografía social, de un devenir con otrxs en un cuerpo común. Al salir a la calle se van articulando colectivos, se van encontrando aliados, se van armando redes tanto de amigos como de enemigos y se ponen en juego nuestra subjetividad y nuestras convicciones. Tomamos las calles (o algún otro residuo del espacio común en el entramado urbano), compartimos un mismo espacio-tiempo, gritamos juntxs aunque a veces desfasadxs, y hasta nos sumamos a consignas que quizás no avalaríamos con nuestra voz individual. Nada de esto es sólo un instante pasajero, sino que es un acontecimiento, una práctica que queda resonando en nuestros cuerpos una vez que regresamos a casa y a nuestra cotidianeidad.
Las manifestaciones no necesitan explicación; sistematizar ese movimiento caótico y diverso, reducir sus diferencias o buscar una única perspectiva que las englobe, iría justo en contra de su naturaleza. Dejar demasiado en claro algunas ideas o intentar resumir las voces que hemos escuchado, sería reproducir la voz del enemigo, esa que siempre busca definir qué es música y qué es ruido, cuáles son las melodías aceptadas o las partituras a seguir.
La manifestación masiva no es solamente una suma de individuos o contingentes o colectivos, es una fuerza que suena por sí misma, es un llamado a improvisar en colectivo, es un gesto capaz de abrazar al disenso para moverse.
El texto que a continuación leerán es un ejercicio de transcripción-copy-paste-edición de fragmentos de algunas entrevistas, organizados alrededor de tres de los muchos temas que han aparecido en ellas. Recomendamos leerlo en voz alta.
> ORGANIZACIÓN NO ORGANIZACIÓN
Quizás nuestra tendencia clásica al pensar la marcha, es que toda esa masa que se moviliza tendría que organizarse, pero yo a veces pienso que si esa se organiza, pierde también su potencia, porque se reduce y entonces es una cosa super compleja, pero al mismo tiempo no hay organización… Entonces cómo reactivar la indignación en realidad, porque motivos para salir a las calles hay todos los días. Que pudiera haber una energía colectiva tal, que dijeras, nos plantamos, y ahí en ese momento pueden surgir maneras de organizarse espontáneas, que si de entrada hay miedo al otro y miedo a lo que pueda pasar, nunca van a suceder. Algo que me parece muy interesante es eso: no sólo cómo te organizas para la marcha, sino cómo la marcha te obliga a una organización. Es de entrada y salida. Al final resultó que muchas de las redes que se movilizaron eran las mismas del 132, las mismas del Movimiento por la paz. Entonces no fue tan difícil encontrar núcleos que lograban coordinarse con algunos discursos, algunas acciones. Es un espacio donde te vinculas, es un espacio donde te organizas para hacer, no sé. A mí en las marchas, lo que más me gusta es ese momento cuando llega a haber algún tipo de desborde. Cuando pasa algo que dices: “esto no estaba planeado y está pasando”. A veces cometemos el error, la izquierda y los movimientos sociales, de pensar que los organizadores podemos inyectar el ánimo a la gente de la manifestación, pero no. Es al revés. Creo que el chiste de la movilización es saber leer lo que la gente está diciendo y lo que está viviendo y ponerlo en un cartel, ponerlo en una convocatoria y entonces salir con eso. Yo me sentía muy vital, como no me había sentido en mucho tiempo; ahora han cambiado las cosas pero creo que habría que apostarle un poco a eso, a la alegría. No es que de ahí vaya a salir un movimiento nacional y vamos a hacer… se conoce gente, se hacen pequeños grupos, pero sobre todo… y es la vuelta de tuerca al miedo, de pronto sentir que es nuestra la calle y no de la policía. ¿Cómo sería si la izquierda fuera como la derecha dice que la izquierda es? Pero también hay una urgencia, no sé si de toda la sociedad mexicana pero sí de una parte, de descentrar esos símbolos. De redistribuirlos, de horizontalizarlos. No tenías que ser indígena o chiapaneco, o mexicano para entender, era un relato muy abierto de algún modo. En su momento decidimos eso: una causa que englobaba todas las causas y que también peleaba por causas pero sumaba desamparos. Porque el problema es ese. No es que sumas una furia y otra furia sino un desamparo y otro desamparo y otro más cabrón y otro más cabrón. Si yo te digo me voy a manifestar 1 día, no es nada, obviamente a quien le va a molestar… a lo más a 3 negocios que no pudieron vender… Pero si uno dice voy a hacer 10 días seguidos, y voy a parar esto, y me voy a organizar para esto, para que esta molestia que es la manifestación constante de personas… obviamente va generando otra presión. Pero la presión va enfocada a un pliego petitorio y un objetivo claro, y creo que eso da otra fuerza para la marcha. Si tu me dices anda 10 días a marchar (aunque no se cumpla), vivo la marcha y la camino, súper distinto… no la veo igual, son manifestaciones distintas una de otra. Ni tampoco una manifestación que nace de una urgencia, o sea ahora mismo nos enteramos de algo y mañana salimos. Son manifestaciones de distintas naturalezas, y no se experimentan igual. El chiste (y es una medida de seguridad) es que no puedes perder la vanguardia de la marcha. Si tu pierdes la vanguardia pierdes el control del contacto con la policía.
