lunes, 1 de abril de 2019

Para nacer


Dos corazones, veinte uñas, cuatro pulmones, cuatro ojos o seis u ocho, dependiendo.
Unos miles de pelos,
Algo más de cuatrocientos huesos,
Tres lenguas,
Torrentes de sangres medio entreveradas,
Tres o más genéticas,
Un órgano común que vive, madura y muere al nacer,
Veintiocho semanas y dos días, treinta y nueve semanas y cinco días, cuarenta semanas y un día.

Individualidades que no existen más que a efectos de llenar las fichas con las que nos miden los médicos
Algunos llantos, muchos orgasmos, mares de hormonas, un amor que de tan grande que le creció otra vida
Eso somos.

Cuerpos entrelazados como extensión o como la forma más verdadera de ese cuerpo que reconocemos como “propio”,
El extrañamiento ocupando el lugar del yo,
El yo aceptando el descontrol como un regalo de la naturaleza (y de la cultura),
La deconstrucción de los límites y la aparición de humedades, de visiones sin ojos.

Entender al fin y al mismo tiempo qué carajo importan los conceptos
Como decisión pasiva, espera activa, escucha de la piel, entrega al no saber.

Incondicionalidad.

Un estado entre emocionado y alerta, dos cualidades que rara vez se juntan. Extremas vulnerabilidad y fuerza. Bailar en el living uno para el otro. Reírnos de nuestra “compostura”.
Celebrar cada segundo presente y porvenir al mismo tiempo, como borrachxs que no se organizan sobre qué están brindando pero amerita.

La vida y punto.

Un tiempo revuelto. Fuera de junta. Dislocado. Fuera de los planes que una hace para cuando “tenga tiempo”. Fuera de planes. Fuera de cálculos.
Tiempo para sumergirse hasta el fondo pero el fondo sale para arriba como las arrugas más secretas del ombligo desplegado.
Excitación sexual y afectiva indistinguibles una de otro
Tiempo para llorarlo todo y que el útero vibre a carcajadas.

En unas horas vas a haber nacido. Quizás pocas, quizás unas cuantas. El nacimiento es por un lado un proceso y por otro una realidad 0 a 100. Es, como dice una amiga que no conozco de una amiga que si conozco, esperar a alguien que ya está ahí. Esperar ver en la bombacha lo que los tejidos más profundos de nuestros cuerpos saben. Preguntarnos si existe un inconsciente de los tejidos. Mirarnos a los ojos que estamos acá y sentirte en movimiento. Hacerte telepatía imaginando qué sentirás. Desconectar de todo y volver al mundo, la intermitencia que nos hace humanes.

Repasar todas las cosas que decidimos y algunas de las que no dependen de nuestra voluntad, al menos no esa pensable, traducible a palabras.

Nacer es un acontecimiento no lingüístico
Resta por saber lo que no hemos podido pensar.


Para Nadia y Gabriel


















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