viernes, 6 de junio de 2014

Arquitecturas efímeras sobre "Sala de Estar" de Natalia Burgueño



Arquitecturas efímeras: el cuerpo raso de la imaginación.
sobre Sala de Estar de Natalia Burgueño


                                                                                                                                                      Foto: Paola Nande

Sala de Estar es la pieza escénica que nace del proyecto Gente en Obra de Natalia Burgueño, en el que la artista se propone una investigación coreográfica y escénica en torno a los espacios de demolición y construcción. El proyecto aborda - en sus propias palabras - al espacio como concentración de tiempo y a la percepción como impregnada de memoria y deseo, uno traducido al lenguaje de los proyectos.  


Medianos y plazos cortos. Sala de estar explora un espacio escénico desprovisto de objetos y que construye su esqueleto dramatúrgico de los cuerpos que lo habitan y de las relaciones que éstos tejen entre sí y con el pasado y el futuro de una imaginaria arquitectura. Los cuerpos exploran estructuras poco duraderas y que perciben su forma - y los intersticios que ellas crean - para luego dejarse caer y rearmarse en puzzles formales que van presentando un paisaje de alturas bajas y apoyos sólidos. Paralelamente a las acciones se alternan dos tipos de sonidos: unos provenientes de un mundo de materiales hostiles, ásperos, agresivos y toscos, que hacen a la piel retraerse y erizarse al imaginar el contacto. Que hacen al olfato alucinar una cal que no está ahí, entre las butacas limpias de la Zavala Muniz y el piso inmaculado de madera lustrada en la que estos cuerpos se estructuran para desestructurar. El otro tipo de sonidos se acerca más a las características del espacio real en el que la obra acontece (El Teatro), uno creado por Lucía Severino y cuyos acordes armoniosos, producidos por instrumentos de música de cámara, nos llevan lejos del ambiente en obra. Lo sublime deja de ser subliminal y entra en tensión con un movimiento poco literal, no decorativo. Desde lo musical hasta lo coreográfico, Sala de Estar contrapone una estética armónica con una de dislocaciones y desencuentro entre-tiempos. Sus lógicas de composición generan contrasentidos y ambigüedades que quizás se reorganizarían semióticamente si la obra tuviera lugar en un espacio menos construido. Inútil especulación retroactiva.  


¿Cómo suena un proceso, los cuerpos en obra? Caen escombros, martillan, ruido de agua u otros materiales que corren, que escurren, que presentan los síntomas de algo que está en construcción. ¿Hay diferencia entre el sonido de una construcción y el de una demolición? Mientras es posible perderse en este misterio sonoro, la obra avanza y las relaciones empiezan a levantar paredes que saben de su efemeridad. Lo contiguo se entremezcla y comienza a yuxtaponerse, a desordenarse, a perder forma o mejor dicho, a ganar otras más cercanas a lo orgánico, a lo redondo, a lo carnal.


Las relaciones entre los seres que habitan esta sala no son amigas de lecturas dramáticas o narrativas, no presentan intencionalidad emotiva ni interior psicológico. Se inspiran en seres huraños que sin ser propietarios se apropian de los espacios sin un plan predeterminado. Bichos que deambulan sin caso ni dirección. La polilla o el gusano, señas de una animalidad poco majestuosa que en su revoloteo torpe y ciego consigue construir percursos no humanos, descotidianizando los trayectos. Hablando a veces desde una verborragia tan detallista que al cabo de un tiempo se vuelve vaga a menos que prestemos toda la atención.   


La singularidad de cada mujer-bicho - Ana Penadés, Carolina Guerra, Carolina Silveira, Luciana Bravo y Manuela Casanova - empieza a aparecer en un juego exploratorio en el que cada cuerpo va adoptando una lógica en relación con los otros cuerpos, humanos y espaciales. Las partes del cuerpo se re-funcionalizan y organizan en pro de la construcción de otros espacios. El trazo verbal maqueta salas poco realistas y la actividad de la voz que construye contrasta con la pasividad del cuerpo que la emite: cuerpo inerte y arrastrado, manipulado por otro cuerpo activo, que obra con el material maleable de músculos, articulaciones, huesos, pesos que entregados a la gravedad se prestan también para ser movidos por otros cuerpos.