> ACCIÓN DIRECTA O NO DIRECTA
Pensamos mucho en la violencia como… bueno, escoger. Escoger la vía de la violencia o escoger la vía de la no violencia, pero ya estamos en la violencia. Estamos en violencia. Hay que poner ese tema sobre la mesa de esa manera, desde un lugar implicado. Hubo discusiones interminables entre violencia, no violencia y hasta donde contener la rabia. ¿Cuándo es una forma de autocuidado mutuo, y cuándo es una pacificación para que nunca pase nada? Es difícil saber en qué punto estás condenando la violencia porque crees que la manifestación tendría que ser pacífica y tienes tus ideales al respecto, y en qué punto en realidad esos ideales están sustentados por una emocionalidad, y sólo te estás tirando ese discurso para no decir: “la neta es que sólo me da miedo”. Normalmente no putean al clasemediero o la clasemediera chilanga que marcha con toda la buena intención, que no busca una confrontación, pero ese clasemediero clasemediera, tiene un miedo internalizado porque la muerte se está poniendo en otro lugar. Entonces, de pronto hay un hecho fantástico y brutal de que acaban de desaparecer a 43 estudiantes que iban a una manifestación, hay razón para tener miedo de que la policía te va a venir a matar, sin embargo nunca ha pasado en el DF, o sea digo, están los fantasmas anteriores que siguen aquí, pero hasta cierto punto sabemos que no nos va a pasar a nosotrxs. No sabes que hacer si viene un puerco hacia tí, nadie sabe qué hacer. Yo no te puedo cuidar porque tengo tanto miedo que no puedo cuidar a nadie. Nos contamos la historia de “en la ciudad es distinto, nosotros no estamos en ese nivel de precarización, de vulnerabilidad, de violencia, etc”. Entonces sí marchamos, tenemos toda la buena intención, y hacemos la revolución por twitter, pero el cuerpo y los muertos los siguen poniendo allá. Y entonces ese miedo internalizado es en realidad un deseo de que no cambie nada, de no perder tu privilegio. ¿Cómo lidiar con ese miedo? quizás no logras quitártelo pero cómo lidiar con él, poder relacionarte con él de una manera que te permita reaccionar ante ese riesgo real de una manera más eficiente? El miedo al riesgo no disminuye el riesgo. Hay que entrenar. Y eso, en Chile es algo que te enseñan desde la escuela, cómo no tener miedo, cómo ver los zapatos de la persona, cómo no ver la cara si te da mucho miedo. Les decimos Tortugas Ninjas, son los policías más altos, realmente son muy imponentes. Y cuando ya quieren, van a caballo también. Entonces si uno los mira así en su totalidad, es imposible no querer huir por instinto. Pero si ya te enseñan a mirarles los pies y a ver hacia dónde se están moviendo, uno puede tener un poquitito más de control y que tus ganas de correr no te ganen. Y luego se me ocurre eso de los pequeños saberes, porque todos después de la manifestación pensamos qué podríamos haber hecho, que no deberíamos haber corrido, porque sólo de aparecer el policía salimos todos corriendo. Entonces cuando el miedo es más grande que el cuidado, desarticula, o sea el miedo no permite que la banda genere relaciones de cuidado. Si piensas ir a la marcha con un cierto grado de confrontación, por más inofensivo que sea, creo que es indispensable que vayas encapuchado…. a menos de que seas una persona realizada, como un gran sindicalista, algún intelectual… Pero si eres un nadie, como un estudiante cualquiera, o un trabajador “x”, lo que sea, pues ya aunque no te pongas la capucha, de todas formas no tienes rostro. Hay algo que a mí me parece bonito que es… que es inútil güey, que es inoperante de alguna manera. Justo ese goce de la revuelta. Goce de los cuerpos como de pronto diciendo aquí estamos… todo ese aparato de terror de pronto por un segundo… perdió el control, tuvimos la ciudad por dos horas. Pues es la sensación de que la ciudad es tu juguete. O sea lo puedes romper… Un estado que se siente legítimo no reprime, porque es difícil, es caro reprimir, te deja mal, te deslegitima. Y para mí es importante que la violencia sea toda de ellos. Pero qué hace la tira si todo el mundo se acuesta en el piso? Yo asumo que te pasan por encima y te usan de tapete. En Chile usan un gas lacrimógeno muy fuerte. Realmente en un segundo no puedes respirar, no puedes abrir los ojos, entonces si tomas limón y lo aspiras, lo chupas y lo aspiras, ya. Se te quita el efecto. Vos decís, un estado que tiene tanto miedo que la oficina de Presidencia tiene que estar permanentemente cercada, supone que hay algún tipo de peligro físico inminente… y para mí entonces, cuando vos provocás la violencia dentro de la manifestación, perdés tu capacidad de lectura de qué está pensando el Estado y… Al taparse la cara lxs encapuchadxs dejan visibles a quienes no ocultan su rostro, los dejan vulnerables. Hay que ver las condiciones. Por ejemplo para mí la noche es aliada de la policía. En Madrid la noche cambia totalmente el ambiente de una manifestación. Cualquier marcha que vaya por Reforma es muy difícil que se desborde, porque está contenida en una cápsula ya, y hay entradas por todos lados que son totalmentes controlables para la policía. En el Zócalo. ¿En esa marcha? En esa, la del 20 de noviembre. Yo creo que la organización de la marcha debe de tener siempre en cuenta la entrada de la marcha… no puede obviarse el lugar donde va a ser la concentración… que el Zócalo es un lugar también muy fácil de… jejejeje. Sí, es como una trampa para ratones. Pero también está esta idea sobre qué pasa cuando hay un incendio en un espacio cerrado: dicen que si la gente está calmada y alguien organiza, se quema todo el mundo. O sea que también hay una inteligencia en el pánico. Quizá no queremos el pánico porque igual nos pisamos unos a otros, pero tampoco podemos esperar a que alguien nos vaya a organizar, bueno.. O sea, una rabia que cristalice en una marcha y en el momento de la marcha, en 7 segundos incendias una pinche puerta, es una energía que está sucediendo, muy notoria y nadie te va a decir que eso no se ha estado sintiendo.
FOTO DE: SUBVERSIONES
> FUNCIONES DE LA MARCHA, MARCHA COMO MEDIO MARCHA COMO FIN
Yo creo que cuando hacemos movimientos de concentración nos volvemos más vulnerables, pero la verdad es que hay algo muy atractivo en ver el mogollón de gente. O sea por que todos sabemos que concentrados en un solo sitio somos mucho más frágiles que dispersos por la ciudad en mil iniciativas, pero luego hay también el gusto por ver la masa que somos. Es mucho menos rígido que pensar en que una manifestación va a cambiar algo. Y como ya sabemos que no, no es al Estado al que le estás hablando. Sino le estás hablando a otras compañeras, a otras que se sumen, a otras lesbianas a otras mujeres, a… Yo me acuerdo cómo en esa época pensaba “es la coyuntura”, como el típico discurso trotsko de asamblea de “tenemos que trascender la coyuntura, compañeros”, yo me acuerdo que sólo pensaba: “la coyuntura es chida”, porque la coyuntura significa estar juntos en un lugar. Está chido lo que está pasando porque lo que hace falta es que estemos ahí, viendo que pedo. No hay que trascender nada, ni hacer nada, sólo tenemos que estar ahí organizándonos para la cosa más básica, viendo que pedo, y en ese organizarse durante un ratito, pues se empiezan a construir cosas. La banda está triste.