Las salidas y entradas de esta sala se inscriben entre sus seres y relaciones. La construcción no presenta un afuera del acto habitacional. Sin salidas, quedan espacios por donde entrar: a través de otros cuerpos, a través de otro estado, hacia un adentro anal del cuerpo desde las manos. Un umbral moralmente asociado a la expulsión es explorado como puerta de ingreso. Agradezco esa escena de Silveira, que repta y rapta orificios para habitarlos, quebrando el silencio políticamente correcto que la danza contemporánea ha instalado sobre algunas zonas y agujeros, silenciando su erogeneidad bajo un paradigma ecualizador, democrático pero quizás demasiado neutralizante del cuerpo y sus partes.


El tiempo verbal de este plan arquitectónico rota entre un plan futuro y el recuerdo de hábitos y habitaciones pasadas. Recuerdos de unas niñeses que podrían ser propias o ajenas, que guionan recuerdos enlazandonos en estructuras intrincadas de auto-narración, aventuras picarescas, memorias de espacios que ya no están.


Sala de estar pone énfasis en el verbo más que en el estado y esto se ve en los cuerpos que la construyen y que pasan por lógicas de armado y de acción, sin continuidad de ninguna de las construcciones. Quizás mera contigüidad.


Si el story-telling en particular - narración de historias - y el uso de la palabra en general, comienzan a convertirse en marcas de autora de Burgueño, el universo femenino que sus obras construyen también constituye un rasgo de personalidad de sus obras, explorado a través del cuerpo de sus colaboradoras. El hecho de que esta sala de estar sea habitada únicamente por mujeres es ineludiblemente significativo y es imposible esquivar la información que se desprende del título de la obra, que nos depara con la carga simbólica (consuetudinaria) que rodea a lo doméstico. El hecho de que sea un elenco femenino construye y organiza, sea de modo intencional o como consecuencia no buscada, y aunque no cierra conclusiones ni significados revestidos, propone un terreno a decodificar señalando como en el cuerpo nunca existen terrenos baldíos. Aunque sí planes de obra.

Pero diferencia de otras piezas anteriores de Natalia, hay en ésta una sobriedad, despojamiento y síntesis que acerca más esta obra a ciertas convenciones del paradigma estético de bordes blandos pero existente, de la danza contemporánea. Si en anteriores creaciones se construyeron apoyadas en una presencia cuantiosa de símbolos, objetos, artefactos - prótesis de la imaginación, en ésta la danza se remite a espacios y cuerpos creados por esos cuerpos protagonistas de la obra.


Al concluir, dos planos de composición quedan martillando la memoria: uno el sensorial que a través de algunos momentos intensos de la obra despiertan sinestesias varias en la sala teatral. El otro, verbal, que como todo acto de enunciación performativa, monta sus cimientos sobre el presente de quien profirió la palabra o de quien la leyó. También de quien la escuchó o repitió en voz bajita, desde el silencio penumbroso de la butaca o desde el corredor donde continuaron conversaciones y apreciaciones de la obra.





Creación y dirección: Natalia Burgueño
Creación e interpretación: Ana Penadés, Carolina Guerra, Carolina Silveira, Luciana Bravo y Manuela Casanova 
Diseño de Iluminación: Leticia Skrycky y Leticia Martínez
Diseño sonoro y música: Lucía Severino
Asistencia en vestuario: Carolina Guerra
Registro fotográfico: Mariana Cecilio
Producción: Colectivo NAAN
Apoyo: Taller de danza y creación Casarrodante


SALA DE ESTAR es la configuración escénica del Proyecto GENTE EN OBRA que fue apoyado por Iberescena.
Presentada en Mayo 2014. Sala Zavala Muniz / Teatro Solís. Montevideo.



* Esta nota también publicada en 7x7

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