No me acuerdo quien decía hace rato eso de la ritualización… te encontrás con el amigo que te encontrás en todas las marchas, y bueno. No es menor, es fundamental. Qué pasa si no ves más a ese amigo, y empezás a no ver más a la gente que siempre ves. También es una práctica que tiene un sentido, es un termómetro. Está como ese sacrificio, la renuncia a muchas cosas en pos de la militancia, y creo que todo esto se ha ido diluyendo, recuperando lo lúdico, lo festivo, el placer que antes parecía muy abnegado, la militancia era muy de renuncia, de un camino muy recto. Eso se empieza a agrietar, creo que lo lúdico, lo festivo toma más fuerza.
¿Puede una marcha hablarse a sí misma? Es decir, hablar con la gente que está marchando. Que no es poco, yo a veces decido adoptar la otra mirada: sí necesitamos, para mantener vivo cierto deseo de lucha, poder encontrarnos y mirarnos a los ojos y salir a la calle. ¡Salir a la calle sí, pero tal vez salir a la calle de otro modo! Lo bonito de esas cosas es que te das cuenta de que tú lanzas algo y así de regreso. Como que hay una suerte de anonimato creativo que se va traspasando y movilizando de acción en acción. Le están pidiendo demasiado a una marcha: hay un montón de funciones que quizás son más modestas pero que no son menores. Uno cuando va para una marcha ve cómo se están relacionando los microgrupos y entiende algo de la política que está pasando. Saber si eso que uno cree está convocando o no convocando, toma un estado de ánimo colectivo, se da ánimo y hay transmisiones emocionales. Se construye la identidad del movimiento, capaz que lo que hay que pedirle a una marcha no es que esa marcha sea la solución de todo, sino proponerse que sea la primera de un ciclo en el que pase no sé qué… O decir, bueno nuestro objetivo en esta marcha es que entre la consigna, la parafernalia y las imágenes, se construya la idea de que esto es un movimiento. Llegás a la noche y ta, ya marché. ¿Cómo que la marcha por la marcha, igual que el arte por el arte? ¿cuál es la misión? ¿vamos todos a poner un ladrillo? sabes una cosa que se da, que sentiste que construiste algo más allá de lo simbólico: a ver, todos ponemos un ladrillo y a ver cuántos se juntan.
A mí me gustó mucho la marcha porque se dislocó la presencia de la gente. La gente estaba en varias partes de la ciudad y no quería llegar al Zócalo, quería estar como pudiera estar. Esa era la fuerza, y por ejemplo yo me quedé en la UNAM porque allá estaba una onda de gente que quería estar, diciendo “aquí está pasando algo”; una presencia dispersa en la ciudad, están pasando cosas que queremos ver como ausencia, cuando en realidad es una presencia dislocada. No estamos entendiendo que en realidad no tenemos que marchar hasta el Zócalo, no necesitamos llegar, estamos. Pero fue más fuerte el centro de atracción, el ver la manada, el efecto manada. Somos más. Entonces cómo podemos hacer también más sexy esa dispersión, cómo en la dispersión sentirnos juntos. No pienses que porque sea masivo tiene más mérito que lo que no es necesariamente masivo. Pero sí creo que hay una sensación de vacío después de la marcha, muy fuerte. Que nos enseñen cómo lo disfrutamos, y lo bien que se siente. O sea salir a la calle y gritar con la gente, es una sensación de fuerza, es impresionante. Le preguntábamos por qué era importante seguir haciendo marchas y nos decía que para que la gente no se quede sola. Y es que allí está la alegría también. Una marcha puede ser desoladora, o sea tu puedes ver una imagen de la madre de Ayotzinapa berreando porque de pronto ve cuanta gente está allí por su hijo, porque ella lo vive así… eso es alegría de los cuerpos y pura potencia también. No tiene que ser ese desborde confrontacional, también puede ser sólo un acompañamiento.
*LA LIGA TENSA está conformada actualmente por Lucía Naser, Juan Francisco Maldonado, Esthel Vogrig, Nadia Lartigue.
[1] A partir de entonces la investigación ha adoptado diferentes nombres y formatos tal como la exposición realizada durante 2017 en Casa del Lago (UNAM) cuya documentación puede consultarse en: https://esenorme.tumblr.com/.